TESTIMONIO
David Vallat: "Los jóvenes se unen a la Yihad por rebeldía"
Yihadista arrepentido, aboga por un diálogo entre autoridades políticas y religiosas para prevenir la radicalización
"¿Por qué me convertí en yihadista?", se preguntó el arrepentido David Vallat tras luchar en Bosnia, Afganistán y Pakistán y purgar casi cinco años de cárcel en Francia. La respuesta: esa doctrina le “cubrió de gloria”, le hizo sentir “un héroe” y le dio un estatus social en un mundo zarandeado por las desigualdades. Entonces ¿en dónde queda la religión? “Lo espiritual acaba siendo anecdótico”, asegura Vallat, porque lo que él buscaba, como lo buscan ahora otros jóvenes, era revolución. “Muchos quieren cambiar la sociedad porque la ven injusta y no quieren copiar el modelo de sus padres obreros, mal pagados y esclavizados”, agrega. Y sostiene que el denominador común de cuantos musulmanes optan por el radicalismo no es el islam, sino la juventud. “El islam es solo un factor de movilización que nos venden como un proyecto social y político, pero lo que mueve las conciencias es la rebeldía, ver las muertes bajo la opresión de determinados regímenes…”.
David Vallat, francés, era un aprendiz de delincuente de 16 años cuando alguien le habló de un nuevo proyecto armonioso y reconfortante abrazando el islam. Se convirtió a la fe islámica e inició su transformación pausadamente, como si volviera a nacer. El dogma era su nueva razón de vivir, sin percatarse de que sería carne de cañón para grupos extremistas que le convencieron de la necesidad de ayudar a los hermanos musulmanes en el frente de Bosnia. Vallat pensó que su lucha era legítima, y acabó envuelto en una guerra contra Occidente que exigía una ruptura total con su entorno 'kufar' (infiel).
"Nosotros al paraíso y ellos al infierno"
Los captadores introducen a los jóvenes, a través de vídeos, en un clima de tensión, de rechazo a cualquier cosa que produzca placer, como la música, y el adoctrinamiento afila el discurso de la desigualdad y el racismo: “Los musulmanes no tenemos los mismos derechos, las sociedades nos excluyen, obstaculizan nuestra vocación religiosa, nos oprimen y nos discriminan”, relata Vallat. Así comienza la radicalización, para luego definir al enemigo: “¿Quiénes son los infieles y responsables de la injusticia?”. “Nos adoctrinan para morir asesinando a infieles. Nosotros al paraíso y ellos al infierno”, explica.
De Bosnia, Vallat pasó a las filas de Al Qaeda para luchar junto a los talibanes en Afganistán y Pakistán. “Comía, dormía y soñaba yihad”, recuerda. La Yihad leída como una puerta a la liberación personal, hasta que descubrió el totalitarismo dentro de los grupos armados, en los que los combatientes rinden sumisión a emires que hablan en nombre de Dios. “¿Qué estoy haciendo?, ¿en qué me he convertido?”, pensaba ya entre rejas.
Según Vallat, “la desradicalización comienza cuando uno toma conciencia de que se ha equivocado”. No es fácil. “Cuando te inyectan ideas políticas, crees en ellas hasta el final y dejas de confiar en amigos, padres y vecinos”.
El papel de la familia
¿Cómo prevenir? “Los padres son fundamentales. Deben alertar cuando el joven deja de escuchar música en casa, quita el póster de su club, deja de ver el fútbol y de visitar a su amiga. Cuando rechaza frecuentar determinados lugares, abandona su deporte favorito, ya no celebra su cumpleaños., deja de ser un buen alumno. Cuando se aísla porque ya ha creado un universo diferente ”.
Él volvió a la “vida civil” a principios del 2000 reconvertido en musulmán laico y con su experiencia trata de contribuir a un diálogo entre autoridades políticas y religiosas para dar respuestas: “Hay imanes que buscan la concordia, pero otros llaman a combatir al infiel y aunque muchos de quienes les oigan no les sigan, siempre habrá alguien que lo hará”.