Atauta, un tesoro BIC en 141 bodegas
La localidad cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural para la zona de 'El Plantío' donde el vino madura bajo tierra y se puede viajar en el tiempo
El nombre de la pequeña localidad soriana de Atauta ha viajado por todo el mundo asociado a sus prestigiosos vinos, que han recalado con éxito en las grandes guías nacionales e internacionales. Pero el propio pueblo tiene sobrados atractivos para devolverle la visita aunque en buena parte estén ocultos bajo la tierra, custodiados por 141 puertas. «Atauta es una joya aparte de su valor vitivinícola», explica Daniel García, alcalde de San Esteban de Gormaz, municipio al que pertenece.
Su conjunto de bodegas tradicionales se declaró Bien de Interés Cultural (BIC) como conjunto etnológico en 2017 y en 2020 llegaba otro reconocimiento por parte de la Junta, el Premio a las Mejores Prácticas en Conjuntos Históricos y Etnológicos de Castilla y León. Desde entonces se ha apostado por mejorar las infraestructuras turísticas para convertirlo en un lugar más completo para los visitantes.
La ‘estrella’ de la localidad son «las vistas y las pequeñas bodegas» excavadas en la tierra y rodeadas por un extremo por las viñas, por el otro por el casco urbano encaramado a una meseta a modo de castillo. En total son 141 son bodegas, 19 lagares, nueve lagaretas, tres casillos y cuatro palomares según la declaración BIC para conformar un enclave único. Aquí el vino no sólo es una bebida, es una cultura tangible.
El conjunto de ‘El Plantío’, que así se llama, recoge en piedra el saber de los antiguos pobladores. La mayor parte de sus estructuras son del siglo XIX y acompañan a las viñas viejas que lograron esquivar la filoxera en este rincón de la Ribera del Duero, aunque también hubo tiempos de declive. Hoy en día son motivo de orgullo. Pisando el terreno cualquiera puede pensar que se ha trasladado a un pequeño poblado de seres fantásticos teniendo en cuenta que en superficie apenas sobresalen los accesos con sus puertas. Tolkien estaría en su salsa.
Si se tiene la suerte de poder visitarlas se entra al corazón del vino tradicional. Generación tras generación, los vecinos de Atauta han ido procesando sus uvas y compartiendo almuerzos bajo tierra. La temperatura y la atmósfera cambian totalmente para que el tinto -aunque también hay algo de Albillo para hacer rosado- reposen una vez exprimidos y maduren con toda la tranquilidad del mundo. «Ofrece turismo de calidad» y mantiene viva a la localidad, que por ejemplo ha sumado «una tienda multiservicios al bar».
Nuevas infraestructuras para el turismo
Para disfrute de los vecinos y visitantes, la declaración como BIC dentro de la categoría de conjunto etnológico ha ido trayendo nuevas iniciativas para el turismo. Por ejemplo, la rehabilitación de la antigua fragua, dentro del bloque protegido. García repasa cómo también se ha recuperado «el lavadero, un lagar, o la exposición permanente sobre etnografía en la planta superior del centro social» gracias al trabajo del alcalde pedáneo, Adolfo Tomás.
Asimismo se aprobó una nueva iluminación nocturna para el camino que conecta el casco urbano con ‘El Plantío’ y para la iglesia. Si la vista impresiona de día, aún más lo hace de noche. La propia estructura de Atauta evoca a los pueblos medievales y verlo desde la zona del valle es espectacular. La calma que evoca es de ‘gran reserva’ y la barbacana, con la iglesia coronando el conjunto, permite trasladarse siglos atrás.
También con la vista puesta en el atractivo turístico que suponen sus bodegas se creó un nuevo aparcamiento. Tiene capacidad tanto para turismos como para autobuses con la vista puesta en una afluencia que crece. Sus vinos han paseado el topónimo ante los mejores sumilleres, pero gracias al turismo de experiencias cada vez son más las personas interesadas en conocer de primera mano dónde surge su magia. «Somos 19 núcleos de población y cada uno tiene su encanto», apunta García. Junto con el resto de núcleos de este extremo de la Ribera «el potencial es increíble. Tenemos mucha variedad dentro del término» y la «cohesión nos hará más fuertes» como destino turístico.
No en vano las viñas de la zona aparecen citadas ya en el año 1201 y vinculadas al Monasterio de Silos. Ahora, los pequeños productores familiares y bodegas selectas conviven en un paisaje que se asemeja a una colcha de retales y en el que se fusionan agricultura, construcciones tradicionales y naturaleza. Desde la ‘balconada’ que ofrece el propio pueblo la imagen es de postal. Las parcelas de vid que salpican el paisaje ofrecen también variedad, del ocre al gris.
Todo ello lleva al alcalde sanestebeño a «pensar en aprovechar todo el potencial de Atauta tanto a nivel de visitas como de productos», haciendo que ese inmejorable nombre que tiene en el campo enológico atraiga visitantes. Y es que la localidad «puede crecer y mantener altos estándares de calidad turística». Sea por el vino, por la arquitectura, por la historia o por el paisaje, el conjunto de pueblo, bodegas y campos encandila. Con San Esteban, su románico y sus servicios a menos de seis kilómetros, merece la pena el viaje para conocer un BIC en 141 túneles.