ENSAYOS
El laboratorio del campo
El Itagra ensaya nuevas variedades de cereales dentro de la Red Genvce y con empresas privadas para ofrecer al agricultor información «práctica» sobre su adaptación agroclimática a las distintas zonas
El margen de beneficio en el sector agrícola es cada vez menor. Es por ello que desde el Centro Tecnológico Agrario y Agroalimentario, Itagra.ct, consideran «imprescindible» que el agricultor está «capacitado» agronómicamente para tomar decisiones correctas que le ayuden a optimizar su producción. Especialmente, si se tiene en cuenta que en el campo «no hay dos años iguales», y que la tendencia favorecida por el cambio climático da lugar a fenómenos extremos a los que el sector debe ir adaptándose.
Una adaptación a la que contribuye la investigación y el trabajo desarrollado desde las distintas administraciones, universidades, industrias harineras y empresas del sector. Un esfuerzo sin el que sería imposible avanzar en materia de variedades mejor adaptadas a las zonas agroclimáticas, sin olvidar, como afirma Manuel Calvo, de la Unidad de Agronomía de Itagra, la lucha contra las plagas, el control de malas hierbas o sobre «cualquier necesidad técnica que se pueda plantear».
Itagra mantiene este año diversos campos de ensayo dentro de la Red Genvce, el Grupo para la Evaluación de Nuevas Variedades de Cultivos Extensivos en España, y con empresas privadas, para seguir testando nuevas variedades de trigo blando, duro, cebada, centeno o triticale. El centro cuenta con microparcelas distribuidas en toda Castilla y León para «evaluar» el comportamiento de los distintos cultivos. En esta campaña los testigos con los que se han comparado las nuevas variedades han sido Botticelli, Camargo, Chambo y Marcopolo y Nogal, en trigo blando; Amilcar, Avispa, Don Ricardo y Simeto para trigo duro; y Amarillo, Bondadoso, Trimour, Vivacio, Hispanic, Meseta y Pewter, para triticales y cebadas.
Hay además campos de seguimiento en los que se realiza un muestreo representativo para determinar parámetros que, en el caso de las plantas aromáticas y medicinales, incluyen desde el momento actual hasta la cosecha para determinar cómo se incrementa el contenido de aceite esencial dentro de la planta, así como cuál es la época idónea para la recolección.
Por otra parte, en el laboratorio también se realizan pruebas a microescala en un ambiente controlado de luz, temperatura y humedad, con semilleros, macetas y cámaras de cultivo, como explican los técnicos.
Itagra quiere transmitir de esta forma al agricultor los conocimientos aplicados, fomentar el uso de semilla certificada y ajustar la fertilización para obtener «un nivel óptimo económico de producción».
Manuel Calvo insiste en que la mejora genética en los últimos cincuenta años es más que significativa. Fruto de este avance realizado por los obtentores vegetales se ha producido en este periodo un incremento medio del 30-60%, según las especies, en los rendimientos de las cosechas. En algunos casos como el tomate ha llegado a ser del 1.000% debido a los híbridos de alto rendimiento, según los datos de Anove.
A pesar de ello, en Castilla y León, solo un 15% de la semilla de cereal de invierno que se siembra es certificada. Un 35% corresponde a grano acondicionado, con una tendencia «positiva» en los últimos tres años. Los expertos insisten en que sembrar semilla certificada incrementa la productividad agrícola, reduce los costes de explotación, es más seguro y protege el medio ambiente.
Dentro de los ensayos de Itagra están los que se realizan con empresas privadas como RAGT, uno de los obtentores de semilla de cereal con mayor actividad en el registro de nuevas variedades. Valentín López, director comercial, afirma que en estos momentos la lucha contra el cambio climático es una «prioridad». La investigación se encamina en este caso a «asegurar» al agricultor que dentro de veinte años pueda obtener «más cosecha de cereal, con menos agua», a través, por supuesto, de nuevas variedades.
De las 200 variedades que se registran al año, RAGT, empresa innovadora y líder en semillas de cereal, aporta unos 70 nuevos registros, según López. La empresa colabora con Itagra en distintos ensayos de cereales, girasol y colza y tiene campos propio de I+D de evaluación de distintas líneas dentro de la red Genvce.
Conscientes de que este es un año muy complicado para el sector, desde RAGT califican a España como «el laboratorio del cambio climático», debido a su variabilidad. Es por ello que el reto ahora es buscar material «resistente a las enfermedades y adaptabilidad». Se persiguen, «cada vez más», patrones de resistencia de sequía, lo que parece expresarse en materiales «más precoces». Según el director comercial, se avanza en «variedades precoces y ultraprecoces» para hacer frente a las adversidades climatológicas.
En definitiva, el sector tiene un claro objetivo: mayores rendimientos y mejor comportamiento ante las enfermedades. Siempre, teniendo en cuenta el cambio climático y la situación de mercado. Dos variables ajenas al profesional a las que debe adaptarse con conocimiento práctico y científico. El agricultor es un empresario más y, de esta forma, dicen, debe controlar su explotación para hacerla más rentable y eficiente, en un entorno global cambiante.