El Papa recibe a una delegación rohinyá en Bangladés
El pontífice, en su viaje más sensible de su papado, denuncia el drama de la étnia musulmana reprimida por el Ejército de Birmania pero sigue sin pronunciar su nombre durante su visita a Dacca
El papa Francisco persevera con las alusiones oblicuas a los rohinyás en Bangladés, su segunda y última etapa asiática. Esta noche, cuando reciba a una delegación de los rohinyás, tendrá su última oportunidad para pronunciar la palabra maldita antes de partir mañana a Roma.
Su reciente intervención permite interpretaciones opuestas. El pontífice se refirió a la etnia musulmana identificando su provincia de origen, la misma fórmula que empleó la semana pasada la lideresa birmana Aung San Suu Kyi en Myanmar. El eufemismo decepcionó a los rohinyás y a las organizaciones de derechos humanos que le exigen más claridad y menos diplomacia. “Sus acciones han golpeado su reputación de hombre que no se preocupa por decir la verdad ante los poderosos y tristemente parece que no ha conseguido mucho a cambio”, ha opinado Phil Robertson, subdirector de la rama asiática de Human Rights Watch.
La nueva omisión palideció con la contundencia del discurso anterior del presidente bangladesí, Abdul Hamid, quien aludió al “millón de rohinyás que han sido desplazados a la fuerza”, a las “atrocidades del Ejército birmano” y a “las mujeres y niños brutalmente asesinados”.
RESPUESTA AL MUNDO
Por otro lado, las denuncias del Papa al drama rohinyá expresadas en Dacca y las exigencias de respuesta al mundo son de mayor calado e inequívocas. “Ninguno de nosotros puede ignorar la gravedad de la situación, la gran factura en términos de sufrimiento humano y la precaria condición de vida de nuestros hermanos y hermanas, muchos de ellos mujeres y niños, que siguen hacinados en campos de refugiados”, afirmó. También exigió al mundo que tome medidas para solucionar la crisis, no sólo en el plano político sino con asistencia material a Bangladés.
Los esfuerzos de este pequeño y empobrecido país asiático para acoger a cientos de miles de refugiados son especialmente ejemplares en un contexto global de desentendimiento hacia los más desfavorecidos. Varios gobiernos asiáticos impidieron el acceso a sus costas de las precarias embarcaciones en las que los rohinyás se echaron a la mar dos años atrás.
El Papa ha ordenado esta mañana a 16 sacerdotes en el inicio de una apretada jornada. Más de 100.000 personas se han acercado al mismo parque de Dacca en el que el papa Juan Pablo II ofició una misa multitudinaria en 1986. Los católicos apenas representan el 1% de los 160 millones de bangladesís pero en las últimas tres décadas ha doblado su crecimiento y tiene una gran presencia por su gestión de escuelas y hospitales.
VIAJE MÁS SENSIBLE
El pontífice apadrinará este viernes una plegaria por la paz junto a representantes musulmanes, hinduistas y budistas para subrayar que la religión nunca puede ser utilizada para justificar la violencia. En el acto participarán 18 rohinyás llegados de los campos de Cox’s Bazar, según el Vaticano.
Francisco ha lidiado en Myanmar y Bangladés con la crisis de esa etnia musulmana en el viaje más sensible de su papado. Más de 600.000 rohinyás han huido desde agosto de la antigua Birmania y acabado en los campos de refugiados de la vecina Bangladés. Los asesinatos, violaciones y quemas de sus poblados han sido calificados por la ONU y Estados Unidos como una “limpieza étnica de manual”. El Papa no se ha referido a ellos hasta ahora por su nombre para no arruinar sus relaciones con Myanmar, que los califica de inmigrantes bengalís y les niega la nacionalidad.