'Crimen y Castigo de la Reina de Tardajos' o un paseo por la Soria del Siglo XIX
El libro de Rosario Consuelo Gonzalo, mediante la investigación histórica de un crimen y su leyenda permite conocer muchos aspectos de la sociedad soriana del siglo XIX
Hace ya unos años, allá por abril de 1985, una serie de televisión, “La huella del crimen” -que la prudencia de los padres de entonces hizo que mi generación solo pudiese verla en posteriores reposiciones televisivas- comenzaba cada capítulo declarando, antes de dar paso a la inquietante sintonía: “la historia de un país es también la historia de sus crímenes”. Fuese la vocación de aquella conocida y exitosa serie, dedicada a los crímenes más famosos desde mediados del siglo XIX a mediados del XX, más bien didáctica o quizá más efectista, no deja de tener dicha afirmación una parte de verdad.
Detrás de un crimen histórico, y también de su investigación, enjuiciamiento y castigo, podemos encontrar muchas de las características, formas de pensar, tensiones sociales, virtudes y defectos de una época y de los principios morales que la sustentan.
Ya en 1998 José Vicente de Frías Balsa realizó una exhaustiva aproximación al tema en su “Crímenes y asesinatos en Soria: apuntes para una crónica negra de la provincia”. Desde otro enfoque diferente, estas apreciaciones han quedado también más que demostradas en otro libro muy cuidado, tanto en su edición de la editorial Oportet, como en su contenido, exacto y meditado que nunca se aparta de la metodología de un buen investigador académico, pero que, además, no deja que las convenciones del trabajo científico bien hecho resten ritmo ni atractivo a su lectura.
Quien conozca la trayectoria personal y académica de la autora de “Crimen y castigo de la Reina de Tardajos. (Soria 1816-1846)” no se sorprenderá, puesto que Rosario Consuelo Gonzalo García cuenta con una muy dilatada trayectoria como investigadora que avalan sus anteriores trabajos. No en vano es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, con premio extraordinario de doctorado, y, entre sus principales líneas de investigación, destaca el estudio y análisis bibliográfico de las relaciones de sucesos que se imprimieron y tradujeron durante los siglos XVI y XVII dentro y fuera de los límites geográficos de la monarquía hispánica. En el año 2014 recibió el Premio de Bibliografía de la Biblioteca Nacional de España por su obra “El legado bibliográfico de Juan Pérez de Guzmán y Boza, duque de T´Serclaes de Tilly: Aportaciones a un catálogo descriptivo de relaciones de sucesos (1501-1625)”, publicada por la editorial Arco/Libros en 2018.
La labor de investigadora la ha compatibilizado Consuelo Gonzalo con la de docente, desde 1996, de Documentación y Lengua Española en la Facultad de Traducción e Interpretación de Soria, de la que es profesora titular por oposición y méritos propios. A la Facultad llegó en el otoño de 1996 para impartir clases al segundo curso del entonces recién inaugurado centro, en tiempos de ilusión y horizontes ilimitados, al curso de quien esto escribe, al que, pocas semanas después, llevaría a Madrid a ver y probar el funcionamiento de un novedoso sistema de comunicaciones de futuro incierto, quizá exitoso, llamado Internet.
Aquella circunstancia pretérita, unida al aprecio mutuo fraguado durante años de trabajo en común y a la compartida pasión por la literatura y la historia local, quizá la decidieran a elegirme presentador de su obra en la memorable tarde del lunes 27 de noviembre en el Salón Gerardo Diego del Círculo Amistad Numancia, que apura ya con una cascada de actividades la recta final de su 175.º aniversario.
Todo un honor acrecentado, además, por compartir mesa con Emilio Pascual Martín, escritor, editor, poeta, narrador y crítico literario que ha ejercido una excelente labor como jefe de publicaciones infantiles y juveniles de la Editorial Anaya y como director de la prestigiosa Ediciones Cátedra. Editando tantos libros clásicos y actuales no ha satisfecho del todo su pasión literaria, que ha complementado con la publicación de obras propias como la satírica “El purgatorio de don Oficinio” (1977), una crítica de estilo cervantino de la burocracia que, salvando las distancias con la insufrible administración digital actual, es tan divertida hoy como entonces, o la muy humana “Días de Reyes Magos”, que obtuvo en 1999 el Premio Lazarillo y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Su producción literaria culmina, por el momento, con el sugerente “El gabinete mágico. Libro de las bibliotecas imaginarias”.
El libro de Consuelo Gonzalo aúna muchos valores que el lector puede aquilatar: la exactitud de la investigación, con la consulta exhaustiva de archivos diversos y legajos escurridizos, la extensa bibliografía que apoya y complementa el texto, el exhaustivo estudio filológico de la leyenda y la detectivesca identificación de su autor, el controvertido Segismundo Pey Ordeix -del que el libro ofrece datos inéditos y sumamente interesantes- y, algo especialmente apreciado por los que sentimos pasión por la historia: la descripción de la Soria ente 1816 y 1846, años que recogen la peripecia vital de la, sin duda, protagonista principal del libro, Pascuala Calonge Díaz, “la Reina de Tardajos”, cuyos paisanos de 2023 han demostrado gran sensibilidad y pasión por las letras colaborando en la edición del libro, con su alcalde Ignacio Blázquez Blázquez a la cabeza.
Y esa Soria antigua se puede sondear en lo contado en el libro, que no explicitaremos para que el paladar del lector lo disfrute de primera mano, y en lo que su lectura sugiere al lector, que no tardará en imaginarse, como haremos y transcribiremos a continuación, una Soria triste y convaleciente de la ocupación napoleónica entre 1808 y 1812. Una ciudad doliente, retratada entre los planos de Domingo Badiola, que la muestra encaminada a las grandes destrucciones de sus murallas y sus centenarios conventos en octubre de 1812, y el plano de Francisco Coello de 1860, que recoge todo ese paisaje de ruina y desolación.
También era Soria, en aquellos años, una tierra en recuperación casi jadeante de la Primera Guerra Carlista, que entre 1833 y 1840 había sometido al territorio a episodios luctuosos como la derrota de Bañón (Teruel) el 31 de mayo de 1836, que tantos lutos hizo llevar entre las familias de los 18 oficiales sorianos fusilados en aquel desastroso lance bélico contra los carlistas. El mismo bando que haría atrincherarse a los liberales en el monasterio de Santa Clara en julio de 1836, imitando lo que antes hicieran los franceses e iniciando un uso militar de aquel histórico espacio que acaba de concluir recientemente dando paso a un uso cultural más acorde a aquella esbelta nave de airoso gótico soriano.
Sin duda, años duros en que los ayuntamientos también tuvieron que hacer frente a gastos bélicos imprevistos y derramas onerosas, pérdidas y requisas como los 183.241 reales de Ágreda, los 144.154 de Almazán y los 141.208 de Soria, cuestiones, al igual que todo el siglo XIX, bien analizadas por historiadores como Margarita Caballero Domínguez, Carmelo García Encabo, Juan Antonio Gómez Barrera y Carmelo Romero Salvador.
También era aquella una Soria de tipos y personajes, de los que encontramos varios en el libro. Permítaseme citar uno, el sacerdote y, según la leyenda confesor de los reos, don Julián Celorrio, que fue, además, profesor del Instituto de Soria, también contemporáneo, en actividad ininterrumpida desde 1841, y que gracias al excelente trabajo archivístico del profesor José María Incausa, podemos saber que fue profesor de Aritmética, Dibujo, Álgebra, Geometría, Dibujo Lineal y Geografía, además de presidente del Casino de Numancia.
A aquella Soria, aunque alejada de la corte, llegarían los ecos de los vaivenes de la política: la caída del regente Espartero en julio de 1843, la declaración de la mayoría de edad de Isabel II, con 13 años, en noviembre de 1843, el establecimiento del gobierno del general Narváez y el inicio de la década moderada, que se alargaría hasta el retorno de Espartero y los progresistas con la revolución de 1854, las discusiones sobre la constitución de 1845, la ley electoral de 1846 y sus implicaciones…
Cuestiones que, muy probablemente, no tuvieron un papel relevante en la vida de Pascuala Calonge Díaz, Valentín Lacarta Gómara, José Diez Moreno y Juana Yubero, cuatro habitantes de Tardajos, un pueblo tranquilo, humilde y recoleto, como casi todos los de la Soria de la época., como nos describe Pascual Madoz en su “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar”, elaborado ente 1845 y 1850: “tiene 70 casas, la consistorial que sirve de cárcel, y escuela de instrucción primaria a la que concurren 40 alumnos, dotada con 40 fanegas de centeno; una fuente de buena agua, una iglesia parroquial (San Bartolomé) servida por un cura y un sacristán”.
En este ambiente, en estas circunstancias históricas, se desarrolla el ameno y completo estudio realizado por la profesora Rosario Consuelo Gonzalo García. Disfrútenlo y ya me contarán si no lo recuerdan mientras pasean por el parque de la Dehesa…