Heraldo-Diario de Soria

El profesor y pintor Emilio Aliaga Romagosa

AUTORRETRATO / No hace más de una semana que esta pieza que aquí se presenta era desconocida de todos salvo, quizás, de Arturo Oliver y, desde luego, de Ferran Olucha, funcionario jubilado de la Diputación provincial de Castellón que fue quien, ante personal y precisa solicitud, nos la remitió. Queríamos poner cara a uno de los compañeros de Antonio Machado en la célebre “imagen del cisne”, pues mientras quien esto escribe pensaba pudiera tratarse de Francisco Santamaría, Luis C. Pastor se inclinaba por Emilio Aliaga Romagosa

Emilio Aliaga Romagosa, ´Autorretrato´, óleo, 100 x 160 cm, 1906. [Fotografía gentileza de Ferran Olucha, retocada por APP]

Emilio Aliaga Romagosa, ´Autorretrato´, óleo, 100 x 160 cm, 1906. [Fotografía gentileza de Ferran Olucha, retocada por APP]

Publicado por
JUAN A. GÓMEZ-BARRERA
Soria

Creado:

Actualizado:

Y no es que él tuviera o hubiera visto alguna vez fotografía directa del referido –por ejemplo, la que en diciembre de 1935 publicó la revista ´Ribalta´ en documentado artículo de J. Mª Bayarri– o de este mismo ´Autorretrato´ –que, pintado posiblemente en Soria, presentó el autor a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid del año 1906, en cuyo catálogo general consta su título y medidas pero no su reproducción–, sino que recordaba haber leído que Emilio Aliaga, profesor de Dibujo del Instituto de Soria entre el 21 de febrero de 1905 y el 29 de enero de 1915, se mostraba a quien le quisiera mirar “enjuto y esbelto, cubierto con capa, tocado con sombrero, [calzando] sus zapatos finos, [apoyándose en] su bastón y [vestido con] sus pantalones con trabilla”.

Pero semejante descripción la escribió el pintor, muralista y profesor de enseñanzas medias Ramón Catalán en 1991, en las páginas de la revista ´Castelló Festa Plena´, en una semblanza de encargo, en la que trató de reflejar el recuerdo de cuando le conoció, “un día frío de marzo, recién terminada la Guerra Civil”. Entonces el escribidor apenas contaba con quince años y el admirado artista, aún profesor en el Instituto Francisco Ribalta, sumaba ya 63 de los 68 años que viviría. Es verdad que, en la fotografía del grupo de Machado tomada en Soria en el estudio de los Casado, Emilio Aliaga –o quién quiera que sea– porta un buen cayado, muestra atuendo elegante y su disposición es señorial si no fuera por la botella que ofrece a la concurrencia. Es verdad también, que no parece enjuto, aunque sí esbelto, y que la composición de la placa más se le ocurriría a un hábil artista del pincel que al propio fotógrafo, al cirujano Íñiguez o a los usuarios de la pluma y el tintero. Hablamos de una imagen como si usted, lector, la estuviera viendo, mas, si no fuera así, lo podrá hacer en alguna página web del Instituto Machado o en la 143 de ´El Ateneo de Soria´ recientemente editado.

Dicho lo anterior, hace una semana llegó desde Castellón este ´Autorretrato´ y, en efecto, Pastor Laso tenía razón: el color y el buen dibujo del óleo asemejan la figura del pintor con la del profesor situado a la derecha de tan reiterada fotografía.

Emilio Aliaga Romagosa nació en Castellón, en 1876. Era el segundo de los hijos del matrimonio formado por Pedro Aliaga Millán [hijo a su vez del profesor de Latín Joaquín Aliaga y profesor de Matemáticas él mismo, que fue director de los institutos de Castellón y de Valencia, militante de los partidos Republicano y Liberal, editor de periódicos, concejal en Castellón, en 1877, y, en 1910, alcalde de Valencia] y Adela Romagosa de la Fuente [hija de un célebre cirujano castellonense]. Bachiller en Artes y discípulo en su tierra del pintor Bernardo Mundina Milallave (1827-1903), prosiguió Emilio estudios de esta naturaleza en Valencia (1894) y en la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid (1898); y, tras ellos, sin dejar nunca el pincel y la exposición pública de su obra, inició una carrera docente como profesor auxiliar interino de Dibujo en el Instituto de Valencia (1902-1903), y la continuó, ya con oposición resuelta, como profesor numerario de la misma asignatura en los de Gerona (1903), Reus (1903-1904), Palma de Mallorca (1904-1905), Soria (1905-1915), Almería (1915-1916), Castellón (1917-1939) y, finalmente, y como catedrático en ascenso firmado por el ministro Ibáñez Martín, en el Instituto San Vicente Ferrer de Valencia (¿1940-1944?).

A este extenso currículo docente habría que añadir su cargo de secretario de la Extensión Universitaria de Reus (1904), su actividad como profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Soria (al menos entre 1906 y 1909) y la publicación del folleto pedagógico ´Curso elemental de dibujo de figura´ (Valencia, 1922), sin olvidar que fue director del Museo provincial de Castellón (1916-1936), correspondiente por Castellón de la Real Academia de San Fernando, y conservador de la Comisión de Monumentos de aquella misma ciudad.

Pero, por encima de todas estas circunstancias, Emilio Aliaga Romagosa fue un dispuesto tertuliano –en 1984, en Castellón, cuarenta años después de su muerte, todavía se recordaba su participación en las charlas del popular “Clavé”, lo que nos hace pensar que antes, en Soria, lo haría en otras similares– y, sobremanera, un hábil y notable pintor, que lo fue desde la cuna a la muerte. Y es que su primera exposición pública se remonta a 1901, a la que con ocasión de la tradicional romería de Santa Magdalena organizó en la ciudad levantina el periódico Heraldo de Castellón, y la última a 1943, apenas un año antes de morir, en la Sala Prat de Valencia donde, por cierto, la primera de las 23 obras colgadas recreaba una “Venta” de Soria. En medio, en todas y cada una de las ciudades donde ejerció, halló siempre un escaparate donde ofrecer su obra, como fue el caso, en noviembre de 1914, de la vitrina del comercio de Santiago La Heras, donde mostró el retrato del insigne director del Instituto Ildefonso Maés poco antes acabado.

En Soria vivió Emilio Aliaga entre 1905 y 1915, y lo hizo como uno más de los 720 residentes –y no como uno de los 6.758 vecinos y domiciliados, tal como harían José María Palacio [Numancia, 28 y Ferial, 8], Emilio Aranda [Caballeros, 8], Agustín Santodomingo [Estudios, 1], Antonio Machado [Estudios, 7], Benito Artigas [Instituto, 10], Federico Zunón [Estudios, 7] o Mariano Íñiguez [Collado, 29] y sus familias–, de pensión en pensión, o de alquiler en alquiler, sin llegar a empadronarse, en un ir y venir constante a Valencia y Castellón, donde quedó su esposa, Trinidad Ferrís, y su hijo, Emilio. Y, sin embargo, el tiempo que estuvo aquí lo aprovechó bien: pintando, formando a buenos discípulos [como Alfonso Fernández Blanco] o haciendo grandes amigos con los que tertuliaba, viajaba y exploraba tierras y comarcas. Precisamente a esta actividad última se refiere la anécdota final que aquí se contará. Uno de sus buenos amigos, también residente en la ciudad, no sería otro que Francisco Santamaría Esquerdo, profesor de Psicología en el Instituto y apasionado de las cavernas, la espeleología y la vida troglodita de nuestros viejos antepasado. Procedía de Santander y allí, acompañando al padre Carballo [luego, ocasional alumno del Instituto de Soria], registró cuevas tan venturosas como las del Monte Castillo, y en ellas, al parecer, descubrió alguna que otra pintura paleolítica. Santamaría pensó que en Soria podría hacer otro tanto, y a la cueva de “El Monte” de Villaciervos llevó a sus amigos Palacio, Gallo y Aliaga y a un buen puñado de alumnos, entre los que cabe hoy destacar a Blas Taracena e Ignacio Carrascosa. Por más que se empeñó Santamaría, no hallaron arte rupestre en semejante recinto; pero seis años después, el 24 de marzo de 1917, en azar que nunca imaginaría, Emilio Aliaga se asoció con Hugo Obermaier y Pedro Bosch Gimpera y juntos avalaron el descubrimiento de las pinturas prehistóricas de La Valltorta que unos días antes habían hecho Alberto Roda, Francisco Polo y Antonio Boscá.

tracking