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ÓBITO

Muere Alasdair Gray, excéntrico patriarca de las nuevas letras escocesa

'Lanark', obra maestra del escritor, es una mezcla de autobiografía, ciencia ficción y experimentación formal

Alasdair Gray.-

Publicado por
ELENA HEVIA
Soria

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Ha sido uno de los raros más excéntricos de las letras británicas y quizá por ello no haya tenido en castellano y catalán la suerte editorial que se merecía. El escritor Alasdair Gray, reducido aquí al ámbito de unos pocos pero muy fieles seguidores, ha sido el padre de la nueva narrativa escocesa, con discípulos hoy tan reconocidos como Irvine Welsh o A. L. Kennedy. El autor falleció el pasado domingo en Glasgow, su ciudad natal, a los 85 años, un día después de su cumpleaños, significativamente, día de los santos inocentes. Genio y figura, su cuerpo ha sido donado a la ciencia y no se celebrará funeral alguno en su honor. Sin embargo, las muestras de homenaje y recuerdo se han multiplicado en las redes, destacando las de Welsh "fue un talento único que con sus novelas influyó creativamente en la siguiente generación"- o la de la líder del Gobierno escocés, Nicola Sturgeon, que lo ha calificado de "gigante literario". Y es que el autor fue durante toda su vida un ferviente nacionalista de izquierdas, lo que no le impedía temer que la independencia escocesa tuviera un "futuro oscuro y difícil".

Autor de una veintena de obras, entre novelas, libros de relatos y poesía, ninguna de ellas, siendo excelentes, ha cosechado la consideración de 'Lanark' (Marbot / Raig Verd), que fue saludada desde el minuto uno en 1981 como su obra maestra absoluta, un hito de la literatura escocesa. Elaborada a fuego lento durante tres décadas y con la que Gray debutó en la ficción a los 47 años, 'Lanark' se divide en cuatro partes, aunque dos de ellas transcurran en un universo paralelo y visionario. En ella se mezclan autobiografía, ciencia ficción, experimentación formal (el prólogo de la novela se sitúa en la página 150), juego humorístico y el sello indiscutible de Gray, el diseño gráfico. Porque aunque hay muchos escritores que a su vez han cultivado una trayectoria independiente como artistas plásticos, en el caso del creador, dibujos y palabras forman un todo.

Hijo de obreros

Gray fue un producto del Glasgow industrial, hijo de padres trabajadores muy implicados en la lucha obrera, muy pronto se reveló con una habilidad particular para el dibujo, lo que le llevó a estudiar becado en el Glasgow College of Art, en un estilo muy personal que aúna el simbolismo del William Blake pintor y la simplicidad del cómic. De ahí que en uno de sus trabajos pictóricos, en los muros de la iglesia Greenhead de Glasgow (que fue derruida en 1970) pintara a Dios como una especie de Superman.

'Fausto, en su estudio' (1958). Una de los trabajos gráficos de Alasdair Gray.

No fue una persona fácil. Dotado de una timidez casi patológica de la que se desembarazaba gracias al alcohol, no le fue muy bien sentimentalmente. Poco agraciado y con severos problemas dermatológicos, solía lamentarse de que un eczema crónico provocaba el rechazo físico de las mujeres -aunque llegó a casarse dos veces y mantuvo otra relación larga pero muy tóxica entre ambos matrimonios-. Ese trauma germinó en sus libros en formas eróticas poco saludables, como en las novelas 1982, Janine o Vestida de cuero, que exploran el terreno del sadomasoquismo.

Miedo a la miseria

La buena consideración crítica de su literatura no le facilitó un desahogo económico. Durante toda su vida, Gray peleó continuamente contra la pobreza y en sus últimos años acabó solicitando dinero al Fondo de Beneficencia para los Artistas Escoceses. Y es que sus libros, casi siempre ilustrados, en los que exigía un total control artístico, resultaban excesivamente caros para los editores. "Soy un escritor famoso que no puede ganarse la vida con lo que escribe", solía decir.

En lo personal, Gray era todo un espectáculo para los entrevistadores aguerridos. Con constantes cambios de humor. Muy desaliñado y poco cuidado en su indumentaria. Capaz de utilizar sandalias incluso en invierno y con permanentes manchas de pintura en la ropa, gastaba una risa que quería ser alegre pero acababa siendo inquietante para sus interlocutores. Un raro, lo dicho.