ERC: independentismo firme, pero tranquilo
Los republicanos abogan por "construir" la república del 27-O sin dar pie a batallas simbólicas
A falta de mayor concreción del programa, se supone que llegará este lunes, ERC tratará de ofrecer a sus electores un independentismo “firme y tranquilo”. Firme porque se propone desplegar la “República proclamada el 27 de octubre” y tranquilo porque se ha “cambiado de fase y la unilateralidad nos permitió llegar hasta esas declaración y ahora toca llenarla de contenido”.
Esquerra se fija, pues, rescatar y poner en práctica todas aquellas leyes de carácter social que el independentismo ha aprobado y el Gobierno de Mariano Rajoy ha recurrido al Tribunal Constitucional y, por ello, se hayan suspendidas. Una especie de ‘desobediencia o unilateralidad social’ .
Los republicanos han tomado nota de la reacción del Estado y parecen muy poco dados a abrir nuevas batallas por hechos simbólicos. Si tiene que haber hostilidades, se plantean en la sede republicana de la calle de Calàbria, que sea por cuestiones que se pueda considerar de esas que afectan directamente a la gente. En este apartado estaría, por ejemplo, la ley de pobreza energética y la renta mínima garantizada.
Ampliación de la base social
El despliegue de la república, entiende ERC, debe servir, también, para ganar base social favorable a la independencia. La apertura de un proceso constituyente, derivada del refèrendum del 1-O y la proclamación del 27-O, puede ser secundado, por ejemplo por los ‘comuns’ que en esta nueva legislatura contarán con un perfil bien distinto de lo que fue Cataluña Sí que es Pot: Xavier Domènech y ELisenda Alamany no son Lluís Rabell y Joan Coscubiela.
Las cuestiones sociales, no sin sus tiranteces negociadoras, deben de acercar a los republicanos también con la CUP, aunque ERC sabe que los anticapitalistas irán trufando la legislatura de exámenes de independentismo a Esquerra y a Junts per Cataluña.
Eso sí, lo que no habrá, de nuevo, es la autoimposición de plazos de ejecución de ese relkleno de la nueva república. Los plazos autoimpuestos fueron fruto de la tendencia que adoptó el independentismo de pensar que el objetivo, la secesión, estaba únicamente en su mano. Que si el Estado se avenía a negociar, mejor, pero que todo dependía de los partidos y del Parlament, en definitiva, de los ciudadanos de Cataluña.
Llegados al punto actual, cualquier nuevo movimiento significativo, siempre en el escenario independentista, tiene que ser negociado con el Estado. No hay otra si se quiere una secesión pacífica.
Los ojos de los republicanos se centran en que los tres partidos independentistas revaliden la mayoría absoluta, por eso son unas elecciones parlamentaria, pero son conscientes de que el programa de verdad deberá trazarse con los resultados del 21-D en la mano.
Un recuento con un voto a los tres partidos secesionistas por encima del 50% supondría un espaldarazo al proyecto independentista que acusaría el Gobierno de Mariano Rajoy, sobre todo ahora que, desde el referéndum del 1-O, la cuestión catalana está plenamente internacionalizada. Los republicanos sostienen, de hecho, que la inmediatez de las elecciones convocadas por Rajoy, para el 21-D, cuando todas las quinielas apuntaban a un periodo de seis meses antes de los nuevos comicios, vino impuesta por la comunidad internacional a modo de referéndum.