ENTREVISTA A LA ALCALDESA DE BARCELONA
Ada Colau: "Hace un año no me imaginaba negociando con los sindicatos de metro"
La líder de Barcelona en Comú asegura que nunca ha blandido una estelada ni ninguna otra bandera
Un año después de hacerse con la vara de mando municipal, la alcaldesa, Ada Colau, habla sobre la ciudad, sobre qué ha supuesto pasar del activismo a la política institucional, sobre su adaptación al cargo.
–Un día dijo que ya no era activista, que era alcaldesa. ¿Cómo ha sido el viaje?
–He pasado de ser activista a alcaldesa y no es lo mismo, pero me siento la misma persona y persigo los mismos objetivos: hacer una ciudad mejor, que las personas estén en el centro de las políticas públicas. Cuando eres alcaldesa tienes un rol institucional que te obliga a esforzarte en ser la alcaldesa de todos, no solo de los que te votaron, e intentar escuchar y entender las razones de todos. Supone un esfuerzo de empatía que veo como un ejercicio enriquecedor. Tienes que medir tus palabras, hay cosas que harías de forma más contundente, es una gran diferencia. Estás en primera línea de una ciudad maravillosa y aprendes mucho. Ha sido un año de un gran aprendizaje, de conocer la complejidad de Barcelona. Como activista puedes dar respuestas inmediatas con tus recursos. Como alcaldesa me he encontrado a gente que me interpela sobre situaciones concretas, individuales, sobre las que no puedo intervenir. El balance es muy positivo.
–Sus rivales, de la CUP a CiU, denuncian contradicciones entre la activista y la alcaldesa. ¿Qué hubiera dicho la Ada Colau del 2009 si la hubiera visto enseñando las nóminas de los trabajadores del metro para justificar que no se les suba el sueldo?
–Primero: yo no enseñé las nóminas de nadie, no lo hubiera hecho. La concejala de Movilidad explicó lo que ya estaba en la web: los sueldos medios de los trabajadores que cobraban menos como de los directivos. Simplemente, hizo referencia a eso. Es verdad que los trabajadores lo vivieron como una afrenta. Y es verdad que si me preguntas hace un año si me imaginaba en esa situación, diría que no. Pero es que no me imaginaba estar en una negociación con los sindicatos del metro. Pero estaba defendiendo el servicio público, no los beneficios privados de una empresa.
–El pacto con el PSC le ha generado todo tipo de críticas por sus descalificaciones previas a los socialistas. Si no quiere quedarse con el modelo de ciudad del PSC, ¿se quiere quedar con su electorado?
–No nos planteamos el pacto como una competición ni como la cesión de nadie. Hemos leído los resultados electorales: nos hicieron ganadores pero también nos dijeron que no lo podríamos hacer solos. Este año hemos constatado que necesitas mayorías y que hemos podido cerrar acuerdos de forma regular con las fuerzas de izquierda, el PSC, ERC y la CUP. Debemos lograr un gobierno lo más estable posible para hacer políticas de cambio. Bienvenido sea el PSC, e invitamos a ERC y a la CUP a cerrar acuerdos estables.
–Resuma los ejes del giro social que Barcelona en Comú dice haber aportado a la gestión municipal.
–El primero es que aplicamos el plan de choque. Ampliamos las ayudas y hacemos que llegue a quien no tiene ingresos. Antes en el caso del alquiler no pasaba. Triplicamos las becas de comedor, los planes de ocupación. En el ámbito fiscal, las ordenanzas aprobadas son las más redistributivas que ha habido: hemos congelado el IBI al 98%. Hemos desarrollado una estrategia para hacer vivienda pública, pensando en el largo plazo. El plan de barrios, igual. Hemos desafiado la ley Montoro y hemos declarado servicio esencial la educación, la salud, los servicios sociales, para poder ampliar plantilla en 1.900 plazas. En todo hemos hecho ayudas de emergencia y, paralelamente, políticas de fondo.
–¿Debería tener mejor relación con Trias, como dice él?
–Con Trias hemos tenido conversaciones francas desde el principio. Es un hombre educado, pausado, con quien siempre se puede hablar. A su grupo le costó encajar que había perdido las elecciones. Podemos asumir errores. Es posible que en los primeros meses no dedicáramos suficiente tiempo a hablar con la oposición y en concreto con CiU, y se lo he reconocido en privado a Trias.
–¿Le incomoda que la CUP le recuerde su pasado de activista?
–La CUP no me incomoda. Defiende sus posturas, como nosotros las nuestras. De quien siento la máxima exigencia es de la ciudadanía que te interpela y te recuerda que tienes que hacer más, no de ningún partido.
–Tuvo una buena relación con Mas y la tiene con Puigdemont. ¿No ejerce usted de banco de la Generalitat, al ofrecer confinanciación, como se reprochaba a Trias?
–Con Artur Mas tuvimos una relación breve, estrictamente formal, institucional. Con Puigdemont es más fácil. Nosotros no llegamos con una candidatura que ganó con 11 concejales. Llegamos con una enorme fuerza social, que es una de las cosas que ha hecho que nuestro gobierno fuera muy fuerte al margen de los concejales que tenga. Cuando Mas nos recibió hablamos del reconocimiento de deuda, pudimos avanzar muchísimo, incrementar así el superávit y emplear ese dinero en política social. Igual en otros mandatos no se sentían presionados, pero con nosotros sí.
–Una sociedad de Florentino Pérez ganó la gestión del servicio de atención domiciliaria. ¿Cómo impedir que grandes empresas lucrativas ganen concursos frente a entidades del tercer sector?
–Hemos mejorado y ampliado las cláusulas sociales y ambientales de las nuevas contrataciones públicas. Tenemos unas reglas del juego que no se hacen en el ámbito municipal, que vienen de directivas europeas o del ámbito estatal. Podemos poner las cláusulas para que se cumpla con convenios laborales, pero no ves el nombre de quien hace la propuesta, y no puedes discriminar positivamente. Pedimos que la Generalitat transponga una directiva que permite ejercer esa discriminación positiva a favor de entidades sociales.
–¿Se le perdonan errores por el crédito que ganó en la PAH?
–La confianza que nos hemos ganado fuera y dentro de la institución es colectiva, no solo mía. Ganamos confianza porque demostramos que veníamos a gobernar y a hacerlo lo mejor posible, con humildad y honestidad: cuando nos hemos equivocado, hemos rectificado.
-A usted la elogiaban siempre hasta que llegó a la política. ¿Le costó encajar la crítica?
–Vengo del activismo, la crítica no me incomoda. Puede parece injusta a veces, pero la comprendo. Otra cosa es el juego de los partidos, en el que hay críticas con un trasfondo partidista, sobre todo en periodo electoral, y a nosotros nos ha tocado uno muy largo. La lucha partidista no me gusta: prefiero decir lo mismo en público y privado.
–Usted tiene influencia en la política catalana y española. ¿Quiere ser alcaldesa otro mandato, si puede? ¿Si cambia, preferiría el Parlament o el Congreso?
–Solo me planteo ser alcaldesa de Barcelona. No me planteo ir al Parlament al Congreso. No lo tengo en mente.
–¿Pero lo excluye?
–No puedes decir nunca. No me imaginaba ser alcaldesa y en los últimos años me lo planteé. No puedes descartarlo completamente, no sé qué pasará. Solo quiero ser alcaldesa y quiero ser una buena alcaldesa. Es verdad que cuando entras ves que para hacer grandes políticas de ciudad con un mandato no basta. Te imaginas estar dos mandatos. Para hacer el plan de barrios o una buena política de vivienda que sea un punto de inflexión. Y más nosotros, que entramos con fuerza pero con un gobierno en minoría. Si la gente cree que lo hemos hecho bien y la organización cree que nos tenemos que volver a presentar, porque será una decisión colectiva, sería para consolidar estos proyectos de ciudad.
–¿Es cierto o no que al no apoyar a Lluís Rabell hundió su resultado electoral y que al apoyar a Xavier Domènech le ayudó a tener buen resultado?
–Creo que no es cierto. El carácter de las elecciones era distinto. Las catalanas tenían un carácter plebiscitario que las diferenciaba de las generales. La propuesta también era distinta: en las catalanas se presentó una coalición de dos partidos [Catalunya Sí que es Pot], en las generales conseguimos que fuera algo más amplio, más plural, con más protagonismo ciudadano, y no solo una mera coalición de partidos [En comú Podem]. Había diferencias, y en cualquier caso tanto Lluís Rabell como Xavier Domènech me parecen dos magníficas personas y muy válidas.
–¿Qué Gobierno central cree que debe salir de las elecciones legislativas de junio?
–Llegamos a estas elecciones tras la dificultad de un proceso de desgaste de la ciudadanía. Meses sin formar Gobierno y con cierta escenificación teatral: el PSOE, sabiendo que no tenía el apoyo suficiente, fue a una investidura fallida. Modestamente, no porque sean los míos, ha habido una gran novedad ilusionante, que es que algunas fuerzas sí han leído el desgaste de la ciudadanía y han hecho un esfuerzo, que es la confluencia entre Podemos e IU. Se puede lograr una mayoría que dispute la presidencia a Rajoy, y hay muchas opciones de quedar por encima del PSOE. Eso puede garantizar una alianza de izquierdas que no es viable si el PSOE queda por delante: sus divisiones internas lo impiden.
–Si hubiera referendo, ¿cuál debería ser la pregunta?
–Para nosotros lo más importante es que tiene que haber referendo, para eso trabajamos. Entiendo que haya gente cansada de hablar tanto sin que hay resultados, pero quiero poner el énfasis en cosas que han cambiado: ahora el PP ha perdido su mayoría absoluta creo que para siempre. Se ha acabado el bipartidismo y hemos conseguido grandes aliados para el derecho a decidir. Cuando llegue el referendo se logrará que Catalunya sea reconocida como sujeto soberano. A partir de aquí ya se verá la pregunta o preguntas.
–Usted tiene una agenda pública en la que difunde con quién se reúne. Pero su encuentro secreto con el líder del PSOE, Pedro Sánchez, no apareció en ella.
-Es cierto, se lo reconozco. Es verdad.
–¿Alguna vez se ha puesto una estelada?
–No, nunca. De hecho nunca me he puesto una bandera. Ninguna.