ROMPEDOR ESTILO NARRATIVO
La salvaje escudería del periodismo gonzo
El estilo popularizado por Hunter S. Thompson tuvo en Oriol Llopis un exponente en la prensa española y en la actualidad se manifiesta más en la literatura que en el periodismo musical
La reivindicación de Lester Bangs y su crítica rock vivida al límite invita a hacer balance de una tendencia derivada del nuevo periodismo que causó ciertos estragos en otros tiempos y que en la actualidad tiene difícil encaje con los patrones de la industria de la información. Se trata del periodismo gonzo, que a través de la primera persona cogía al lector por las solapas y lo involucraba en un material narrativo escrito a pelo, con pasión y acidez, sin pretender quedar bien con nadie y abanderando la subjetividad como la opción más honesta.
Una palabreja, gonzo, traducible como extravagante, poco convencional o salvaje, que se puso en circulación en torno al pope del subgénero, Hunter S. Thompson, en 1970. La rescató del argot irlandés el entonces director de The Boston Globe, Bill Cardoso, al escribir sobre un artículo deportivo de Thompson que llevaba el bonito título de El derby de Kentucky es decadente y depravado. Pieza en la que recreaba la competición, y su ambiente de festejo decadente, con un estilo hiperrealista propenso al sarcasmo.
Carreras en Las Vegas
Un año después, Miedo y asco en Las Vegas, del mismo Thompson, sentó las bases del periodismo gonzo con su cruce de géneros, información y delirio narrativo, y su descripción de la realidad, a partir de una carrera de motocrós, envuelta en la alucinación y el uso de drogas con un trasfondo de crítica contracultural. El influjo de la novela en el periodismo musical derivó en trayectorias como la del mismo Lester Bangs y de otros autores de la prensa anglosajona.
Ahí cabe mencionar a Richard Meltzer, pionero de la crítica rock, a finales de los 60, en la seminal publicación Crawdaddy!, dirigida por el respetable Paul Williams, y que llegó a escribir en algunas de las mismas cabeceras que Bangs (Rolling Stone, Creem y Village Voice), así como a Nick Tosches, el autor, en 1982, de Hellfire, referencial biografía de Jerry Lee Lewis. Y en el Reino Unido estuvo Nick Kent, que fue también músico (tocó informalmente con los primerizos Sex Pistols) y que en 1994 recogió sus artículos más álgidos en un libro, The dark stuff, prologado por Iggy Pop.
Conexión Barcelona
Aunque Miedo y asco en Las Vegas no llegó a España hasta 1979, cuando fue publicado en castellano por Star Books, editorial de la revista Star (con el subtítulo de Un viaje salvaje al corazón del sueño americano), y pese a que aquellas revistas estadounidenses apenas llegaban a ciudades como Barcelona, hubo una generación de periodistas a la que llegaron ecos gonzo y así lo transmitieron en las incipientes publicaciones underground. Si hay una firma que bien pueda situarse en esa órbita es la de Oriol Llopis, que desarrolló un estilo en primerísima persona, crudo y coloquial tanto en informes sobre el álbum Berlin, de Lou Reed, o el rock de Detroit, como en reportajes como aquel en el que se pegó a Iggy Pop en una visita a Barcelona durante un par de días.
Sin tener la erudición y el bagaje de fondo de un Bangs, Llopis, que escribió en las cabeceras barcelonesas Star, Vibraciones y Disco Express, tenía una conexión muy fuerte con el lector, destaca Ignacio Julià, que fue compañero de filas en las dos primeras publicaciones, a finales de los 70, y recuerda sus aptitudes naturales. En la época de Star, alguien hizo un estudio de las firmas de la revista para la agencia de Carmen Balcells, para ver si había algún talento literario en ciernes, y el único nombre que dijeron fue el suyo, Oriol Llopis, revela. Sí, tenía algo. La prueba es que la gente todavía se acuerda de sus artículos.
Piezas que no tienen demasiada continuidad en el periodismo musical actual, donde priman más los géneros canónicos y el carácter de servicio de prescripción cultural. Pero el adjetivo gonzo salpica a veces las secciones de literatura de los medios, a propósito de los libros de Kiko Amat, Robert Juan-Cantavella o la peruana Gabriela Wiener, autores deseosos de quebrantar los márgenes ordinarios del folio en blanco.