Heraldo-Diario de Soria

Señas de identidad

Investigar en provincias / Allá por octubre de 2004, cuando se cumplía el XV aniversario del fallecimiento de Concha de Marco, José María Martínez Laseca aprovechaba la página de opinión de este periódico para charlar con ella y darle cuenta –como si no lo supiera por propia experiencia– de la ingratitud tan grande que practica la tierra que olvida a sus poetas y a sus intelectuales. Entonces, se refería a ella y a Juan Antonio; no podía maginar que, apenas medio año de su muerte, el ignorado sería él

Concha con Juan Antonio, entre Bermeo y Baquio, en 1943. [Col. Centro Cultural JAGN, Soria]

Concha con Juan Antonio, entre Bermeo y Baquio, en 1943. [Col. Centro Cultural JAGN, Soria]HDS

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Juan A. Gómez Barrera
Soria

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Hace cuarenta y dos años, el 3 de diciembre de 1981, en las escasas y escuetas páginas culturales de ´Campo Soriano´, José María Martínez Laseca presentó a los sorianos a dos poetisas de las que apenas se había oído hablar por estas tierras que, eran, por lo demás, las suyas de nacimiento: Concha de Marco, que vino al mundo en la popular plaza de Herradores, o más bien de Ramón Benito Aceña, el 23 de mayo de 1916, y María Eugenia Rincón, que lo haría diez años después en San Esteban de Gormaz, aunque su vida transcurrió entre Madrid, Barcelona, Valencia y nuevamente Madrid, en cuya Universidad Autónoma ejerció como profesora de Literatura catalana. De Concha de Marco nos contó entonces los pormenores básicos de su vida: su nacimiento, la muerte de su madre cuando apenas tenía dos años, el nuevo matrimonio de su padre y el traslado a Figueras, sus estudios en el Instituto de aquella ciudad, el viaje a Madrid en 1929 y sus estudios de Ciencias Naturales; y luego, tras una fugaz vuelta a la tierra y el azaroso conocimiento del mediano de los hijos del doctor Gaya, su matrimonio, las penalidades de la Guerra, las clases de Instituto, las traducciones de libros de arte, sus primeros escritos –los cuentos «Cinco ganchos» (1957), «El té del psiquiatra» (1958), el ensayo breve «Los niños en la pintura de Velázquez» (1960) y el más largo, y excepcional por su contenido, ´La mujer española del romanticismo´ (1969)– y, por defecto, su primer contacto con la poética descubierta, hablándonos ya de «Hora 0,5» (1966), de «Diario de la mañana» (1967), de «Acta de Identificación» (1969), de «Congreso en Maldoror» (1970), de «Tarot» (1972), de «Una noche de invierno» (1974) y hasta de un libro inédito, «Candalo» [luego «Urbión»], que tenía previsto publicar el editor soriano Antonio Ruiz en la sección SAAS-poesía. De todas y cada una de las obras enumeradas nos entregó José María algunos poemas representativos: un fragmento de «Cementerio de coches», de «Hora 0,5»; una estrofa de «Se vende un pueblo soriano», incluido en «Diario de la mañana»; otras de «CH de Chacal» y de «Discusión o de Otra», entresacadas de «Congreso en Maldoror»; y, en medio de ajustadas anotaciones de los otros poemarios, el final conmovedor de «Una noche de invierno».

Por aquel tiempo, 1981, apenas algunos críticos [Emilio Miró, José Luis Cano, Arturo del Villar, Luis Jiménez] y otras autoras [Carmen Conde, Ernestina de Champourcín, Angelina Gatell, Amalia Iglesias] habían valorado la labor poética de Concha, pese a que ésta tenía ya reclamo en citas importantes tal que la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, como informó Juan Antonio a su madre y hermana en certera epístola familiar del 21 de julio de 1975: «Dos letras para teneros al corriente de nuestra vida y milagros, no porque haya mucho que decir, sino para que sepáis de nosotros. Ya recibiríais la postal desde Santander, donde sólo estuvimos cinco o seis días, los necesarios para soltar mi conferencia, cobrarla y volvernos a casita. Es necesario hablar de lo mal que se come allí y de lo aburrida que es la ciudad, dando lo mismo que se trate de invierno o verano. Por lo menos, el día 8 fue triunfal para los que suscriben. Yo di mi conferencia por la mañana, a las diez y media, y la Conchita una lectura de poesía por la noche, a las nueve. Muchísimos aplausos para ambos».

En aquella época, y en el contexto que nos ha de ocupar en este escrito, el afortunado autor Hilario Jiménez Gómez (Montánchez, Cáceres, 1974), por mayor gloria editor de la poesía completa [obras publicadas e inéditas] de la referida Concha de Marco, no contaba más de un año de la carta de los Gaya [en ella, como tenían por costumbre, escribía también Concha: «Hoy amanece un día de seguro calor. Ahora me voy a la compra. Cada día está todo más caro y peor. La fruta mala y verde. Es una lucha la de encontrar alimentos de buena calidad»] y siete del artículo del «poeta de Almajano».

A aquel primigenio texto periodístico sobre Concha siguió, en el quehacer diario de Martínez Laseca y hasta el 31 de enero de 2021, una retahíla de títulos que, en artículos de prensa [en ´Campo Soriano´, ´Diario de Soria´ o en ´Heraldo-Diario de Soria´] o de revistas de investigación [´Revista de Soria´ o ´Celtiberia´]; en libros colectivos [´Soria en el paisaje´]; en exposiciones y catálogos [como las dedicadas a Juan Antonio, en 1990, o a la misma Concha, en 2021]; en cuidado ensayo biográfico [´Concha de Marco en carne y verso´, en 2016]; o en la propia edición de obra tan esencial para la autora como sus Memorias [´La patria de otros´, 2018] que él transcribió y publicó con esmero, contabilizan más de una treintena de trabajos, de análisis, de investigación y de crítica, que superan en mucho las mil páginas, aderezadas con todo el inventario fotográfico que la pareja llegó a reunir [muchas de las cuales las publicó él por vez primera], con versos inéditos hasta entonces, con retazos de conversaciones privadas con ella mantenidas y hasta con dedicatorias personales de la poetisa al poeta investigador. No, no nos cabe la menor duda: si alguien en Soria, entre el inicio de los ochenta y la llegada del legado de los Gaya, supo de la poesía de Concha de Marco, lo supo por la tarea expositiva, divulgativa, analítica y biográfica realizada por José María Martínez Laseca, lamentablemente fallecido en octubre del pasado año.

Viene todo esto a cuento, como ya habrá adivinado el lector, por el maravilloso regalo que, en forma de obra definitiva, nos acaba de hacer, con la aquiescencia municipal y las bellas formas del grupo editorial Sial Pigmalión, el profesor, poeta, conferenciante, articulista y cronista oficial de su pueblo Hilario Jiménez Gómez. En un libro, ciertamente lujoso, bien titulado ´Poesía completa (1966-1977) ´, el autor cacereño logra el anhelo que no consiguió el llorado Martínez Laseca y añade, al facsímil de ´Celda de Castigo´ (2016), a la antología ´Y es noche siempre´ (2017) y a la edición de ´Poesía última´ (2021), la reunión en un único volumen de toda la obra poética de la soriana Concha Gutiérrez de Marco. Por todo ello ha de recibir

Jiménez Gómez el aplauso y el reconocimiento de cualquier soriano de pro. Pero, dicho esto, debería quitar de tan brillante obra esa rutilante afirmación de que él «es el único investigador que ha trabajado y publicado la poesía de Concha de Marco»; y, sobre todo, como ya le afeó Silvano Andrés y censuró José María, no ha de pensar que, en lo referente a Juan Antonio y Concha, nada se hubiera hecho antes de él. Y es que, deben saber nuestros lectores, en el libro que aquí se pondera, obra cumbre de nuestra poetisa, no se menciona ni una sola vez el nombre de José María Martínez Laseca.

[Quede así completo nuestro curso y digamos adiós a estas páginas por unas fechas, no sin antes rogarles que en el primer párrafo de la cuarta columna de la anterior entrega sustituyan «continúen» por «comiencen»]

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