C.D. NUMANCIA
Desidia total
Sin intensidad, o muy poca, el partido del Numancia en Cartagena se aproximó más a un entrenamiento que a un duelo. Asumir choques intrascendentes es lo que queda a un equipo que debe, por actitud, mostrar más. Y eso no quita méritos a un equipo local que fue mejor, que pudo golear y que quiso ser más y mejor. Méritos no le faltaron, precisamente los que congelaron los castellanos en una segunda mitad rozando lo lamentable.
El repertorio había sido rojillo, pero la puntilla, el premio, lo firmó Braulio. Fue una rúbrica de esas que duelen por la forma, por un método lastrada que encontró una fórmula precisa sin apenas haber hecho daño. Fue la primera oportunidad en la que saludaron con peligro a Zabal, el primer remate entre los tres palos de toda la primera mitad. Hasta ese momento el sitio estaba ocupado por el Numancia, un equipo con hechuras, con los límites puestos en las espaldas rivales, tirando de líneas de tanto buscar las contras.
Ellos, los de Machín, eran los que estaban con el papel protagonista, los que bailaban con el balón, los que se asociaban con el criterio de la tarea cumplida, con los deberes hechos ante un rival con sus asignaturas suspensas. Por eso, además de una actitud mayor, fueron mejores en el inicio los de fuera que, a base de llegadas, comenzaron a creerse con derecho al gol. Julio Álvarez o Sunny ya avisaban con sus disparos, antes del primer cuarto de hora, de los motivos de su visita; tres puntos con sabor a profesionalismo, sin la dejadez de la tarea cumplida.
Los de casa, sin embargo, hacían una exposición de motivos menos placentera, con el ADN que les la ha llevado, durante la competición, a ocupar un puesto del que , por plantilla, tratan de huir. Exceptuando un remate de Abraham Paz de cabeza sin apenas peligro para Zabal, poco más pudieron, más que quisieron, mostrar. Por le medio, un ex de los cartageneros, Natalio pudo adelantar a los visitantes que, pese a su mayor sensación de peligro apenas aprovechaban las autopistas que, libres de peaje, que les habilitaban Manolo Gaspar y Torres, dos amigos con mayúsculas.
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