VALLADOLID
Marcadores que personalizan la terapia
Investigadores vallisoletanos y zamoranos confirman que el tratamiento para disminuir el colesterol malo en los pacientes con enfermedad renal crónica debe individualizarse / Un paso para «reducir los eventos cardiovasculares».
Para muchos hablar de colesterol malo no es algo nuevo. Y todas las personas entienden que niveles elevados en sangre de esta fracción se vinculan con más eventos cardiovasculares. Sin embargo, el paciente con insuficiencia renal se pone en alerta, ya que está predispuesto a más infartos e ictus por el hecho de estar perdiendo o ya no tener función renal. A esta situación se suman todas aquellas dolencias que conducen a la denominada enfermedad renal establecida y, más tarde, a la pérdida absoluta de toda función renal. La diabetes es la causa más importante.
Además, la pérdida de función renal se asocia a cada vez más inflamación. Los estudios demuestran que el síndrome inflamatorio es la causa de la rotura de las placas de ateroma, sobre todo de aquellas frágiles constituidas de fracciones de colesterol oxidadas. Parece ser que el enfermo renal cuando todavía no ha perdido demasiada función renal se asemeja a un individuo de la población general. Y conforme la necesidad de diálisis se acerca, la inflamación y desnutrición pasan a ser los auténticos protagonistas del empeoramiento de la patología cardiovascular.
El trabajo que llevaron a cabo investigadores de la Universidad de Valladolid (UVA), del Hospital Clínico Universitario de la misma ciudad, del Complejo Asistencial de Zamora y de la Universidad de San Martín de Porres en Lima confirma que el tratamiento para reducir el colesterol malo en los pacientes con enfermedad real crónica debe individualizarse, es decir, tendrían que tenerse en cuenta los efectos de la terapia de la dislipemia –anormalidades lipídicas– con estatinas con y sin ezetimibe en el enfermo renal, y no solo los niveles de colesterol que se miden en la población.
Para poder responder a las preguntas de investigación que se desprenden de esta hipótesis, llevaron a cabo un metaanálisis pareado y bayesiano en red de múltiples etapas, que resumió todas las pruebas sobre el efecto del tratamiento con estatinas con y sin ezetimibe en el enfermo renal, así como aquellas referentes al impacto de alcanzar distintos objetivos de tratamiento de colesterol malo y de la proteína C reactiva (PCR) con estos fármacos.
A raíz del proyecto, Francisco Herrera, profesor de la Facultad de Medicina de la UVA, insiste en que la dislipemia en el enfermo renal no debe tratarse de la misma forma que en individuos con función renal normal. «Las estatinas han demostrado combatir la inflamación responsable de los eventos cardiovasculares en el enfermo renal, y nuestro estudio evidencia que se beneficiarán más de estos medicamentos los pacientes tanto con colesterol malo como con PCR elevados».
Con el desarrollo económico se ha diversificado el perfil de los pacientes que necesitan someterse a tratamientos farmacológicos prolongados. Los fármacos utilizados para enfermedades hoy en día comunes como la diabetes, la hipertensión o la dislipemia pueden no tener el mismo beneficio en todas las personas. Existe, por tanto, «una ingente y urgente necesidad» para personalizar muchas terapias, sobre todo, aquellas que involucran a poblaciones susceptibles.
Este trabajo presenta un resumen matemático del efecto del tratamiento con estatinas con y sin ezetimibe en el enfermo renal, y qué enfermos renales se beneficiarían del tratamiento con estos medicamentos. «Se esperan menos eventos cardiovasculares en aquellos que inician tratamiento y tienen elevados tanto colesterol malo como PCR», declara para, más tarde, añadir que los resultados involucran a más de 100.000 participantes.
En su opinión, el proyecto es «pionero» al proponer un nuevo biomarcador para el tratamiento con fármacos utilizados de manera frecuente, y para su empleo en la atención de una población susceptible en la que todavía quedan muchas preguntas sin responder. «Nuestros hallazgos confirman matemáticamente lo que mencionan las guías de práctica clínica, por lo que contribuyen a fortalecer la toma de decisiones de los médicos que día a día tratan enfermos renales», subraya el profesor de la UVA.
Un paso para hacer frente a la enfermedad real crónica, también conocida como insuficiencia renal, que consiste en la pérdida progresiva de función renal, de manera que no es posible eliminar los productos de desecho de la sangre y evacuarlos a través de la orina. Esta patología no suele presentar signos ni síntomas hasta que se encuentra en fases avanzadas. «Es el destino final de una constelación de enfermedades, por lo que los pacientes que la padecen arrastran consigo una ‘carga de enfermedad’ muy importante. La diabetes es la causa más importante, y ésta es quizá una de las enfermedades que más deteriora a los pacientes cuando estos comienzan a perder función renal», expone Herrera, quien añade que afecta al 20% de la población general, y todo parece indicar que su incidencia aumentará debido a la mejora de las condiciones de vida y al desarrollo económico.
El laboratorio, que depende del grupo de investigación reconocido de la Universidad de Valladolid Hábitos Saludables y Determinantes de Salud, se dedica al manejo y tratamiento de macrodatos (big data) con el fin de responder a cuestiones relacionadas con el mejor empleo de los medicamentos. En sus trabajos emplean técnicas epidemiológicas para medir el consumo de fármacos y su efecto en la población, identificar los marcadores de este efecto para tratar de forma adecuada a aquellos que responden mejor y peor a los fármacos, así como cuantificar el efecto de los fármacos a través de biomarcadores. En los últimos tiempos han entrado en el análisis del rendimiento de los teragnósticos –combinación de terapia y diagnóstico– de imagen para diversas enfermedades.