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Destino

Fundación Vicente Marín, por amor al arte desde un pequeño pueblo de Soria

La colección del Conde de Atarés y Marqués de Perijaá pone al alcance de los visitantes de Bretún obras que van de Salzillo a Sorolla, de Murillo a Solomon y de la Dinastía Ming a César Manrique en un proyecto cultural y turístico sin parangón

Vicente Marín posa en el salón de uno de los cinco edificios recuperados para el arte con sus inseparables perras.MONTESEGUROFOTO

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Soria

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Los fondos que exhibe la Fundación Vicente Marín en el pequeño pueblo de Bretún (Soria) se podrían definir como un museo ecléctico con piezas de gran belleza. Pero sería quedarse terriblemente corto. ‘Museo’ no hace justicia a los cinco edificios que se han ido restaurando y poblando con arte, dando nueva vida a la localidad. ‘Ecléctico’ no llega a abarcar un abanico que va desde tallas románicas a la Dinastía Ming, de una Virgen sudanesa a la volcánica abstracción de César Manrique y de las esculturas de Salzillo a un trozo de meteorito. Y ‘piezas de gran valor’ sólo se referiría a lo artístico de las mismas, sin tener en cuenta que Vicente Marín las sublima recordando anécdotas, historias e intrahistorias de muchas de ellas.

Porque Vicente no es un coleccionista, es un anfitrión. «Totalmente», apunta desde el sofá de su casa, rodeado de grabados, cuadros, esculturas y objetos decorativos de toda índole. Cuando se le pregunta si es un ‘bendito loco’ por llevar a un pueblo de menos de 20 habitantes en las Tierras Altas de Soria una colección de arte que refulgiría en cualquier gran capital europea sus ojos refulgen tras las bifocales. «Bastante loco», susurra con media sonrisa. Pero cada vez con más compañía. «Mañana viene un autobús de Madrid con 52 estudiantes de Historia del Arte».

El origen de la Fundación Vicente Marín y José Miguel López Díaz de Tuesta, que ese es el nombre completo, está en el testamento del Conde de Atarés y Marqués de Perijaá. Legó a Vicente su colección de arte y, lejos de aprovecharla para engrosar sus cuentas, decidió ir creando espacios para compartirla con el visitante. No era el camino fácil pero para Vicente -88 años, «18 estents y tres infartos»- era el camino a secas. Su movilidad física se resiente, pero su cerebro sigue siendo el de aquel joven veinteañero que vivió el bullir del Madrid de los 60 entre aristócratas, estrellas del cine y la canción y largas noches.

Pablo, mano derecha de Vicente, señala a los visitantes las 12 tallas del Apostolado de Salzillo que flanquean la cama del Conde de Atarés.MONTESEGUROFOTO

Al mirar a lo logrado con la Fundación ve «una vida vivida. Lo que quieres encontrar es un sitio donde estés lo más tranquilo posible. Cuando empecé aquí lo comparaba con el anacoreta en su gruta; luego, cuando montas todo esto, soy fraile en el monasterio», resume rompiendo a reír. «Va evolucionando. Pero es un privilegio con 88 años estar donde has nacido, en tu tierra, disfrutando lo que has conseguido en tu vida. Es increíble».

Ese gozo es compartido e incluso ha puesto en marcha una casa rural y se pueden reservar habitaciones para dormir en el edificio principal. «Quiero que toda la gente lo disfrute. Es Soria digamos que no había un gran museo. Ahora tenemos el privilegio de poder instalar este legado aquí. Está adquiriendo una dimensión tremenda». De hecho señala una obra cercana. La familia Aranzadi «va a traer todas sus piezas etnográficas de África a otro museo aquí», convirtiendo a Bretún en la localidad con más museos por habitante del planeta. Hay yacimientos de icnitas donde ver in situ huellas de dinosaurio a menos de 100 metros, las cinco edificaciones de la Fundación Vicente Marín y pronto, una colección de referencia sobre África.

La conversación fluye entre el café, mimos a sus dos perras a las que «les consiento todo» y la charla vivaz de Vicente. La siguiente pregunta es obvia: ¿Qué tiene Bretún?. «Eso es lo que digo yo. Cuando venía aquí Pitita Ridruejo, también soriana, decía ‘yo no sé qué pasa cuando llego a Bretún, que es como una magia, hay una fuerza especial que me atrae’. Casi todo el mundo ha dicho lo mismo. Habrá alguna cosa de esas telúricas concentrada».

Un Murillo y un Solomon que evoca a la 'Gioconda' en uno de los edificios que albergan la colección.MONTESEGUROFOTO

En una colección tan variopinta toca cuestionarse los diálogos entre Murillo y César Manrique, por citar dos estilos totalmente contrapuestos. Y comienza a aflorar otro patrimonio, el de la memoria del anfitrión. «César Manrique era muy amigo. Estuvo dos veces en Bretún. Yo tuve la suerte de que todos mis amigos eran 20 años mayores que yo en la década de los 60 y podías absorber cantidad de cosas de todo este tipo de personalidades». De hecho, más adelante hay dos folios manuscritos de Manrique glosando a Bretún hasta en lo sonoro de su nombre.

De la prodigiosa memoria de Vicente van brotando intrahistorias de algunas de las 7.000 piezas que muestra, como la de ese dinero prestado a uno de los integrantes de Los Brincos para que su hijo estudiase pilotaje en Estados Unidos y que, tras fallecer el padre por el rápido avance de una enfermedad, saldó una Santa Ana románica enseñando a leer a la Virgen que vino de Pedraza (Segovia). O la de el Apostolado de Salzillo, que año tras año veían en ARCO por 65 millones de pesetas y que el Conde de Atarés logró hábilmente por 44 millones (de 1983) para que las 12 tallas flanqueasen su cama, todo ello perfectamente conservado en Bretún. O el visitante que «vino la semana pasada y me dijo que había comprado tres platos de una vajilla en Portobello (Londres) por un dineral para descubrir que aquí teníamos esa vajilla completa». O las dos negativas al Museo del Prado al pedir la compra del ‘Retrato de un joven Luis I’ de Miguel Ángel Houasse. O... En resumidas cuentas, en pocos museos del mundo charlar enriquece tanto lo que se muestra ante los ojos.

Vicente Marín posa ante una sala ricamente decorada dentro de su vivienda-museo.MONTESEGUROFOTO

Para este guardián de la cultura resulta imposible elegir una pieza especial. «Me hacen esa pregunta constantemente pero no sabría decir». Lo que sí tiene claro es que «el contacto con la gente, después de estar 40 años dirigiendo un hotel en Madrid, me encanta». En el libro de visitas -pronto tendrá que renovarlo por estar completo- destaca la gratitud por «encontrar un sitio simplemente diferente. Perdido aquí, en las montañas, todavía sorprende más. Se quedan muy sorprendidos. Entran en una especie de sueño».

Colección con vajillas de algunos de los mejores sellos del planeta en una de las salas.MONTESEGUROFOTO

El enclave es innegociable. «Es una cosa que es para Bretún, Soria y aquí tiene que permanecer Mi único sueño es que tenga continuidad. Para mi es lo principal. Esto se ha hecho con este fin. No puede ser que un patrimonio que viene así se desperdigue». Por el momento la Diputación de Soria acaba de dar el ‘sí’ por unanimidad a entrar en el Patronato y la Junta tiene la propuesta sobre la mesa.

Toca dar una última vuelta por los distintos edificios guiados por Pablo, «mi mano derecha», que las cuestas del pueblo se lo complican a Vicente. Desfilan el sensacional Cristo de marfil de más de dos metros de Jean-Baptiste Bouchardon, ese ‘Retrato de una joven viuda’ que tanto evoca a la ‘Gioconda’, las vajillas de los mejores artesanos del planeta, las pequeñas sorpresas de los roscones que con tanto cariño recuerdan al Conde, un Sorolla que no lo parece y otro que lo parece pero no lo es... Un microcosmos de belleza y memoria con el guardián más fiel.