Heraldo-Diario de Soria
La actriz Claire Danes, en la séptima temporada de la serie de Fox Homeland.-EL PERIÓDICO

La actriz Claire Danes, en la séptima temporada de la serie de Fox Homeland.-EL PERIÓDICO

Publicado por
MIKEL LEJARZA
Soria

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A tenor de lo que cuentan muchas series, tener problemas es interesante. Es cierto que toda historia exige de conflictos para ser atractiva porque, como escribiera Leon Tolstoi en ‘Ana Karenina’, “todas las familias felices se parecen unas a otras”, o lo que es lo mismo, son aburridas. Es decir, que a ojos de los narradores, todo lo que suene a normal es sinónimo de vulgaridad y la más difícil de las conquistas humanas, que es la felicidad, está sobrevalorada.

Basta con ver el catálogo de protagonistas de ficción que llenan las pantallas, para concluir que el audiovisual de este siglo se nutre mayoritariamente de personajes torturados y fracasados, que terminamos por admirar y elegir como compañía durante nuestro tiempo de ocio. La abundancia de protagonistas  que sólo ven maldad a su alrededor, de seres decepcionados por la vida y de pesimistas con el alma rota, define una predilección por sus angustias antes que por los logros de quienes triunfan , lo cual parece ser menos atractivo.

Los super héroes quedan al margen de esta regla, pero  son historias para jóvenes. Para los adultos, dramas, dolor y finales rara vez felices, porque al parecer se ha establecido la norma de quien quiera prestigio tiene que ser nihilista y resaltar más lo oscuro, que lo luminoso. En conclusión, la ficción adulta se está convirtiendo en  todo un catálogo de derrotas que admiramos.

La protagonista de ‘Homeland’ es profundamente infeliz; David Tennant en ‘Broaschurch’ interpretaba a un policía desencantado y hundido en sus pérdidas; el Tommy Shelby de ‘Peaky Blinders’ vive angustiado por los recuerdos de la guerra y la muerte de su pareja; Ray Donovan se quiere suicidar; Sarah Lancashire, la protagonista de ‘Happy Valley’, es una abuela angustiada por el asesino de su hija; los políticos de ‘House of Cards’ mienten, engañan y traicionan constantemente; los detectives de ‘True Detective’ viven obsesionados hasta la neurosis por la vileza de los humanos; las protagonistas de ‘Orange is the New Black’ viven en una prisión; la protagonista de ‘El cuento de la criada’ está esclavizada, y ‘Juego de Tronos’ es un inventario de comportamientos que definen la vida como un campo de batalla, más que un lugar donde sean posibles los días felices.

Frente a esta proliferación, las comedias que luego el público prefiere (‘Friends’ o ‘The Big Bang Theory’) muestran a personajes amables, pero profundamente infantiles, que se divierten con todo porque juegan como si no hubieran crecido. Lo cual subraya la idea de que la felicidad es algo propio de inmaduros. Como dijera Mario Camus, “La estética del que pierde es más interesante”.  Leonard Cohen lo sabía y de ahí que uno de sus libros se titulara ‘Hermosos perdedores’.    

Don Quijote nunca logró sus objetivos, pero rebosa optimismo, esfuerzo y determinación por conseguirlo. Sus andanzas provocan lástima ante sus fracasos, pero nunca tristeza y sí admiración por su entusiasmo. Sí, la vida es dura, pero en ella también cabe la felicidad. Y en la ficción actual hay un exceso de asesinos en serie, policías corruptos, amores frustrados, jóvenes inadaptados e infelices palurdos que arrastran hacia el pesimismo, mientras faltan quijotes que nos recuerden que el partido se puede ganar o al menos disfrutarlo mientras lo jugamos.

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