EDUCACIÓN EN LOS CENTROS PENITENCIARIOS
«Consigues que el tiempo pase más rápido aquí»
Cinco internos cuentan a este diario que estudian para estar ocupados y tener más opciones al salir
Sus allegados se lo preguntan a menudo, pero no sabe responder si estudiar en la cárcel es «más fácil o más difícil», más o menos duro, que para alguien en libertad. Lo que este interno siempre responde es que le sirve para sobrellevar su estancia en prisión y, a la vez, mejora las condiciones para el día que el centro penitenciario de Villanubla sea sólo un mal recuerdo. «Además de preparar el futuro, consigues que el tiempo aquí pase más rápido cuando estudias», relata.
Cinco internos de la cárcel vallisoletana cuentan a este periódico su motivación para emprender distintos tipos de enseñanza durante el cumplimiento de su pena en la prisión de Villanubla. Lo hacen a través de varios escritos, respondiendo a un breve cuestionario de este diario, que Instituciones Penitenciarias les ha hecho llegar.
Este mismo recluso cuenta satisfecho lo que considera una gesta. «En unos meses, tras horas de estudio, conseguí aprobar el bachillerato de Ciencias de la Salud».
Ahora se prepara para la prueba de acceso a estudios universitarios y se lo agradece a «los profesores del instituto que vienen al centro». «Fue fácil gracias a ellos», indica, y apostilla que la mirada hacia delante es lo que le dio el empujón definitivo. «Lo que desequilibró mi balanza hacia el estudio fue la perspectiva de rehacer mi vida. Lo único que me separaba de volver a estudiar era yo mismo», reconoce.
Otro compañero ahonda en los mismos motivos. «Así podría tener más posibilidades al comenzar mi vida fuera de aquí. El centro me daba una oportunidad», expone, y subraya que su experiencia es satisfactoria: «Estar en prisión te hace pensar en el tiempo perdido y gracias a estudiar te das cuenta de que puedes superar el curso y sacar algo positivo». Su objetivo es terminar Secundaria y continuar con un grado medio de mecánica, sobre lo que antes de ingresar ya tenía algún conocimiento.
No son los únicos, otro alumno indica que decidió seguir con el grado medio de Emergencias Sanitarias que realizaba «en la calle». «Ya que mi condena era larga, decidí continuar con ese hábito».
Le sirve para abstraerse y para sentirse mejor. «Conlleva enriquecimiento personal y, además, aquí dentro es muy importante ese tiempo en el que uno mantiene la cabeza ocupada con los estudios».
Todavía no ha decidido qué hará después, pero ya está recabando información sobre los grados superiores y las titulaciones que puede cursar por la Uned, incluso cuando su periodo en prisión concluya. «Cuando salga en libertad tengo pensado terminar los estudios de Emergencia Sanitarias», avanza.
Otro recluso del mismo centro, que dejó los estudios a los 15 años, explica cómo a los 18 años y 8 meses se ‘juntó’ «con gente que no debía» y terminó en prisión. También pensar en su proyección después de la cárcel tuvo peso a la hora de volver a coger los libros. «Al verme aquí decidí estudiar para tener la mente ocupada, porque no pude terminar mis estudios y porque me va a servir en el futuro para poder optar a un trabajo mejor».
Este estudiante destaca que al ser pocos alumnos, los profesores les prestan «más atención». «Nos explican las cosas una y otra vez si es necesario para comprenderlo bien», subraya.
El quinto interno en contar su experiencia va camino de convertirse en abogado. Antes de ser condenado estaba preparando el acceso a la Universidad para mayores de 25 años y, una vez dentro, decidió intentarlo. Se alegra de haber tomado esta decisión. «Quise labrarme un futuro al salir y me ha servido para comprobar que el que quiere superarse puede hacerlo. Después de este cambio en mi vida, he visto que se puede alcanzar una meta».