Heraldo-Diario de Soria

CICLISMO

El último soriano de la Vuelta a Soria

Adrián Muñoz pujó dos años por el maillot morado y fue el único corredor de la provincia en la edición de 2010 que cerró el ciclo

Adrián Muñoz, con la bicicleta y los maillots con los que corrió las dos últimas ediciones de la Vuelta a Soria.-VALENTÍN GUISANDE

Adrián Muñoz, con la bicicleta y los maillots con los que corrió las dos últimas ediciones de la Vuelta a Soria.-VALENTÍN GUISANDE

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Empezó saliendo los domingos con su padre en bicicleta y se convirtió, tiempo después, en el último soriano de la Vuelta a Soria. Adrián Muñoz (29 julio de 1992) hace ya algunos años que no marcha en bici, menos de los que hace desde que la destacada competición, que reunía a algunos de los mejores júniors del país, dejara de existir en 2010. Después de ocho años, «un poco cansado de entrenar siempre solo», este adnamantino cambió su mayor pasión por un trabajo, «que sí es para toda la vida». Con ello, conserva a buen resguardo cada uno de los maillots que utilizó, sobre todo los que terminó desgarrando contra el asfalto. ¿Por qué? «Porque te recuerda que te has caído, pero también que te has levantado».

Adrián es un chico alto que ha crecido rompiendo, pero también dejando pequeños cada uno de los maillots que ha lucido desde que comenzara su periplo sobre las dos ruedas hasta que en 2016 se pasara al triatlón, disciplina que le exige menos compromiso. Guarda uno con especial cariño. Es el más pequeño. Azul. «En 2004 vino la Vuelta a España a Soria y hubo una carrera que aquí se llamaba La Vuelta Júnior. Ahí fue cuando me picó un poco el gusanillo por la bicicleta». Algunos de su edad recordarán esa carrera. Fue la primera prueba que corrió y la última vez, de siete, que la gran ronda durmió a la provincia. Aquel 6 de septiembre en el que un jovencísimo Alejandro Valverde se postulaba en su llegada a Soria, Adrián tenía 12 años. Ese curso la Vuelta a Soria cumplía su 14 edición encumbrando en la montaña a un tal Rui Costa, más tarde campeón mundial de ruta (en ese 2013 en el que le arrebató el título al propio Valverde y a Purito) y ahora con el UAE Team Emirates. Aún le quedaban unos cuantos años a Muñoz para enfundarse su maillot, pero ya se había fijado en esos jóvenes ciclistas, sus «ídolos», en los que, sin saberlo, se iba a convertir poco tiempo después.

Fue en 2008. «Rubén Andrés puso en marcha con el Calaverón un equipo juvenil», recuerda. El Soria ni te la imaginas, que participó en la antepenúltima y penúltima edición de la Vuelta a Soria, contaba el primer año «con cuatro cadetes y seis o siete juveniles». Entre sus integrantes, por cierto, siguen en activo en esta disciplina u otras como duatlón o atletismo los sorianos Álvaro Carpintero, Pablo Pérez, Nacho Barranco, Andrés Aparicio o Álvaro Guillorme.

Muñoz era entonces uno de los cadetes y no correría hasta 2009. No obstante, esta primera toma de contacto le sirvió para empezar a tomárselo «un poco más en serio». Tanto que llamó la atención de un equipo de fuera, el FEVE Bembibre de León, en el que también estuvo Guillorme, un año mayor. Fueron los colores con los que correría las dos últimas ediciones de la ronda soriana. «Yo creo que fueron mis mejores años. El primero me costó un poco, no había corrido y me costó engancharme a las carreras porque tampoco andaba mucho, pero el segundo ya fui bastante bien».

El primer año ganaron la montaña con Roberto Méndez. Fue el mejor resultado, ya que unos problemas estomacales le dejaron descolgado en la primera etapa de la edición de 2010, entrando en la posición 91. Al día siguiente, en la segunda entre El Burgo de Osma y Duruelo de la Sierra, se vio obligado al abandono. Es una de las pocas cosas que cambiaría hoy si pudiese. «Ese fue el peor momento, cuando tuve que abandonar en la Vuelta a Soria. Sobre todo porque ahora que estoy bien me arrepiento de haber abandonado aquel día». El mejor tampoco lo duda: «En Grifota, en Palencia. Gané las todas las metas volantes, me pegué escapado 80 kilómetros de 100 con otros tres y al final nos cogieron a falta del último puerto. Me quedé quinto, pero solo por ver a mi padre que estaba en la meta con esa cara de contento…». Muchas horas, muchos viajes y muchas madrugadas con él durmiendo en la parte de atrás del coche y sus padres conduciendo hicieron callo a la par que él aprendía. «No recuerdo una vez que no me haya caído y no haya roto algo. Pero a eso te acostumbras. Me acuerdo que una vez rompí una rueda que me había comprado mi padre y me eché a llorar». Ya sabía entonces que esta era una afición dura y también cara.

En su segundo año de júnior hizo buenas carreras. Más rodador que escalador, se desenvolvía bien en el sprint y se llevó algunas metas volantes. Pudo disfrutar entonces de sus mejores años en una categoría que considera «más familiar», antes de lanzarse a la vorágine del semiprofesionalismo y el profesionalismo. «La juvenil no es tan profesional, la gente no vive de eso, los directores lo hacen un poco más por amor propio, es más cariñosa, más cercana. Luego ya en la sub23 estás con gente que vive de esto». Le tocaron los años de la crisis, los mismos que se llevaron por delante una ronda soriana que en su último año contaba con un presupuesto de 71.000 euros, de los cuales 4.566 iban destinados a premios para los corredores. «Muchos equipos profesionales se fueron al garete y había muchos que habían sido profesionales corriendo conmigo que habían vivido de esto», recuerda.

Después de juvenil y siempre a distancia y bajo las órdenes de Javier Fernández Alba, actual director de la Escuela Nacional de Entrenadores en la Federación Española de Ciclismo, siguió cuatro años más. Estuvo un año en el equipo de Diputación de León. Este fue profesional al año siguiente, pero con 18 años Muñoz estaba todavía sin hacer. Así que desde su segundo año de sub23 y hasta que se retiró estuvo en las filas del Hostal Latorre Navarra, filial de Telcom y un equipo que le permitía un poco más de libertad.

Técnico de energías renovables, en su primer año de élite le ofrecieron su primer trabajo. «Dejé el ciclismo porque al final es un deporte en el que el día de descanso activo haces 50 kilómetros y son dos horas. Cuando estás estudiando, puedes, pero si ahora le digo a mi jefe que me voy a hacer la Vuelta a Coruña cinco días, obviamente me va a decir que no». A día de hoy trabaja en la Comundiad de Regantes de Almazán, igual que su padre y su abuelo.

No se arrepiente de ello. «De hecho, volvería hacer lo mismo». También sigue viendo todo el ciclismo que puede, «tanto amateur como profesional» y se escapa con alguno de los directores que conoce a ver las carreras. Ahora le da «envidia sana», asegura. «Lo bueno es que en el pelotón de la profesional conozco a mucha gente, he corrido con muchos que están ahora corriendo la Vuelta a España». Adrián González, del Burgos BH, Carlos Valduero o Jaime Rosón, del Movistar, Miguel Ángel Benito, del Caja Rural…

Después de dejar el ciclismo se metió al triatlón. Además, ha encontrado tiempo para hacer «esas cosas para las que antes no tenía tiempo», como apuntarse al Conservatorio. Y no descarta volver, pero cuando tenga 30 o más. Espera que cuando lo haga, haya dejado de ser el último soriano de la Vuelta a Soria.

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