BURGOS
Escorias negras en la fachada de mi hogar
El grupo SUCONS de la UBU desarrolla materiales de construcción de altas prestaciones a partir de diferentes residuos / Convierte los desechos de la industria siderúrgica en hormigón para edificación y obra civil. Por E. Lera
Son edificios con conciencia medioambiental porque cada pieza responde a exigencias de sostenibilidad cada vez mayores. Y es que la construcción es uno de los sectores que genera mayor volumen de residuos. Sin embargo, son muchas las industrias, como la siderúrgica, que producen decenas de toneladas de subproductos que pueden ser reutilizados.
En ese punto, entra en escena el grupo de Construcción Sostenible, más conocido como SUCONS, de la Universidad de Burgos (UBU). Sus miembros, dirigidos por el catedrático Juan Manuel Manso, desarrollan materiales de altas prestaciones a partir de residuos, como las escorias negras y blancas. Estos desechos son, a su parecer, materias primas que permiten crear productos de construcción «altamente reciclados y con un óptimo comportamiento, siendo válidos para las aplicaciones conocidas por todos, como la construcción de edificios, puentes o carreteras».
La clave, insiste la investigadora Vanesa Ortega, es contribuir a una economía circular y reducir «los importantes impactos» que este tipo de residuos generan, puesto que no hay que olvidar que se depositan siempre en los vertederos, de manera general por tiempo indefinido, ocupando terreno, y muchas veces en instalaciones ilegales. Además, añade que con esta práctica se minimiza la sobreexplotación de canteras y las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, generadas durante los procesos extractivos y la fabricación de conglomerantes.
Mediante su trabajo, defiende, se logra reducir esos impactos, a la vez que se aporta «un valor añadido» a la sociedad y al sector de la construcción. Y lo llevan a cabo, explica Ortega, a través de dos líneas de investigación en relación con la tipología de los residuos. Por una parte, se centran en escorias procedentes de la industria siderúrgica, de las acerías, en sus diferentes tipologías, negra y blanca.
«La escoria negra es el residuo que se logra en el proceso de obtención del acero a partir de la chatarra y puede describirse como un árido pétreo de color negro, con elevado peso específico, anguloso y muy resistente al desgaste. La escoria blanca es un material pulverulento, similar a una harina, que presenta propiedades hidráulicas, es decir, que es capaz de endurecer y transformarse en un material sólido y resistente, de la misma forma que funciona el cemento», detalla.
Por otro lado, trabajan con residuos de construcción y demolición, tanto procedentes de rechazos de la industria de la prefabricación, como, por ejemplo, vigas con defectos estéticos y que no pueden usarse, por tanto, en las cubiertas de un polideportivo o para construir un edificio. Estos elementos, tal y como explica, pueden triturarse para obtener árido reciclado, que se puede emplear en el desarrollo de mezclas hidráulicas o bituminosas para la edificación y la obra civil.
En este sentido, la investigadora de la UBU declara que los materiales de construcción habituales, como el hormigón o las mezclas bituminosas, son productos compuestos o, en otras palabras, mezclas de diferentes componentes. A grandes rasgos, el hormigón es una mezcla de áridos, cemento y agua, mientras que las mezclas bituminosas son la mezcla de áridos, filler y betún −desecho obtenido en la destilación del petróleo para obtener gasolina o gasoil, entre otros−. Esto hace, celebra, que los componentes tradicionalmente utilizados para fabricar estos productos puedan sustituirse por la escoria o los residuos de construcción y demolición.
«La clave es conseguir que el material no pierda prestaciones cuando se realiza esta sustitución», subraya para, más tarde, añadir que ningún residuo es igual. Cada uno lleva a cabo un proceso, que arranca con «una exhaustiva caracterización de sus propiedades», como son absorción de agua, densidad, composición química, forma, resistencia al desgaste…; más tarde, acorde con estas propiedades, se realiza «una cuidada definición» de la composición de las mezclas para conseguir que el producto final alcance un comportamiento óptimo.
Los trabajos de este equipo burgalés también se extienden a la estabilización de suelos con escoria blanca; trabajos que, tal y como presume Ortega, han demostrado el éxito de esta aplicación para mejorar suelos marginales, evitando su traslado al vertedero y minimizando costes en las obras de estabilización de taludes.
De momento, ya existen hormigones con su sello que serían válidos para cualquier tipo de edificio o puente, incluidos aquellos de gran longitud donde se utiliza un hormigón con una resistencia muy elevada. «Los ensayos que hemos realizado sobre vigas elaboradas con estos hormigones han sido extremadamente satisfactorios», resalta Ortega, quien agrega que las mezclas bituminosas también podrían servir para cualquier tipo de carretera.
«La M-30 o la M-40 podrían tener nuestras mezclas y ningún conductor o pasajero notaría la diferencia en cuanto a ruido o confort durante la circulación. La estabilización de los suelos con escoria blanca es de clara aplicación en la estabilización de taludes. Y los hormigones reciclados con incorporación de fibras se utilizan en la construcción de losas de pavimiento y en soleras».
La investigadora de la UBU incide en que la innovación del proyecto reside en proporcionar «un cambio palpable y claro» en el sector de la construcción. En ello están trabajando y continuarán haciéndolo con la meta de preservar los recursos naturales, reducir emisiones, minimizar costes y, en definitiva, cuidar el medio ambiente.
En esta línea, ofrece una radiografía nada despreciable: «En España se generan 20 millones de toneladas de residuos de construcción y demolición cada año y el 40% de ellos se deposita en vertederos ilegales, además de que cada año se consumen 120 millones de toneladas de árido». Por esta razón, a su juicio, si se usan los residuos para fabricar nuevos materiales, el ahorro vendrá tanto en el transporte como en la adquisición de las constructoras de nuevos productos. No obstante, insiste en que más allá del ahorro económico, está el medioambiental que, de hecho, es el que mueve a cada miembro del equipo a seguir apostando por esta línea de trabajo.
La actividad no va a parar y van a continuar alcanzando éxitos. Ya cuentan con avances importantes, si bien, cree Vanesa Ortega, todavía se puede aumentar más la sostenibilidad del hormigón y de las mezclas bituminosas. Entre los planes de futuro, avanza que van a abordar tipos especiales de hormigón y maximizar su sostenibilidad, como el empleado para pavimientos −típico en muchas calles de pueblos− o el desarrollo de hormigones reciclados con bajo coste energético, de forma que su puesta en obra pueda realizarse sin la maquinaría habitual, con el ahorro de energía que este paso supondría.
«La mezcla de residuos, en las proporciones adecuadas, permitiría que las virtudes de uno compensasen las carencias del otro, por lo que este aspecto también lo abordaremos. Además, nuestro reto más arriesgado es reducir el contenido del cemento en el hormigón, aspecto muy complejo y delicado, mediante la combinación de cementos sostenibles y otras tecnologías ya existentes, como la adición de fibras. Todo ello sin perder de vista la aplicación social y la realidad de las empresas del entorno», concluye.