AGRICULTURA
Receta para un suelo rentable
INEA insiste en que el análisis del suelo es una de las principales herramientas para gestionar de una forma «óptima» la explotación / Un consejo de abonado puede aumentar la producción en un 10% y lograr un ahorro del 20%
Los agricultores planifican ya las próximas siembras con el reto de optimizar sus explotaciones. Buena parte de esa optimización vendrá avalada por un buen análisis del suelo. Así lo creen desde el laboratorio agrícola y alimentario del INEA, donde instan al agricultor a «mimar y rentabilizar» el suelo agrícola que consideran «un patrimonio esencial».
La realización de un análisis del suelo es para Trinidad Peña, responsable del laboratorio, una herramienta «primordial» para gestionar la explotación. «A nadie se le ocurriría medicarse para el azúcar en sangre o para el colesterol sin antes haberse hecho un análisis», afirma.
El laboratorio del INEA analiza unas dos mil muestras al año. Actualmente aporta consejos de abonado a agricultores de toda la Comunidad y otros puntos de España. Cultivos como la remolacha, la patata o el viñedo necesitan la aplicación de fertilizantes con el máximo rigor científico y técnico para sacar la máxima rentabilidad. Y es que, como advierte la responsable del laboratorio de INEA, un aporte «aleatorio y no justificado» de fertilizantes minerales al suelo puede provocar «una disminución de la fertilidad, la contaminación de los acuíferos y unos gastos excesivos y no controlados».
Se trata en definitiva de «optimizar» el rendimiento. El agricultor es cada vez más «receptivo» a estas herramientas, aunque Peña cree que todavía hay que avanzar en este camino, especialmente en el secano.
El laboratorio de INEA realiza análisis que complementa, si así se solicita, un consejo de abonado que consideran «fundamental». Peña asegura que seguir las recomendaciones que establecen los técnicos puede suponer al agricultor un aumento de la producción en un 10% y un ahorro de costes en el abonado de hasta un 20%. Dinero que puede destinarse a otros cometidos dentro de la explotación.
Según la responsable de INEA, los análisis de suelos para cultivos de secano se pueden hacer cada tres o cuatro años, mientras que en regadío se recomienda cada uno o dos años. De esta forma, subrayan, «se puede realizar un plan de análisis de las tierras».
Y es que en contra de lo que pueda pensarse, aumentar la dosis de un fertilizante no solo no aumenta la producción sino que puede llegar a provocar «una disminución gradual de la cantidad producida». Así lo advierten desde INEA, organismo que pone de manifiesto que en este caso «el aumento marginal de la producción es negativo». No ajustarse a las necesidades reales del suelo agrícola puede, según Peña, «bloquear otros elementos». Un exceso de nutrientes en las tierras paraliza en definitiva otros «esenciales».
Los técnicos de INEA atribuyen la disminución de la fertilidad del suelo a posibles desequilibrios en el PH, bloqueos, deficiencias o excesos nutricionales, posibles fitotoxicidades, o la salinización del suelo, entre otros motivos.
Por eso aconsejan un análisis previo a la planificación de los cultivos para lograr una alta rentabilidad.
A la hora de hacer un análisis de suelo hay que tener en cuenta que es importante efecturar «un buen muestreo». De no ser así, los resultados del laboratorio podrían no servir para realizar una «fertilización adecuada».
En este caso, desde INEA se aconseja que el análisis de se realice siempre sobre una muestra «representativa» del total de la parcela. Eso exige al agricultor tomar varias catas siguiendo un zigzagueo por cada zona homogénea, que viene determinada por el color, la textura o los accidentes geográficos como los valles, laderas o páramos. La profundidad del muestreo depende del tipo de cultivo. En los cultivos leñosos hay que coger dos muestras de 0-45 centímetros y otra de 50-80 centímetros. En el caso de los herbáceos es necesario una muestra de 0-30 centímetros retirando la cubierta vegetal antes del muestreo.
El análisis define las propiedades físico-químicas del suelo, indica la conductividad y la materia orgánica. Respecto a esta última, su buena influencia actúa, según los datos de INEA, cuando los niveles son adecuados y están por encima de 1.5%. El estudio aporta además información sobre el estado de descomposición de la materia orgánica en el suelo y de otros elementos esenciales.
Trinidad Peña afirma que en los últimos años ha aumentado la materia orgánica en los suelos de Castilla y León, algo positivo ya que afecta directamente a la estructura. Junto al suelo es importante saber también las características del agua con el que se riegan los cultivos. Y es que puede ocurrir que nos encontremos con agua salina y sódica que contribuya a tener también suelos salinos que afecten negativamente a las parcelas.
El laboratorio de INEA funciona desde 1.985 y cuenta con la acreditación ISO 17025 para suelos desde el 2006 y la certificación en la ISO 9001 para el resto de análisis (plantas, fertilizantes, aguas de riego y de consumo, pipas, forrajes, etc).