ELECCIONES
La victoria proindependentista en Taiwán envía un mensaje claro a Pekín
No amaina en el Estrecho de Formosa. La previsible y holgada victoria de las fuerzas pro independentistas en las elecciones presidenciales de Taiwán prorrogará durante cuatro años más las relaciones áridas entre la isla y China. La presidente reelecta, Tsai Ing-wen, interpretó el mensaje de las urnas ante las masas: "Los resultados tienen una importancia especial porque muestran que cuando nuestra democracia y soberanía están amenazadas, los taiwaneses mostramos nuestra determinación incluso con más fuerza". Tsai también se dirigió a la comunidad internacional que da la espalda a su país, animándola a tratarlo como "un socio y no como un problema". Es seguro que su llamamiento será ignorado.
El Partido Progresista Democrático (PDP) ha conseguido el 57% de los votos, casi 20 puntos por encima del Kuomintang (KMT), partidario de un acercamiento paulatino y condicionado a Pekín. Los ocho millones de votos incluso superan la marca histórica de Ma Ying-jeou en el 2008. Su victoria sella una de las resurrecciones políticas más epatantes que se recuerdan. Sus índices de popularidad alcanzaron simas del 15%, su partido naufragó en la última cita con las urnas, apenas dos años atrás, y su liderazgo se daba por finiquitado por su calamitosa gestión económica.
Sus políticas no lograron levantar los sueldos congelados ni facilitar el acceso a la vivienda de la juventud, sus esfuerzos por promover el uso de la energías verdes desembocaron en escaseces energéticas y su iniciativa para acortar la jornada laboral fue tumbada. Pero los asuntos económicos fueron arrinconados tan pronto las calles de Hong Kong empezaron a llenarse de manifestantes clamando por democracia. Tsai alimentó la tradicional desconfianza de sus ciudadanos hacia Pekín y se erigió en el dique de contención de la democracia liberal taiwanesa contra el titán comunista. "Hoy es Hong Kong, mañana será Taiwán" ha sido su ubicuo lema electoral.
Presión desde Pekín
Su campaña ha sido involuntariamente aceitada por Pekín, cada vez más impaciente por lograr la ansiada reunificación. El mensaje del presidente, Xi Jinping, insistiendo en venderles la arruinada fórmula de "una país, dos sistemas", o el editorial del diario oficial Global Times, aclarando que "la reunificación con la madre patria es inevitable independientemente de quién gane las elecciones", ha agudizado la sensación en la isla de que están bajo asedio y necesitan de una figura tan firme y briosa como Tsai.
El aluvión de votos de los jóvenes ha decantado la balanza hacia Tsai, que ha empujado audaces reformas como el matrimonio homosexual. No ha faltado en las elecciones la inevitable ración de 'fake news' por ambos bandos, con campañas que buscaban desprestigiar a Tsai o exageraban la gravedad del cuadro en Hong Kong. Los últimos cuatro años han sido intensos, con pertinaces gestos desde China que evidenciaban su incomodidad: limitaciones al turismo, aislamiento diplomático, ejercicios militares en su patio trasero… No es previsible que cambie el menú. Tsai, además de lidiar con la hostilidad china, tendrá que reavivar una economía escasamente competitiva que fuerza a muchos de sus mayores talentos jóvenes a emigrar hacia esa China que abominan.