Heraldo-Diario de Soria

Señorío de Villálvaro

Viñas que preservan el patrimonio vegetal y dinamizan el medio rural

Luis y Laura empezaron con 7.000 cepas de viñedo viejo de Ribera de Duero y para blanco y clarete, pero en la actualidad su mayor producción es tinto tempranillo

Laura Criado en su viñedo de Villálvaro.

Laura Criado en su viñedo de Villálvaro.HDS

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Su aventura vitivinícola empezó con la elaboración de sus propios caldos a partir de las viñas familiares en Villálvaro para autoconsumo, siguiendo la tradición del pueblo, donde además desde hace años se celebra un concurso de vinos caseros, pero ya en 2018 Laura Criado y Luis López decidieron dar el salto al mercado con sus blancos y claretes bajo la marca Señorío de Villálvaro, dentro de la Denominación de Origen Protegida Ribera del Duero. Hoy cuentan con casi veinte hectáreas de viñas, de las que la mitad van a entrar en producción este mismo año, y aunque no se olvidan del blanco y del clarete, la mayor parte de su finca se dedica al tinto, con uva de la variedad Tempranillo o tinta del país.

Esta pareja no sólo comparte su vida familiar y con un hijo en común, sino que además son socios en su actividad vitivinícola. Con sus tareas bien repartidas, Laura se ocupa de las tareas del campo mientras que Luis lleva el trabajo de la bodega.

Estos días Laura ha dado más vueltas que nunca a los viñedos a cuenta de las heladas de hace unas semanas. Calcula que “ha afectado más en las zonas bajas que en las alturas”, y tras la visita de los técnicos de Agroseguro se teme una pérdida de producción de un 70%. Sobre todo en las plantas que ya estaban echando las yemas. No obstante, es optimista, dado que todavía queda mucha campaña y las viñas pueden recuperarse y germinar de nuevo. Eso se lo dice su experiencia.

Llevan desde 2012 elaborando su propio vino a partir de la uva Albillo mayor, autóctona de la zona, de las cepas de los abuelos de Luis. Su apuesta por trabajar la tierra nace de la “arraigada tradición en la familia”. Empezaron con el vino blanco para aprovechar la uva blanca, menos valorada y peor pagada que la utilizada para el tinto. En las bodegas del Consejo Regulador sólo se incluía de uva blanca el porcentaje que se permitía a la hora de elaborar el tinto hasta que luego se determinó para blancos bajo la Denominación de Origen.

Tras años de investigación y experimentación con sus caldos, una vez dieron con el punto que buscaban, se animaron a dar el paso de salir al mercado. Fue en 2018, después de mucho trabajo administrativo, cuando vio la luz Señorío de Villálvaro con un blanco y un clarete a partir de las uvas de las 7.000 cepas de sus fincas.

Al mismo tiempo se lanzaron como bodega, un lagar comunal, el último en pie de Villálvaro que aún se conserva. Tras lograr el beneplácito de las 25 familias, lo adquirieron y lo tienen a modo de museo, porque las instalaciones bodegueras las construyeron en dos parcelas contiguas que también compraron entonces.

En la actualidad cuentan con alrededor de 20 hectáreas que han ido plantando a partir del material vegetal que han logrado extraer de sus cepas centenarias. Hasta ahora tienen en producción 6,5 hectáreas y este año se incorporan otras 10; el resto para la próxima campaña.

Dedicados a tiempo completo a su finca Laura reconoce que lo más complicado es trabajar el viñedo viejo, porque se debe realizar todo de manera manual. “Desde la retirada de las hierbas hasta la vendimia, pasando por los tratamientos y las podas”. Y es que se trata de un marco de plantación lo suficientemente ajustado y estrecho como para que no puedan pasar máquinas ni tractores. Sin olvidar que son minifundios, de modo que hay que estar desplazándose de unos a otros, con lo que eso conlleva de tiempo. “El viñedo viejo está mal pagado por el esfuerzo que lleva”, señala.

Su recompensa, no obstante, son los vinos Señorío de Villálvaro. Utilizan un sistema especial de elaboración, que combina el trabajo artesanal mediante el único uso de levaduras autóctonas propias del terruño, y el delicado trabajo con la madera, obteniendo así vinos prácticamente naturales y fermentados en barrica. Caldos que pese a su juventud han logrado su reconocimiento a nivel mundial en el campeonato mundial Catavinum World Wine and Spirits.

Ahora ya con la vista puesta en la nueva campaña, su objetivo es que los viñedos superen los daños por heladas y se recupere la mayor parte de la producción.

7.000 cepas de viñedo viejo

Señorío de Villálvaro actualmente cuenta con alrededor de 7.000 cepas, todas ellas plantadas en vaso como se hacia tradicionalmente en la zona, distribuidas en pequeños parajes o minifundios en el propio municipio. Laura y Luis trabajan con dos variedades, siendo Tempranillo o tinta del país y Albillo mayor (variedad autóctona de la zona). Antiguamente se plantaban las dos variedades sin diferenciación alguna, por lo que desde entonces conviven ambas en todos los minifundios.

Además, apuestan por una sostenibilidad total en las labores del viñedo. Realizan un control natural de plagas y enfermedades, aplicando únicamente productos ecológicos, y técnicas vitícolas cuidadosas durante la producción de uva. La longevidad de las cepas, cuya edad comprende desde los 80 hasta los 200 años, una alta densidad (puede llegar hasta 7.000 cepas por hectárea) junto con la conducción en vaso de las mismas que limita la producción de forma manual, permiten que la calidad del fruto sea excepcional. La genética de las plantas, cuyas características son únicas, así como la influencia del suelo y el clima, convirtiendo a estas vides en un tesoro de valor incalculable.

Cabe destacar que en toda la Denominación se estiman unas 2.000 hectáreas de viñedo viejo de un total de 23.205 hectáreas por las que se extiende la Ribera del Duero, y de ellas, unas 700 se localizan en Soria, lo que supone más de la mitad de toda la superficie soriana en la Denominación, 1.250 hectáreas. Gran parte de este viñedo fue arrancado debido a sus bajos rendimientos, o se ha dejado de trabajar y cuidar, por lo que se encuentra abandonado, pero Laura y Luis decidieron conservarlo y aprovechar su material genético para el resto de sus nuevas cepas.

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