ÁVILA
‘Ojos’ en el brazo para localizar objetos
Un ingeniero abulense crea un brazalete adaptado a personas invidentes que, por medio de ondas de radiofrecuencia, halla artículos en entornos controlados / Proporciona datos como color, talla, precio, materiales o alérgenos.
Cómo hace la compra una persona invidente? La mayoría de las veces no puede diferenciar unos productos de otros, ya que solo los medicamentos llevan etiquetado braille. Tiene verdaderos problemas para llevarse a casa la marca de pasta que más le gusta, las pizzas de su sabor favorito o los yogures con trozos de fresa. No existe manera.
Por este motivo, el ingeniero abulense de Diseño Industrial y Desarrollo de Producto de la Universidad de Valladolid (UVA) Lorenzo Felipe García ha diseñado un brazalete adaptado a las personas invidentes que, por medio de ondas de radiofrecuencia, puede localizar objetos marcados con transpondedores pasivos en entornos controlados.
Estos transpondedores también conocidos como tags son las etiquetas RFID que cada vez son más habituales en las prendas de ropa y otros artículos. Funcionan a modo de antena y en ellas se graba un código vinculado con una información como puede ser el número de producto.
«Supongamos que todos los artículos dentro de una tienda están marcados con estas etiquetas. Al entrar en el establecimiento se le proporciona al cliente el dispositivo y se le enseña a usarlo. Ha de pulsar un botón para decir lo que desea y, a continuación, escuchará una serie de instrucciones que lo guiarán hasta el ítem buscado, ya sea a través del altavoz o de un auricular bluetooth», explica para, a renglón seguido, añadir que el sistema le dará información dependiendo del producto, ya sea color, talla, precio, materiales, existencias o alérgenos, en el caso de los alimentos.
Una vez que la persona ha dicho todo lo que desea, la computadora del dispositivo selecciona su señal de radiofrecuencia de entre todas las recibidas. Este ordenador está conectado a un lector, que es el encargado de ‘traducir’ las señales recibidas por la antena, también integrada en el sistema.
«El problema es que solo nos proporciona información de los tags que nuestro brazalete alcanza a leer. Tiene un rango determinado que para esta aplicación en concreto no podría exceder los 2 o 3 metros y, además, no es capaz de identificar la posición», lamenta.
A esto se une que, aunque hay algoritmos que estiman la distancia, con una sola antena es difícil de saber. Tampoco ayudan las estanterías u otros objetos que, tal y como apunta, podrían interferir en la señal.
Es, por ello, que para poder leer a mayor distancia y localizar con precisión, el establecimiento tiene que estar acondicionado con más antenas de mayor potencia instaladas en puntos estratégicos, incide. Y es que, agrega, con la información de estas se podría hallar cualquier artículo.
Pero ahí no se quedan las ventajas. El ingeniero abulense comenta que el brazalete indicaría cómo la persona invidente puede moverse por los pasillos y en qué dirección llegar al destino. Lo podría llevar a cabo gracias a una cinta adhesiva con cierta rugosidad pegada en el suelo de los pasillos. De momento, subraya que el dispositivo no se ha usado más que para indicar la dirección con el altavoz o el micrófono, ya que toda la localización ha sido por parte de las antenas y lectores de soporte instalados en la tienda.
Tras llegar al destino aparece otro problema. ¿Cómo coger el artículo sin palpar toda la estantería y sin confundirse con talla, color, etc.? En este punto, García sostiene que entraría la segunda fase de búsqueda en la que intervienen la antena y el lector. «Solamente necesitamos la distancia, no la posición, y estamos bastante cerca. Una vez que el tag esté dentro del alcance se empezarán a escuchar unos pitidos. Su intermitencia se irá haciendo menor a medida que acerquemos la mano al objeto. Es como un detector de metales. Una vez que lo tengamos, podemos reiniciar y continuar con otra búsqueda», detalla.
Para el ingeniero abulense, este proyecto es innovador hasta el punto en que hoy en día no se dispone de la tecnología para hacerlo posible. «Las antenas y los lectores son extremadamente grandes y su alcance y precisión, muy limitados. Además, no todos los productos están identificados con estos transpondedores y si los están, no hay una base de datos que recoja la suficiente información acerca de ellos».
No obstante, considera que, al paso que está avanzando la radiofrecuencia y que cada vez más empresas optan por utilizar estas etiquetas en sus productos, no habrá que esperar mucho más tiempo para que se disponga de herramientas para hacerlo en tiempo real, posiblemente siguiendo las indicaciones anteriores. Por ello, indica que la parte más importante no es el dispositivo en sí, ya que va a variar con el tiempo, sino el modo en el que funciona y la idea de poder aportar este nuevo servicio a las personas invidentes.
El sistema tiene gran variedad de aplicaciones: no solo sirve para encontrar artículos o productos en tiendas, también puede orientar al usuario en grandes comercios o centros comerciales, incluyendo restaurantes, lavabos, cines, salidas de emergencia...
«Colocando transpondedores en localizaciones clave podría servir para ubicarse dentro de cualquier otro edificio o institución tanto pública como privada».
En caso de no poderse aplicar en esta línea, dice que podría usarse como un servicio para encontrar cosas dentro del caos de casa, para identificar colores o para diferenciar envases similares. También podría beneficiar a personas con alzhéimer u otro tipo de demencia.
El proyecto, que ganó uno de los premios Prometeo de la Fundación General de la Universidad de Valladolid, surgió usando el nuevo método de Decathlon, donde se introducen los artículos en la caja y, gracias a que poseen estas etiquetas y la máquina está dotada de una antena y un lector, lee los objetos sin necesidad de código de barras. Entonces, el abulense decidió ir más allá y no solo detectarlos sino localizarlos.
«Hoy en día son muchas las necesidades que apenas se barajan como opciones de un proceso de diseño, ya sea por el desconocimiento de las mismas o por la poca viabilidad. Debido a este sistema de prioridades, dejamos de considerar igual de importantes las necesidades de las personas y nos centramos, por regla general, en las mayorías. Para mi desarrollo decidí saltarme este bloqueo y continuar el diseño a expensas de haber obviado de primeras una baja rentabilidad, puesto que está enfocado a una minoría», reflexiona Lorenzo Felipe García, quien espera que no caiga en el olvido por falta de recursos.
En la actualidad se encuentra estudiando un máster en la Universidad de Strathclyde en Glasgow y, según admite «apenado», no dispone ni de tiempo ni de medios para continuar con ello.