Heraldo-Diario de Soria

Celestinos de los tomates

Investigadores de la ULE avanzan en la regeneración celular del injerto de esta planta / La meta es establecer marcadores tempranos del éxito de la inserción y conocer cuáles son los factores críticos que derivan en su baja calidad.

El investigador Carlos Frey en uno de los laboratorios de la Universidad de León. EL MUNDO

El investigador Carlos Frey en uno de los laboratorios de la Universidad de León. EL MUNDO

Publicado por
E. LERA
Soria

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Su profesión es peculiar. Siempre van acompañados de arcos y flechas. Son cupidos. Su meta es flechar corazones. Por eso, cada vez que apuntan al blanco, se cercioran de que no existe la menor posibilidad de salir desplumados. Y es que tienen entre sus manos el amor; construir la felicidad emocional de dos personas. 

Ahora imagínate que esos celestinos unen dos corazones peculiares. Su meta es que surja el enamoramiento entre dos plantas de tomates. Sí, como lo leen. Esta técnica agrícola empleada desde la antigüedad se utiliza para diversos fines, desde la propagación vegetativa de variedades hasta combatir estreses ambientales, como la sequía o la salinidad del suelo, o estreses bióticos, como infecciones fúngicas o bacterianas. También ayuda a aumentar el vigor de las plantas y, por tanto, su productividad. 

En esta ocasión las flechas van directas al tomate, ya que es una de las plantas con más interés agroalimentario del mundo. Además, España es un gran productor y esta técnica es indispensable en los grandes invernaderos de este cultivo. Eso sí, para que un injerto funcione las partes que participan en él deben reconocerse, unirse y desarrollar una compleja respuesta de reprogramación celular que les permita fusionar sus tejidos vasculares de forma efectiva. 

Investigadores de la Universidad de León (ULE) trabajan en un proyecto en el que estudian en profundidad y detalle cómo se establece un injerto. También analizan el proceso de combinaciones de plantas que no son capaces de unirse, o que cuando se unen forman injertos de baja calidad, lo que posibilita comparar cuáles son los factores críticos.

«El objetivo es poder establecer marcadores tempranos del éxito del injerto y conocer qué factores principales son los que afectan al mismo, para poder desarrollar y validar tratamientos que mejoren de manera sustancial su éxito», apunta Carlos Frey, primer firmante del artículo ‘Histological Changes Associated with the Graft Union Development in Tomato’, publicado en la revista científica Plants.

Con una meta «ambiciosa» en el horizonte, este equipo ha dado «un gran paso» al arrojar luz sobre cómo se desarrollan los tejidos durante el establecimiento del injerto. «Hemos observado que los meristemos laterales, unas células madre que permiten crecer a los tallos de las plantas, son los que orquestan la respuesta celular para la reconexión, pero no son los únicos participantes», expone para, a renglón seguido, comentar que las combinaciones que no funcionan presentan una respuesta exacerbada a la herida, depositando moléculas de defensa en la zona del corte; mientras que las combinaciones que funcionan unen sus células engrosando las paredes celulares.

Frey considera que esta iniciativa es innovadora porque aún se desconocen muchos aspectos, sobre todo a nivel molecular, de cuáles son los mecanismos que actúan durante el establecimiento de la unión entre ambas plantas. «Si conseguimos descubrir más detalles sobre el funcionamiento de los injertos podremos elaborar herramientas o tratamientos para mejorar su éxito. Además, y no menos importante, entenderemos un poco mejor cómo las plantas interaccionan al combinarse entre ellas, cómo se reconocen, cómo se defienden del estrés, cómo se reparan, etcétera». 

Respecto a las ventajas, el investigador de la ULE asegura que la principal es que el injertado puede evitar tratar a las plantas con algunas sustancias. Es más, tal y como subraya, si se cumplen los objetivos del proyecto, tanto productores de planta injertada como agricultores se verían beneficiados. Los primeros porque se ahorrarían muchas de las pérdidas ocasionadas por la producción de combinaciones demandadas, pero de baja compatibilidad, para las cuales son necesarias un número de injertos grande, ya que la proporción de éxito es baja. 

La idea surgió, según relata, durante el trabajo de fin de grado que realizó en el Área de Fisiología Vegetal y el Área de Biología Celular de la Universidad de León. En la primera le propusieron indagar en el desarrollo de los tejidos de un injerto y esclarecer el papel concreto que desempeñan en el proceso los cambios en las paredes celulares. «Me encantó. La verdad es que es algo que me parece asombroso cómo es posible que dos organismos diferentes se combinen en uno solo; las plantas son una caja de sorpresas», reflexiona Carlos Frey. 

Una pasión que se unió a lo que siempre ha visto. Y es que este investigador es natural de la localidad berciana de Cacabelos. Allí tienen muchos cultivos injertados: castaños, cerezos, vides, almendros… «Nuestra idea inicial era trabajar con injertos de vid, dada la importancia del cultivo para la provincia. Lo del tomate surgió como una aproximación inicial que después pudiera aplicarse a otros cultivos». 

Indica que apenas existen grupos de investigación que centren sus trabajos en este tema desde el punto de vista biológico. Por ello, considera que este proyecto sí que es pionero, puesto que no se habían planteado metas tan ambiciosas sobre este tema, sobre todo profundizando en los cambios relacionados con las paredes celulares. De igual manera, sostiene que la búsqueda de marcadores tempranos y de los tratamientos de mejora de la formación del injerto con los que trabajan tampoco se habían desarrollado antes.

Ahora, avanza Carlos Frey, quieren indagar en qué papel juega la pared celular que media la adhesión entre una y otra planta. Su composición y estructura, dada por la presencia de unos u otros compuestos, podría ser «clave» a la hora de reconocer y adherirse una y otra planta. 

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