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La penúltima carrera de una corredora de fondo

Silvia Clemente deja atrás una trayectoria de 20 años en distintos cargos en la Junta y al frente del Legislativo

Con los presidentes Aznar y Herrera, en un acto en Segovia en 2003.-- KAMARERO

Publicado por
MARÍA R. MAYOR VALLADOLID
Soria

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Último pleno presidido por Silvia Clemente. El popular Juan José Sanz Vitorio se extiende en su intervención. La titular de las Cortes le avisa. Su paisano de Segovia continúa. El micrófono enmudece y el ex portavoz del PP en el Legislativo lo baja de un manotazo, en un evidente signo de enfado. 

Este gesto, que pasó desapercibido en la extensa sesión del pasado miércoles, es sintomático de dos rasgos de Silvia Clemente: cuando ella manda, manda, con todas las consecuencias. Le gusta hacerlo, aunque, por el camino –y esta es la segunda característica–, vaya sumando enemigos en las filas de su propio partido.

Sanz Vitorio es uno de los más abiertamente conocidos, después de que, tras anteriores disputas, el otrora destacado dirigente del PP regional quedara descabalgado de la portavocía de las Cortes por apostar a caballo perdedor en la pugna por la presidencia del Partido Popular de Castilla y León. Lo que solo algunos sabían, de puertas afuera, es que en la lista que no se cuenta con los dedos de la mano de los detractores de Clemente, el número uno lo ocupara Alfonso Fernández Mañueco.

Este ha sido el inesperado obstáculo con el que ha topado esta corredora de fondo que ha hecho de la política su forma de vida, encadenando cargos en el Ejecutivo y el Legislativo desde hace más de 20 años. Silvia Clemente apostó por Fernández Mañueco y, paradójicamente, perdió. Confió en continuar de su lado en la primera línea de la política, su confesable y confesada ambición, y ayer se apeó por las bravas.

La segoviana de fuerte temperamento, que durante años ha sabido bandearse con soltura por los vericuetos del Partido Popular, para salir airosa con tan solo rasguños, ha claudicado a escasos metros de la meta electoral. Muy convencida debía estar de que no la alcanzaría, para dejar atrás tantos años de logros políticos.

Casi dos décadas han transcurrido desde que una joven licenciada en Derecho por la Autónoma de Madrid, funcionaria del Cuerpo Superior de la Administración regional, accediera a su primer cargo en el segundo nivel del Ejecutivo autonómico: la Dirección General de Calidad Ambiental. Lo hizo de la mano del entonces consejero de Medio Ambiente, José Manuel Fernández Santiago, en el último Gobierno de Juan José Lucas. Dos años después, en 2001, Juan Vicente Herrera la incorporó a su primer Ejecutivo como titular del mismo departamento en el que había iniciado su ascensión política.

Fue una etapa breve, en la que Silvia Clemente ya demostró otra de sus características definitorias. De su época de opositora debió quedarle tal capacidad de memorizar, que la ex presidenta de las Cortes mostraba una facilidad pasmosa para exponer toda una letanía de datos y cifras, bien fuera medioambientales, culturales, turísticos o agroganaderos. Todas estas áreas abordó como consejera Clemente en los sucesivos gobiernos de Herrera.

En 2003, tras las primeras elecciones autonómicas a las que se sometió el actual titular de la Junta como candidato, la flamante procuradora por Segovia pasó a ocupar la Consejería de Cultura y Turismo durante toda la legislatura. Fue la época de la apertura del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac), o del impulso al turismo con la campaña ‘Castilla y León es vida’. Eran buenos tiempos. Los populares disfrutaban de una holgada mayoría absoluta, había dinero en las arcas regionales y el departamento de Clemente era un lugar cómodo para lucirse y cobrar protagonismo sin demasiados problemas.

Precisamente su afán de protagonismo es otro exponente de la personalidad de la política segoviana. Podría apuntarse al dicho de que le gustaría ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Allí por donde ha pasado, ha dejado su impronta. Para bien o para mal.

Su etapa más larga al frente de una Consejería de la Junta fue a partir de 2007 en Agricultura y Ganadería. Todo un reto para una mujer en un mundo de hombres y en un área de tanto peso en Castilla y León. En los 8 años que estuvo en el cargo, Clemente se ganó el respeto de las organizaciones agrarias en una hábil combinación de mano dura y mano tendida. Sacó adelante la primera Ley Agraria, combatió entre fuertes críticas la plaga de topillos, impulsó el Instituto Tecnológico Agrario y, como particular marchamo, creó la marca ‘Tierra de Sabor’ para productos de Castilla y León.

Su gestión fue tan elogiada en público por responsables de la Junta como denostada por la oposición y, en privado, por compañeros y ex compañeros de gabinete. Clemente nunca pretendió hacer amigos y sus lealtades dejan de serlo cuando se siente ignorada o ninguneada. En toda su etapa en la Junta, fue leal al presidente, pero cuando tuvo que decidir entre Antonio Silván, el candidato ‘oficioso’ de Herrera para la presidencia regional del PP, o Fernández Mañueco, optó por este último.

Para entonces, la mujer que más años ha estado en el Ejecutivo regional había pasado a presidir las Cortes regionales, un cargo que se le quedaba pequeño, pero al que se empeñó en dar prestancia, con campañas y promociones para popularizar la institución y, de paso, seguir brillando en el ámbito político. 

El respaldo a Fernández Mañueco garantizó a Clemente la coordinación del programa electoral para el 26-M. Aspiraba a más, pero debió pensar que podía ser un buen principio. Sin embargo, desde su privilegiada posición en unas Cortes con el PP por primera vez sin mayoría absoluta, quiso ir por libre y se quedó sin el apoyo de su propio grupo. Son sonados sus desencuentros –cuando no enfrentamientos– tanto con miembros del equipo Herrera, como el mismo vicepresidente de la Junta, José Antonio de Santiago-Juárez, como con los más afines a Mañueco, como el portavoz parlamentario, Raúl de la Hoz. 

En los últimos años, Clemente se fue convirtiendo en una outsider incontrolable por su partido, que la fue dejando de lado hasta el punto de que ayer sorprendió a propio y extraños anunciando su marcha. No fue un mutis por el foro. Podríamos decir que murió matando, si no fuera porque es difícil imaginar a la ya ex presidenta fuera de la política. Tal vez sea su penúltima carrera, pero no la última.