Heraldo-Diario de Soria
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LUIS MARIANO SANTOS
Soria

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A NADIE SE LE escapa que ideológicamente y desde un punto de vista conceptual, para mí resulta harto complicado, ofrecer una visión de futuro de una Comunidad configurada desde un despacho, bajo premisas erróneas y que, ni siquiera en su concepción más primigenia, respondió a planteamientos económicos sólidos. Esa concepción defectuosa, sin entrar en consideraciones identitarias de especial trascendencia para mí, generó un ente autonómico que durante sus 30 años de existencia está respondiendo de forma imperfecta a las necesidades de las 9 provincias que la constituyen.

Una Comunidad, que dentro de sus peculiaridades lleva intrínsecamente en su nombre la especificidad de los territorios que la componen, conformada por dos regiones diferentes que la titulan y que en ese proceso de orden que todo ser humano persigue, se intenta homogeneizar a fin de normalizar una situación ya de por si bastante incomoda.

Pero de este origen imperfecto y de la especificidad de la misma, ha de partir cualquier análisis del futuro de las personas y los territorios, que hoy, forman parte de esta comunidad autónoma. Porque mas allá de consideraciones históricas, la experiencia ha demostrado que nos encontramos con un ente autónomo excesivamente amplio, con vastos territorios y con escasa densidad poblacional, o lo que es lo mismo donde cohabitan muchas entidades locales menores con una población escasa. Solo en León, conviven más de 1.200 pedanías, con sus concejos, la expresión menos imperfecta de la democracia actual que las convierten en el sueño de aquellos que respetamos la singularidad del régimen asambleario como la forma más participativa de gobierno que tenemos.

Este es uno de los grandes problemas de este territorio, esa incapacidad para responder adecuadamente a las necesidades de las personas que habitan los núcleos rurales, ha provocado y provoca un éxodo importante que genera que nuestros pueblos se queden sin lo más importante, las personas. La incapacidad administrativa para dar una solución efectiva a los problemas rurales, ese déficit que, al no poder proponer los mismos servicios para la población rural que para la urbana, ha generado un habitual movimiento migratorio que en Castilla y en León trasciende lo rural y lo urbano, y que en muchas ocasiones provoca que nuestros jóvenes abandonen no solo nuestros pueblos sino también nuestras regiones, en busca de mejores servicios y mas oportunidades de empleo.

Esa visión real de como se desarrolla esta comunidad, genera además del problema de despoblación, al que me he referido, un efecto de envejecimiento que agrava aún más el problema de nuestra pirámide invertida de población y que como cualquier problema grave sino se soluciona tiende al enquistamiento y a provocar un freno importante a cualquier política de desarrollo.

El segundo problema estructural, al que debe enfrentarse esta comunidad, reside en la efectividad de las políticas de empleo en las diferentes zonas, comarcas, provincias y regiones de este conglomerado administrativo. Nos encontramos en unos tiempos difíciles, inmersos en una tendencia macroeconómica donde el efecto del desempleo nos arrastra en una línea continua al igual que el país en el que vivimos, como Europa y me atrevería a decir como en cualquiera de los rincones del mundo.

Ahora bien como cualquier realidad, macroeconómica, no golpea igual en Estados unidos que en Europa, no golpea igual en Alemania que en España y tampoco lo hace de igual forma en unos territorios autónomos como en otros. Alguno se empeña en repetir, con la clara intención de convencer con la palabra no con los hechos, que esta comunidad se encuentra en la avanzadilla de los territorios que vertebran este país. Nos bombardean repetidamente con datos de creación de empleo insuficientes, que comparados con insuficiencias mayores pueden llevar al equívoco de generar una sensación de satisfacción, muy alejada de la realidad.

Pero aún, aceptando ese dato como algo indiscutible, hay que reparar en la inmensa realidad de una Comunidad con una desigualdad territorial tan profunda que nos hace vislumbrar diferentes realidades, dependiendo de donde se sitúe uno. El propio Consejo Económico y Social en su último informe prevenía del peligro de acometer políticas idénticas para territorios desiguales, o en otras palabras, nos prevenía del peligro de mantener políticas idénticas para territorios con desarrollos de nivel muy diferente. Y es que es una realidad, que en esta Comunidad existen dos polos diferentemente desarrollados cuyos índices económicos no son comparables y donde sus niveles de renta difieren de una provincia a otra, por una parte el eje Valladolid-Burgos-Palencia que, digamos, se encuentra fortalecido por el desarrollo económico de las últimas décadas, promovido en gran parte por políticas públicas benefactoras y, seguro, también por un empresariado más fuerte que ha ejercido como polo de atracción y como eje transformador de sinergias positivas fortaleciendo económicamente dichas zonas. Por otra parte, muy claramente diferenciado, el oeste de la Comunidad Salamanca, Zamora y León, donde se encuentran los peores indicadores económicos y donde el paro y la despoblación han golpeado con más fuerza. No conviene olvidar que Zamora, es el ejemplo más claro, que no el único, del olvido de las políticas de la Junta y sus gobiernos, con un índice de emigración de casi el 20%, o dicho de otra forma, donde 1 de cada 5 zamoranos han abandonado la provincia. No le va a la zaga León, que a la pérdida poblacional se le une un mercado de trabajo más golpeado aún, por temas sectoriales como la crisis del carbón y el escaso desarrollo de su parque tecnológico, entre otros, que nos abocan a una tasa de empleo, insoportable en el reciente finalizado 2015.

De cómo se den respuesta a estos dos problemas, dependerá en gran medida, el lugar que ocuparemos en la aún lejana salida a la peor crisis económica de los últimos tiempos. Y todo ello, sin olvidar que nos encontramos en un tiempo de descredito absoluto de la clase política, por la corrupción de una clase dirigente que no supo cortar de raíz episodios escandalosos de enriquecimiento ilícito. Una clase política que ha de dar solución, a una realidad que no pasa tanto por implantar planes de reindustrialización ni por desarrollar planes de internacionalización, ni siquiera por firmar acuerdos de regeneración política, que también, sino por aplicar políticas integradas a los diferentes territorios. Que pasa por aprovechar esas potencialidades, fruto de la diversidad, que poseen los diferentes territorios, por aprovechar las oportunidades y fortalezas de sectores como el agroalimentario. Pero de forma fundamental, pasa por no agravar la enorme diferencia entre unos y otros, porque si aplicamos la misma receta a una zona desarrollada que a otra por desarrollar, es seguro que la diferencia se hará aún más grande agravando el problema.

No me olvido para terminar, que es evidente también que el futuro de cualquier territorio depende en gran parte de lo que sus moradores quieran de él, de la convicción de todos los agentes sociales, del éxito del dialogo social, del nivel de emprendimiento de la clase empresarial, pero teniendo presente el marco político en el que nos movemos, con arcos parlamentarios fragmentados, hoy más que nunca resulta importante que la clase política este a la altura, conformando espacios de acuerdo que generen el desarrollo de las dos regiones que configuran esta comunidad autónoma.

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