Heraldo-Diario de Soria

SEGOVIA

Cartuchos que apuntan al medio ambiente

La compañía BioAmmo es la primera fábrica de munición biodegradable del mundo / El tiempo de degradación es de 6 a 24 meses  

Proceso de elaboración de los cartuchos sostenibles en las instalaciones de la empresa segoviana BioAmmo. / EL MUNDO

Proceso de elaboración de los cartuchos sostenibles en las instalaciones de la empresa segoviana BioAmmo. / EL MUNDO

Publicado por
E. LERA
Soria

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Son escopeteros con unas balas muy especiales. Unos se dedican al tiro deportivo. Compiten con puntería y con un objetivo muy claro: romper el mayor número de platos de color naranja. Están acostumbrados a las condiciones adversas. Para ello, varían de escenarios, de máquinas, de platos, de climatología y de fondo. Otros salen al campo. Su afición es la caza, una histórica práctica que cuenta con un balance anual de alrededor de 30 millones de animales muertos.

Sea como fuere, ambos comparten comienzo y destino: escopeta y cartucho. En este punto entra en escena la segoviana BioAmmo, la primera fábrica de munición biodegradable del mundo. Ha logrado sustituir los cartuchos de plástico por un material bioplástico creado a partir de biopolímeros de origen vegetal, lo que les hace respetuosos con el medio ambiente al reducir la huella de carbono debido a la eliminación de plásticos en su producción.

Borran la conexión con el petróleo que sí que tienen sus compañeros de mercado. Todos los materiales de este producto made in Segovia se degradan por acción enzimática y bacteriana de microorganismos en un plazo de entre 6 y 24 meses. A partir de ese momento vuelven a la naturaleza en forma de biomasa sin dejar ningún tipo de residuo sintético ni de molécula tóxica.

Esta munición, según explica Enrique López-Pozas, presidente de BioAmmo, es el resultado de ocho años de intenso trabajo y múltiples investigaciones y colaboraciones con empresas líderes en la industria del plástico, universidades y el Centro Tecnológico del Plástico (Andaltec). 

El conocimiento colectivo generó un descubrimiento «que no fue nada fácil de conseguir» que se basa en tres premisas: que el material no contamine, que el coste sea asumible y que proporcione prestaciones balísticas altas, un aspecto «no exento de complicaciones» porque el material tiene que soportar presiones y, en el caso de los tacos, también velocidades muy altas.

No obstante, los retos se lograron y ahora tanto los deportistas como los cazadores disponen de un producto innovador y sostenible que cuenta con ventajas que pasan, entre otras, por durante la degradación de los tacos y las vainas, por su composición basada en polímeros, no producen moléculas sintéticas tóxicas ni microplásticos que contaminen el medio ambiente, ya sea en el agua o en la tierra, o que afecten de manera negativa a la flora y la fauna.

«No precisan reciclaje alguno. Se descomponen en un plazo de entre 6 y 24 meses, dependiendo de la humedad que exista en la atmósfera, frente a los 500 años que tarda en desaparecer un plástico convencional», subraya López-Pozas, para, a continuación, añadir que teniendo en cuenta que cada año se vierten a la naturaleza 2.800 toneladas de plástico en forma de cartuchos, el beneficio al medio ambiente es «más que evidente».

Además de ser de ser biodegradables y biocompostables, los cartuchos de BioAmmo garantizan la máxima fiabilidad y unos altos niveles de rendimiento balístico, habiéndose realizado todas las pruebas en un banco de pruebas homologado por el CIP. «Los cartuchos se comportan con un rendimiento superior en cuanto a velocidad y presiones respecto a los cartuchos tradicionales», declara.

La empresa segoviana tiene una vocación cien por cien ecológica. De hecho, presume de que tienen el compromiso de cuidar el medio ambiente y dejar un planeta mejor a las siguientes generaciones. ¿Cómo surgió la idea? Enrique López-Pozas relata que fue de manera anecdótica. «Soy un gran aficionado a la práctica del airsoft, un juego de simulación militar cuyo disparo se efectúa con munición ligera a base de pequeñas bolitas de plástico. Fue durante uno de esos partidos cuando puse el germen de lo que hoy es BioAmmo».

La primera patente llegó de la mano de las bolitas que se utilizan en los disparos de esa actividad, que pasaron de elaborarse con plástico a materiales biodegradables. A partir de ese momento se originó el interés por desarrollar una munición 100% biodegradable destinada a la caza y al tiro deportivo.

Un visionario que ha marcado un antes y un después, ya que, tal y como expone, en los últimos 40 años no se ha producido ninguna innovación destacable en el sector de la cartuchería. «Somos pioneros en el desarrollo de materiales alternativos libres de plásticos, lo que supone que la contaminación que generan los componentes del cartucho tanto en su fabricación como el residuo que dejan una vez utilizados, se reduzca a cero».

La factoría, ubicada en el municipio segoviano de Santa María la Real de Nieva, de apenas 1.000 habitantes, emplea a 25 trabajadores y prevé aumentar la plantilla hasta 50 empleados en el horizonte de los próximos meses. Nada más arrancar, la compañía exporta el 80% de la producción al extranjero, en concreto a Estados Unidos, Reino Unido y países del norte y este de Europa, zonas con una gran conciencia medioambiental. Para dar respuesta a esta demanda, que se espera siga creciendo en los próximos meses, ampliará la actividad de uno a tres turnos para que se mantenga en funcionamiento de forma ininterrumpida durante las 24 horas del día los siete días de la semana para alcanzar una producción anual de 70 millones de cartuchos.

Su política comercial hasta la fecha ha sido la de realizar acuerdos con el distribuidor más importante de cada país, puesto que en esta primera fase resultaría complicado crear su propia red global de distribución, sobre todo, en los mercados que estén muy alejados de España. Sus productos, por su parte, están destinados para armas de caza y tiro deportivo. Para las primeras disponen de la gama Lux y para los segundos, la gama Rex, ambos cartuchos se fabrican en todos los gramajes y número de perdigón tanto en plomo como en acero. 

Su plan, avanza el presidente de BioAmmo es seguir investigando en la aplicación de biopolímeros de origen vegetal de todo tipo de objetos de un solo uso que hoy por hoy se fabrican en plástico. «No queremos centrarnos solo en municiones, sino en extrapolar nuestra tecnología a otros ámbitos industriales», sostiene.

La fábrica se levanta sobre una extensión de tres hectáreas de terreno, con posibilidad de ampliación hasta las 13 hectáreas. La instalación de esta factoría en esta pequeña localidad de apenas 1.000 habitantes y con una tasa de paro que roza el 8% ha supuesto «un dinamizador para la generación de nuevos puestos de trabajo y un revulsivo económico para la provincia», ya que la mayoría de los operarios son vecinos del municipio. 

El proyecto, liderado por el empresario Enrique López-Pozas, ha requerido una inversión superior a los ocho millones de euros y ha contado con la financiación de la Junta de Castilla y León, Bankia y el capital de inversores privados. De igual forma, tiene el respaldo de todas las instituciones políticas de Castilla y León, porque esta instalación es «el mejor ejemplo de que innovar en el medio rural es posible».

Su creador está orgulloso y afirma que este negocio nació en «un momento muy favorable» gracias a la creciente concienciación que existe en la sociedad de parar el cambio climático y buscar soluciones, productos y prácticas más respetuosas con el medio ambiente. «BioAmmo se adelanta así a la normativa europea que limita el uso de plásticos en materiales de un solo uso, prohibidos a partir de 2021, y sienta las bases para hacer de la actividad cinegética un sector más sostenible y comprometido con el medio ambiente», celebra.

De este modo, la compañía segoviana abre la veda para la aplicación de la normativa sobre plásticos de un solo uso al sector de los cartuchos de caza, una regulación que, hasta ahora, no había sido planteada al no existir una alternativa viable para sustituir a los cartuchos de plástico tradicionales. Se trata, por tanto, de un negocio «pionero», cuyo avance marcará «un antes y un después» en la historia de la cinegética mundial.

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