Heraldo-Diario de Soria

MIS FAVORITOS: TABERNA OBREGÓN (VALLADOLID) / JULIA GONZÁLEZ

Risotto, el secreto de la mujer azul

Julia González y Carlos Artigas brindan con un blanco verdejo en la barra del Obregón.-Pablo Requejo

Julia González y Carlos Artigas brindan con un blanco verdejo en la barra del Obregón.-Pablo Requejo

Publicado por
Mar Torres
Soria

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Hay personas que parecen lo que son. Otras lo cubren con apariencias. En ese revolutum de seres y estares se encuentra la intendente González Calleja, Julia. Ella es. Para quien no sepa aún en qué trabaja, un dato: es la única jefa de Policía Municipal de una capital de España y ocupa ese puesto en Valladolid desde octubre de 2014, la ciudad donde nació aunque tenga raíces leonesas y palentinas.

Cuando se trata de conversar, verdejo en mano, que ya está fuera de servicio, Julia se muestra afable, cercana, muy gremial con las mujeres. Sin uniforme. Solo cuando se tocan temas relacionados con el trabajo vuelve a vestirse de azul. Una profesión hacia la que siempre sintió inclinación y desempeña desde hace 32 años.

Tal vez la mano que tiene para preparar el risotto, «incluso las empanadas», sea herencia de su padre Pedro, cocinero, al que veía cocinar en casa. «Siempre quiso que cocinase y mi madre Concha me decía que perdía una oportunidad de oro al no querer aprender con él». «Yo siempre respondía que ya aprendería... y ahora, si quieres una receta la buscas en internet... pero ahora echo de menos no haber aprendido algo más con él».

Prefirió estudiar Derecho sin olvidar su sueño: ser policía. «En esos años había muchas series en televisión [ríe]» y en la convocatoria de 1982 aprobó el ingreso. Estaba en segundo de carrera. «Fui la tercera pero no pude entrar porque el permiso de conducir estaba expedido unos días después». Así que tuvo que esperar a 1984. «Eran 59 plazas y entraron 13 mujeres». En la convocatoria del 82 había 26 plazas para hombres y 8 para mujeres y señala que las primeras entraron en 1972. Fueron 19 mujeres.

Mujer y policía, en los años 80, tampoco era fácil de compatibilizar: «Quise entrar en el servicio de patrullas y no nos dejaban porque ‘no nos veían’. Ahora, dentro hay una vida normalizada y fuera la sociedad ha evolucionado y no se cuestiona».

«¿Otro vino y un canapé de gambas al ajillo?», pregunta Carlos Artigas. Carlos está al frente del restaurante Taberna Obregón. La cercanía a la Jefatura de la Policía Municipal hace que ‘el Obregón’ sea el lugar donde reponer fuerzas durante las jornadas de trabajo. Cafés, pinchos, menús... de todo. «Aquí pone muy bien el rabo de ternera, el risotto y el cocido... hay buena atención y Carlos es muy divertido», confiesa Julia. «Es supercampechana, una relaciones públicas nata, muy buen perona... ¡y debe ser estricta por el puesto de responsabilidad!», comenta el hostelero y refiere que a la intendente le gusta todo, sobre todo el rabo guisado, las ensaladas y los arroces.

Artigas lleva 30 años en el sector. De ellos, 22 en la hostelería nocturna (tuvo los establecimientos Paco Suárez, El Refugio y La Baguetería del Cuadro). Y es el protagonista del Obregón: a poco que se le provoque, la terturlia está hecha. El bar restaurante abre todos los días, de 8.30 a 1 de la noche. Asíduos y de paso, optan por el menú del día o la carta. Es una cocina de mercado con elaboración casera. Tiene capacidad para 40 personas en sala y una terraza con 15 mesas. De la buena marcha del local se encargan nueve personas, de las que siete son mujeres.

Julia prefiere por la cocina tradicional, lo que vio a su padre, aunque reconoce que en la actualidad se hace una cocina «espectacular». Confiesa ser «muy de carne», aunque, dice, últimamente está ‘mutando’ y le gusta mucho el pescado al horno, y también la pasta, sobre todo como la prepara su hijo, «el arroz, de cualquier forma, el pollo asado en el horno, de las frutas mandarina, naranja y sandía en verano». En esto de comer fuera, apunta otros favoritos: Mannix por su lechazo asado; Casa Tino por los huevos fritos, Los Zagales y El Corcho, donde no perdona el buñuelo de bacalao ni la croqueta.

Para acompañar, agua, blanco verdejo y tinto de la Ribera del Duero. En esto del vino empezó «tarde». «Los viernes tomábamos un vino en el Cachito –lugar de reunión de estudiantes en la calle Librería, frente a la facultad de Derecho–. Ahora, los jóvenes no beben solo un vino. Estamos con charlas para prevenir el consumo y sobre todo que vean el riesgo que conlleva asociar alcohol y conducción». «Hay que educar desde pequeños en la normalidad [del consumo de una copa de vino] y todo en exceso es malo». «La gente ya se va concienciando y si va a beber utiliza el transporte público». Unas cosas llevan a otras y preocupada también por el ciberacoso, alerta sobre el problema de «subir todo a las redes». «A los niños les decimos que en las redes se puede ser delincuente o víctima».

El tiempo pasa y recuerda los años de amenaza terrorista, «se vivieron situaciones difíciles», o aquella ocasión, «durante un concierto de rock en el polideportivo de La Rondilla, cuando salió un chico sangrando tras haber recibido una navajada», fue «la situación más difícil» que ha vivido y que sin embargo «no tiene nada que ver con lo que ha pasado algunos compañeros cuando, tras recibir una llamada, acuden a un domicilio y les abren con una pistola en mano».

Entusiasta de su trabajo, reconoce que sin el apoyo de Teo, con quien está casada, no hubiera podido llegar a donde está. «Cuando hice el máster de Estudios Policiales, mi hijo tenía tres años y él se encargó de todo, y con las oposiciones también», relata. Ascensos en la profesión, porque en casa mantiene que es más sargento que intendente. Sargento con causa: «Hay que estar diciendo continuamente recoge esto, haz lo otro...», dice recordando cuando su hijo Javier era pequeño. En casa cuelga el uniforme y son sus ‘chicos’ quienes regulan la vida doméstica en cuestiones de fogones: «Hago la compra y Teo la comida».

Julia, que iba «para juez o fiscal» terminó Derecho y dos máster (en Barcelona y en Valladolid), asegura que le gustaría «hacer el doctorado en materia penal», «pero esta pendiente en Valladolid», comenta. ¿Y cuándo sea mayor? «Disfrutar mucho y disfrutar de los nietos, si los tengo». «Tener tiempo para leer más... –uno de sus autores favoritos es Vázquez Figueroa– en una playa... una vida relajada». Porque ahora, a esta policía a la que le gusta mucho el trabajo operativo, el día no le da para más (también dedica tiempo a la preparación física).

Y en la cercanía del momento, reconoce que su presencia, mujer y jefa, «sí se nota en determinados actos, como la mayoría son hombres...». «Pero las cosas cambian. Hay más mujeres policías, inspectoras, guardias civiles, militares...».

«También hay un cambio de la sociedad hacia el policía. Antes éramos ‘una amenaza’. Lo mismo en la otra dirección: cuando entré en la Policía el ciudadano venía a plantearte un problema. Ahora el ciudadano es una solución por la colaboración que presta. En violencia de género, por ejemplo, en cuanto oyen o ven algo nos llaman, un cambio que también es una respuesta al experimentado por la Policía, más abierta a la sociedad».

Está al frente de una plantilla envejecida, con una media de 50 años. «Todos, jóvenes y no tanto, se cuidan mucho». «Han pasado de almorzar bocadillo de tortilla de patata con torreznos a la fruta y yogur», señala.

SUS FAVORITOS

Taberna Obregón. Pº. Obregón, 14. Valladolid. T. 983 342 883

Casa Tino. C/ de la Manzana, 4, Valladolid. T. 983 331 677

Mannix. C/ de Felipe II, 30, 47310 Campaspero (Valladolid). T: 983 698 018

Los Zagales. C/ de la Pasión, 13, Valladolid. T. 983 351 525

Bar El Corcho C/ Correos, 2, Valladolid. T. 983 330 861

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