EL NUEVO TABLERO POLÍTICO
España, otra vez en vilo
Dos meses después de las generales se vislumbra una investidura fallida en julio Los partidos, pese al mandato de pactar, no demuestran cintura y mantienen España bloqueada
Habrá pleno en el Congreso y votación de investidura en julio 'sí o sí'. Es la única certeza que, dos meses después de las generales, está sobre la mesa de una política española que de momento renuncia a escribir con mayúsculas, que sigue sin presidente, sin cintura para trazar pactos, sin presupuestos en distintos escalones de la Administración y sin horizonte claro. La próxima semana se fijará fecha para la solemne sesión, una vez se reúnan el presidente en funciones y la presidenta del Parlamento. Poco más hay. Entre los partidos priman las negociaciones simuladas, que no de fondo; los vetos, las posiciones supuestamente inamovibles, las amenazas de jugárselo todo a un solo intento de ser investido, los amagos de repetición electoral, las presiones y la exhibición sin límite de la discrepancia. Las opciones de que España eche el cierre por vacaciones con cierta estabilidad cotizan a la baja.
Sus señorías han renunciado a abordar primero lo que une y a colocar el foco en medidas y reformas que la ciudadanía ansía, sin duda, más que el ruido que rodea a algunas de las reuniones que se producen o que se dejan de producir: Albert Rivera renunció a ir a Moncloa de nuevo hace una semana y Pablo Casado aceptó la invitación, aunque para decirle a su inquilino que busque otros caminos para ser elegido. Eso sí, garantizó a Sánchez que el día después de la investidura le garantiza "tranquilidad" al abrigo de pactos de Estado, en un intento de que se aleje del independentismo catalán, que aguarda con inquietud y planes de reacción (se desconoce el alcance) una sentencia histórica. La del 1-O.
En la semana que termina también se han vuelto a ver Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, sin final feliz. El socialista pretende sumar a sus 123 escaños los 42 diputados de Unidas Podemos a cambio de convertir a los de Iglesias en socios "preferentes", pactar un paquete legislativo y garantizar que se cumple lo prometido otorgando puestos "periféricos" del Gobierno y creando una comisión de seguimiento del pacto que se alcance. Pero Iglesias está en otra pantalla más ambiciosa. Y ni se mueve ni piensa hacerlo. O eso mantiene.
SILLONES Y MILITANCIA
Después de haber cosechado un resultado modesto (llegó a acumular 69 escaños en la anterior legislatura) y convivir con una crisis interna que se alarga en el tiempo, exige un Gobierno de coalición al PSOE para hacer valer sus votos. Un sillón en el Consejo de Ministros alegando que, todo lo demás, es "humillar" a los podemistas, indispensables para hacer políticas de izquierdas en las Cortes. Ha puesto el listón alto y ha de elegir con sumo cuidado qué compromiso o propuesta acaba sometiendo al criterio de su militancia, hastiada de luchas cainitas en las filas moradas y cada vez menos participativa en los procesos de consulta que se le plantean desde su dirección.
Para el secretario general de Podemos, si no hay ministerios sobre los que negociar se incrementa la posibilidad de que su grupo vote 'no' y todo, bajo su punto de vista, por la "obsesión absurda" de Sánchez de disfrutar de un Gobierno monocolor. El PSOE lo ve diferente. Considera que su victoria electoral fue lo suficientemente buena como para no ceder a ninguna coalición gubernamental, especialmente cuando la suma con Podemos no alcanza a la mayoría absoluta. Se plantearía compartir Ejecutivo con Ciudadanos, con el que si da la suma al tener 54 diputados en el Congreso, si los naranjas se avinieran a negociar con Sánchez? Incógnita sin despejar.
Albert Rivera se encuentra actualmente instalado en el 'no es no' con tanta determinación, al menos, como hace unos años lo estuvo Sánchez ante Mariano Rajoy, por más que el PSOE terminara girando y absteniéndose al altísimo coste de romperse y sacrificar al líder. El jefe de Cs insiste en que no dará su brazo a torcer pese a las presiones de propios y ajenos: ha invitado a excompañeros y miembros de la patronal y la banca que funden un partido si quieren "que el sanchismo campe a sus anchas". Pero el secretario general de los socialistas, que se sepa, tampoco le ha puesto una oferta atractiva por delante para tentarle.
LETRA PEQUEÑA
En las últimas días se insiste desde Podemos en que el presidente en funciones añora un acuerdo con la derecha y lo busca entre bambalinas. Podría ser, pero no hay rastro evidente de ello. Como tampoco lo hay de que el socialista tenga ya "armada" su investidura "con sus socios de siempre", como alegan los naranjas y, a ratos, los populares. El PNV no oculta su voluntad de acuerdo pero, como siempre ha hecho, calla sobre su decisión final. Su consigna es 'primero que se mojen los demás'. ERC y EH Bildu buscan una posición conjunta, coquetean con la idea de no bloquear, pero sugieren que necesitan algo a cambio. "Un compromiso con el diálogo y la negociación", apuntan, sin poner más letra pequeña. Desde JxCat algunos de sus hombres fuertes, presos, reclaman la abstención.
Salpicón de intenciones, pero ninguna conclusión a estas alturas que haga vislumbrar una investidura en julio que no sea fallida. Hay tiempo para variar el rumbo, aunque está por ver si hay voluntad de hacerlo sin adelanto electoral. España está pendiente. Europa, tensa. Los mercados, expectantes. Los Presupuestos esperan en un cajón, como reformas en materia de pensiones, laboral, financiación o urgencias sociales. El mandato ciudadano es pactar, pero los que tienen la responsabilidad de hacerlo se resisten a entenderlo.