LA POSADA
Las Vicarías, en Soria, una 'raya' para definir un reino
Monteagudo, uno de los Pueblos Más Bonitos de España, y su comarca marcan la puerta de entrada a la meseta y la linde histórica con Aragón
Es uno de los Pueblos más Bonitos de España, y razones no le faltan. Monteagudo de las Vicarías y su comarca no siempre aparecen en las grandes guías de viajes, pero merece la pena tomar una nota al margen y ‘perderse’ unos días para conocerla. Patrimonio, historia y buen comer en la linde de Castilla y León con Aragón.
Lo primero que sorprende al visitante es el paisaje. La comarca de Las Vicarías, conocida así por depender en tiempos de vicarios designados por el Rey de Castilla, no tiene la estampa más típica, tópica y turística de Soria. El verdor de espacios como la Laguna Negra o el Cañón del Río Lobos da paso a la tierra rojiza y al cereal, ahora dorado donde aún no se ha cosechado, los cerros pelados y la estepa.
Cinco ayuntamientos componen esta pequeña comarca, muy cerca a la aragonesa de Calatayud, hasta el punto de que en tiempos rendían pleitesía al mismo monarca. Cañamaque, Fuentelmonge, Monteagudo de las Vicarías, Serón de Nágima y Torlengua resisten desde tiempos inmemoriales en la frontera.
Todos tienen sus atractivos, algunos por espectaculares, otros por sencillos pero llenos de sabor. No obstante Monteagudo fue declarado recientemente como uno de los Pueblos Más Bonitos de España, así que es un buen punto para comenzar una visita a una Soria distinta, de sabor castellano pero con matices de otros reinos.
Sus calles tradicionales dan la bienvenida al visitante, que primero tiene que atravesar un antiguo arco a modo de puerta en el tiempo. Y es que, sobre el paisaje, se yergue el monumental castillo, conocido como Palacio de Altamira, precioso por fuera y repleto de atractivos por dentro.
En Monteagudo entendieron que conservar el patrimonio es algo muy positivo, pero darle uso para que vaya 'más allá de ver piedras' puede ser maravilloso. El pasado verano y tras una cuidada restauración, la fortaleza abrió sus puertas como sala de exposiciones.
El castillo en sí es una maravillosa 'cebolla' de capas sorprendentes. Nació con forma medieval, pero por fuera sus elementos presentan un toque más refinado que la mayoría de fortalezas. La planta pentagonal, su poliédrica torre o las elaboradas almenas muestran su singularidad. Por decirlo de alguna manera, mas allá del imponente aspecto defensivo que corresponde a todo castillo, también tiene su parte estética.
Una vez dentro es... Un palacio renacentista, aunque cargado de toques góticos. Los Hurtado de Mendoza decidieron reformarlo y en su interior hay una galería porticada desde cuyos balcones parece más probable que se asome la Julieta de Shakespeare que el Mio Cid.
Súmese a eso la apuesta por convertirlo en sala de exposiciones, la reciente reforma que lo mantiene en buen estado de conservación o el tener adosada la parroquia de Nuestra Señora de La Muela (gótico con aires mudéjares, muy curiosa) para completar junto a las murallas un conjunto singular. Súmese a ello que el turismo dista de haberse masificado, y se obtendrá una visita imprescindible.
También tiene un pellizco de historia de la Comunidad. Por estos lares nació María de Mendoza, la madre del comunero Juan Bravo, así que algo aportó sin duda a la configuración de Castilla y León más allá de servir de frontera con otros reinos.
La cosa no queda ahí. Monteagudo tiene dos castillos, ni más ni menos. El Castillo de la Raya, Bien de Interés cultural, también vigila sus tierras aunque en este caso sin estar integrado en el casco urbano. La fortaleza actual, en ruinas, se erigió en torno a la Torre de Martín González, anterior, combinando sillares de piedra y mampostería. Su misión era ejercer de puerta de acceso a una meseta que luego se extiende cientos de kilómetros hacia el oeste. Hoy poco queda en pie, pero suficiente para imaginar la importancia de un puesto fronterizo en tan privilegiado enclave, junto al valle del Jalón.
A sus pies un pequeño templo, Nuestra Señora de la Torre, evoca tiempos de repoblaciones y conversiones. Sobria y solitaria, en su interior la curiosa techumbre y el pequeño artesonado están cargados de influencias mudéjares, un tipo de arte poco común en Castilla y León pero que en esta linde con Aragón deja algunas pinceladas.
Y de lindes y fronteras es buen ejemplo esta iglesia. Su interior de divide en dos: una parte pertenece a Monteagudo de las Vicarías (Soria, Castilla y León) y la otra a Pozuel de Ariza (Zaragoza, Aragón), localidades separadas por un corto paseo. Otrora en las celebraciones los de cada pueblo, cada provincia, cada Comunidad, se sentaban en su lado correspondiente. Aquí lo de ‘tierra de frontera’ es de una literalidad absoluta.
En la cercana localidad de Serón de Nágima las calles mantienen ecos de las tres culturas. En la pequeña localidad se han constatado restos de una mezquita (ahora la parcela alberga el templo de Nuestra Señora del Mercado), se cree que vivieron judíos, la huella cristiana es perfectamente visible y términos como 'alhóndiga' llegaron bien vivos hasta el siglo XXI.
De hecho aquí se reunieron Sancho III de Castilla y Ramón Berenguer IV, príncipe de Aragón, a principios del siglo XII para firmar el acuerdo que aclaraba las fronteras entre Castilla y Aragón. Fue el Tratado de Haxama que dejó a Calatayud en el lado 'maño' y fue configurando en parte la España actual. No fueron los únicos reyes y nobles de pasaron por Serón, hoy bastante más tranquilo.
Parte de esa singular historia aún se yergue en forma de castillo, o más bien de sus ruinas. Pero la fortaleza de Serón de Nágima no es 'otra más' y de hecho pocas así hay en Castilla y León. Sea por presupuesto, por disponibilidad o por premura, no es de piedra.
Los antiguos habitantes de Las Vicarías decidieron erigir el castillo en arcilla, siendo posiblemente una de las mayores construcciones de España en este material. Hoy poco queda de su antiguo esplendor y de hecho está en la Lista Roja del Patrimonio, pero no deja de ser cuasi milagroso que haya llegado al siglo XXI una 'fortaleza de barro'. Bien merece la visita, aunque sólo sea por evocar imágenes de otras culturas. No se encuentra sobre la tierra, es la propia tierra que se levanta hacia el cielo en forma de muros.
No es el único atractivo patrimonial de Serón de Nágima. En su plaza Mayor se atisban vestigios de edificios con cuatro siglos de historia y cuenta con tres iglesias y dos ermitas, la mayoría de ellas muy bien conservadas. Con menos de 200 habitantes, la concentración de patrimonio es cuando menos destacable. ¿Gótico? Hay. ¿Barroco? Algún retablo habla por sí solo. ¿Románico? También quedan vestigios.
Además, hay otra singularidad patrimonial. Hasta estos días han llegado dos pairones, las singulares columnas de piedra que pueden evocar a los rollos de justicia pero que tenían una función bien distinta. Se ubicaban a las afueras de las localidades para indicar su cercanía y tenían un componente religioso, más que para juzgar. Las Vírgenes del Pilar y del Carmen mantienen el suyo, cosa que otras muchas localidades de Castilla y León han perdido.
La cercana Fuentelmonge, sin embargo, conserva hasta cuatro pairones. Al igual que el resto de la comarca es un pueblo de tonos rojizos y vida cerealista donde la escasa población no empeña los rincones de esplendor de otros tiempos. Prueba de ello es la iglesia de Nuestra Señora de la Romerosa, donde el gran tamaño y la riqueza decorativa del barroco evidencian que es tierra de importancia. En Semana Santa, la singular recreación de la Pasión, donde los golpes de las picas romanas y del martillo que clava al Cristo articulado marcan el ritmo, también merece la pena una visita por su singularidad.
En Torlengua mora la ‘Novia de las Vicarías’, la torre de la parroquia de Santiago El Mayor. Su techumbre, recientemente restaurada, evoca aunque a una escala mucho menor la del Pilar de Zaragoza. Pero también tienen su ermita y su buena devoción a Nuestra Señora del Pilar, que frontera no significa enemistad. Si gusta, el Ayuntamiento ha realizado distintas intervenciones para atraer pobladores.
La Vicarías se completan con Cañamaque, una pequeña localidad donde el gótico se tiñe de rojo y los campos de dorado para dar la bienvenida al visitante. Humildad, arquitectura tradicional y tranquilidad son señas de identidad de un lugar acogedor donde la historia fluye y la vieja Castilla comienza.