Heraldo-Diario de Soria

Un cuadro de Concha Ibáñez en el Casino Amistad Numancia

Tener buenos amigos, y entre ellos gente sabia, facilita que un día cualquiera, sin que nada se espere, te descubran un tesoro o te abran los ojos ante un paisaje, un monumento o un cuadro sobre el que has pasado mil veces sin fijarte lo suficiente. Eso, tan habitual ya, nos volvió a pasar hace poco, al salir del salón Gerardo Diego tras disfrutar con los dibujos de ‘Soria en Seiscientos’ de David Martín. Amador P. Calvet y Ana Morales, que nos acompañaban, nos lo mostraron

Imagen de Concha Ibáñez.-JAGB

Imagen de Concha Ibáñez.-JAGB

Publicado por
JUAN A. GÓMEZ-BARRERA
Soria

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Estaba allí, en el primer rellano de la escalera lateral que da acceso a la planta noble del Casino. Nuestros informantes, conocedores de la autora y de su obra, hacía tiempo que lo habían visto. No les pareció normal. No era la primera vez que veían un cuadro de un admirado colega en un lugar no acorde con su categoría, es verdad. Al menos en este caso, se consolaron, el cuadro aparecía colgado. Cuando lo vieron se sorprendieron, no tanto por el espacio expositivo ocupado cuanto por su presencia real. ¿Qué hacía aquella pintura de Concha Ibáñez tan lejos de Cataluña? No es que esto fuera excepcional, pero aquí, en Soria, en la Amistad, sí lo parecía, al menos a ellos, que habían hecho el camino inverso, por más que supieran, como ocurría en otras instituciones y en otros lugares del país, que las salas al uso exigían al artista, a cambio de la cesión gratuita del espacio, la donación de uno de los cuadros o de las piezas en él expuestas.

Por esa práctica, las paredes de la Sociedad que nos ocupa se visten con óleos de María Calvet o de Ana Morales, por citar algún ejemplo. Concha habría estado en Soria, habría mostrado las piezas más llamativas de su pintura y alguno de sus más celebrados grabados, especialmente aquel, escueto y onírico, dedicado a una de las arcadas de San Juan de Duero; y lo habría hecho en el referido salón Gerardo Diego, bajo los lienzos «afrescados» de Julio del Val y el friso escayolado de Lorenzo Ruiz. Y, en consecuencia, y a su paso, habría dejado este lienzo, esta ‘Castilla’ tan repensada y revisada en su obra, como pago. Y esto, que al escribir este primer párrafo se suponía, lo confirma la Fundación Antoni Esteve que apadrina a la autora al mencionar, en su blog, que expuso en aquel lugar, de forma individual, en 2001. Hay constancia del hecho en las actas de reunión de la Junta Directiva del Casino, pero, por algún misterio insondable, no quedó en ellas señalada ni la fecha de la exposición ni el registro de la donación.

Por eso, deseosos de conocer el contexto y las características de la muestra, revisamos lo escrito en aquel año 2001 en todos y cada uno de los 365 ejemplares de Diario de Soria y Heraldo Soria 7 días y, pese a tan brutal empeño, no dimos con el nombre de Concha Ibáñez entre las casi diez mil páginas visualizadas. No apareció la pintora de Canet de Mar, pero sí María Calvet, catalana como ella, que expuso en el mismo salón entre el 15 y el 28 de febrero; también Lluís Valls Areny, habitual en las salas sorianas, a las que volvió, en este caso a las del palacio de ‘la Audiencia’, en la primera quincena de agosto; y Pedro Brull Carreras, otro catalán, que mostró «sus paisajes sorianos» en Collado 45; o «el renombrado y laureado» artista cacereño Enrique Jiménez Carrero que lo hizo en el Centro Cultural Gaya Nuño’ tras las fiestas del Patrón.

Aparecieron las abstracciones de Rafael Canogar, en la selecta y distinguida convocatoria con la que, por aquellos años, celebraba sus cursos de verano la Fundación Duques de Soria. Y, de igual manera y similar tratamiento periodístico, vimos un aluvión de artistas sorianos [desde Gloria Rubio, que participó por tercer año consecutivo en Arco, hasta Ana Morales y Carmen Plaza, que cerraron el año artístico, pasando por Esther Villar, Luis Alberto Romero, Charo Bravo, Fernando García Ortega, Faustino Manchado, Javier Sampérez, Iris Lázaro, Ricardo González, Alberto Pancorbo, Javier Arribas Pérez, Sara Giménez o aquellos otros que, junto alguno de los citados, participaron en la ‘II Exposición Colectiva de Pintura de Artistas Noveles Sorianos’]; y entramos en un buen número de galerías o lugares provisionales de exposición [Collado, 45; Gerardo Diego; Gaya Nuño; Audiencia; Café Bar el Son; Bar Boira; o las propias calles de Soria, el agua del Duero o las rocas de Valonsadero que se vieron invadidas por Joan Ripollés]; y leímos, lo que es más sugerente, a un puñado de críticos de buena pluma y mejor análisis [Fernando González, Julián la Llana, Benjamín Luengo, María Jiménez, Sonia Almoguera, Alejandra Mateo]… Pero ni rastro de Concha Ibáñez; ni siquiera en la «Agenda» de los citados periódicos; y no puede ser que le hiciera sombra el recuerdo de Elvira Gascón, pese a que coincidieran exactamente en las mismas fechas; menos aún que la razón fuera el sponsor [Caja España], entonces sin propaganda alguna en los medios.

El viaje había sido en vano, pero resultó fructífero por el reencuentro con artistas ya olvidados y por el hallazgo de otros, por alguna inexplicable razón desconocidos. Mas, de cara a solventar aquel inicial asunto, surgió la idea de acudir a la fuente original. Y escribimos a la Fundación Esteve. Y casi al instante nos contestó Ciro Llueca, sobrino de Concha Ibáñez y administrador de su página web, quien, en pocas horas, consultó los archivos adecuados y dio con el folleto de difusión de la exposición que, de seguido, nos remitió: figuraba en él la reproducción del cuadro que nos ocupa, un bello y certero texto de Marcos Molinero, el imprescindible, aunque breve, currículo de la autora y las fechas buscadas, con las que por fin supimos que la muestra se inauguró el 18 de mayo, a las 8 de la tarde, y que se prolongaría hasta el 31 de mayo.

A nuestro requerimiento, y con ayuda de su madre, Ciro nos escribió después sobre otras estancias y visitas de Concha en Soria, gracias a la amistad que mantuvo siempre con Marcos Molinero y con Carmen Pérez Aznar; debió exponer, en varias ocasiones, en la galería de Antonio Ruiz, bajo la estela de la SAAS [la inicial Sociedad de Artistas Sorianos Actuales, luego Sociedad de Artistas y Autores Sorianos], en compañía de aquella y de otras amigas pintoras como, la ya citada, María Calvet, María Cecilia Martín y Pilar Fernández. Incluso, en Soria, usó el tórculo de la Casa de Cultura y dio algún curso de grabado a los alumnos de Carmen. Tal vez el grabadito de los Arcos de San Juan salió de aquellas sesiones, como de su tiempo en Soria surgirían las notas del óleo de igual título que en la imagen se muestra.

Concha Ibáñez nació en Canet de Mar (Barcelona) hace ya 97 años; estudió pintura con Josep Oriol Baqué i Mercader, grabado y dibujo con Francesc Labarta i Planas en la Escola de la Llotja, y ambiente artístico en el Cercle Artístic de Sant Lluc. Estuvo en boca de los críticos más exigentes [Josep María Cadena, Daniel Giralt-Miracle, Cesáreo Rodríguez, Rafael Santos, José Corredor] y el referido Marcos Molinero, soriano, escritor y pintor, la concretó en «el paisaje esencial», en un memorable ensayo publicado en 2004 que debería ser leído a continuación. Y así, con tal recomendación y el conocimiento de que la Junta Directiva del Casino anda buscando nuevo lugar donde colgar esta ‘Castilla’, nada más hay que decir salvo que estamos encantados de haberla conocido.

Juan A. Gómez-Barrera es Doctor en Geografía e Historia, Catedrático jubilado de Instituto y Académico Correspondiente por Soria en la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona.               

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