MEMORIA HISTÓRICA
De Valle de los Caídos a Valle de las Víctimas
Los socialistas abordarán en dos fases la resignificación del monumento si continúan en el Gobierno, moviendo a José Antonio Primo de Rivera y expulsando a los frailes
Dice el socialista Ramón Jáuregui que cualquier futuro del Valle de los Caídos debería pasar "por que quienes hasta ahora rechazan ir por allí puedan visitarlo sin sentirse ofendidos".
Y la opinión del exvicelendakari, exministro y exeurodiputado vasco es relevante cuando, exhumado Franco, el Gobierno avista la segunda fase del pospuesto proyecto socialista de resignificación del complejo monumental de Cuelgamuros. Jáuregui fue el ministro de la Presidencia que supervisó a la Comisión de Expertos reunida por el Gobierno Zapatero en 2011. Y cualquier abordaje que haga Pedro Sánchez si sigue en el poder arrancará de las recomendaciones de aquel grupo de 13 sabios.
Este viernes, tras la reunión del Consejo de Ministros, la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celáa confirmó que el Gobierno "tiene la intención de continuar trabajando en la memoria y la redignificación de todas las víctimas, conforme a la Ley de Memoria Histórica".
Parte de la hexedra o arquería frontal del Valle de los Caídos. / JOSÉ LUIS ROCA
Los asesores en esa materia del PSOE consultados coinciden en señalar dos próximos movimientos si hay gobierno socialista tras el 10N: primero, el traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, a una de las criptas de la basílica para que no ocupen lugar preminente en el templo. Después, o al tiempo, reforma de los estatutos de la fundación que regenta el Valle, con una posible expulsión de la comunidad de frailes benedictinos designados por el franquismo como custodios del monumento.
Para la primera medida, esas fuentes no ven a los familiares de Primo de Rivera en disposición de meterse en una pelea judicial como los Franco.
CONSENSO
Jáuregui cree que el Valle de los Caídos deberá ser "símbolo del abrazo reconciliatorio y de mutuo perdón que nos dimos los españoles en 1978", y que para eso, en primer lugar, debe cambiar de nombre: "Memorial de Víctimas, o Valle de las Víctimas sería el adecuado".
El exministro rechaza de plano la idea, sostenida por el historiador recientemente fallecido Santos Juliá, de dejar que la naturaleza se coma al monumento. Y desecha las propuestas radicales de voladura o derribo: "Sería olvidar que allí hay 33.847 españoles enterrados, 11.000 del bando franquista llevados en una primera fase y 22.000 del bando republicano, la mayoría fusilados por Franco en tapias de cementerios. Sería una enorme falta de respeto".
Jauregui no ve viable tampoco convertir el Valle en un memorial exclusivamente dedicado a las víctimas del franquismo, pues "la radicalidad de la propuesta no posibilita vías de consenso".
Un fraile benedictino, en los jardines de la Abadía del Valle de los Caídos. / JOSÉ LUIS ROCA
Lo que cree más sensato el vizcaíno es "convertirlo en un espacio público, de todos, después de que las familias que quieran, y hasta donde les sea posible, recuperen los restos que les pertenecen. No sería necesario desacralizar la basílica si, además, se construyera un espacio laico de meditación, para que el visitante que quiera orar vaya a un sitio, y el que no, vaya al otro".
Pero no desacralizar no significa que los 15 monjes que comanda el prior Cantera sigan allí. "Con la oposición frontal a los principios democráticos que han mostrado se han ganado a pulso que se plantee su salida", explica Jáuregui, que propone utilizar la abadía para "un espacio museístico que establezca de forma fidedigna quiénes construyeron aquello y qué fue la Guerra Civil". También sería espacio para "el arte del exilio. Más allá del ‘Gernika’ hay muchas obras de españoles exiliados".
Hospedería del Valle de los Caídos. El comedor. / JOSÉ LUIS ROCA
Pero antes, "dignificar los columbarios, colocar placas con los nombres de los que están en cada uno y hacer un pasillo que permita su visita", y, fuera, en la explanada, "grabar los nombres de todos los enterrados en placas, como el Memorial de la Guerra de Vietnam en Washington, en torno a un espacio artístico de meditación, quizá un pebetero". El orden más neutral que propone para la lista es el ortográfico.
HIERRO Y PIEDRA
La idea de grabar los nombres suscita consenso, y también la del pebetero. Juan de Ávalos, arquitecto hijo del escultor del mismo nombre autor de la enorme estatuaria del Valle, dice: "No haría ninguna intervención arquitectónica que modifique el edificio, pero sí podría instalarse un pebetero en la explanada delantera, que tiene suficiente espacio"
Para Ávalos, debería ser una construcción en hierro y piedra, del mismo granito que el suelo, "y horizontal, acompañando estéticamente al resto". En los edificios traseros, los de la abadía, "haría un centro de estudios abierto a las diversas interpretaciones de los fenómenos sociales", dice, pero resume: "Cualquier resultado del cambio en el Valle ha de ser abierto y neutral".
Con la opinión de Juan de Ávalos no contó en su día la Comisión de Expertos; ni con la de Eduardo Méndez Atard, arquitecto hijo de Diego Méndez, el diseñador del Valle. "Nos consideran contaminados", lamenta Ávalos, que recuerda cómo su padre, el escultor preferido de Franco, había sido militante socialista y comisionado por la II República en las excavaciones arqueológicas de Mérida, y cómo el jefe de carpintería que contrató para el taller del Valle era Pedro Vergara, ex comisario político durante la Guerra Civil en la columna de El Campesino y combatiente en el frente de Teruel.
Un escudo franquista en la entrada de la basílica del Valle de los Caídos. / JOSÉ LUIS ROCA
El pebetero podría ser, según Jáuregui, "el centro de un lugar laico de meditación en la explanada frontal". Ese punto podría ser también un lugar de percepción de realidad aumentada con móviles y tabletas que proporcionara explicaciones, imágenes del NO-DO, músicas y documentos de la época, según la novedosa idea que ha difundido estos días el experto en Memoria Francisco Ferrándiz.
Es el mismo punto de la explanada, cuenta Ávalos, en el que su padre se opuso a colocar una (otra) estatua ecuestre de Franco en bronce, de cinco metros, que en 1973 le encargó Carlos Arias Navarro como regalo para el Caudillo. "El 20 de diciembre de aquel año había quedado Carrero Blanco en venir al estudio de mi padre a dar el visto bueno al boceto en barro, pero ETA lo asesinó en el camino", cuenta Ávalos.
"Arias quería que esa estatua presidiera el centro de la explanada, y mi padre, a la extremeña, le dijo: ‘Hombre, va a parecer el guarda de la finca’". La estatua nunca fue allí; está ahora en un almacén de Patrimonio Nacional en La Granja de San Ildefonso (Segovia).
CENTRO DE MEMORIA
Juan de Ávalos visita el monumento una vez al mes, con un grupo de amigos "transversal en edad y en política", cuenta, que queda a comer por la zona. Con humor, su chat de Whatsapp se llama ‘El Valle de los cocidos’. El planteamiento que reina en ese grupo, que el recinto "no puede dar una interpretación única de la historia, porque imponer una sola lectura de la historia genera confrontación", choca con el del Gobierno:
Es una afirmación relativista también frontalmente en contra de lo que piensa el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III Ángel Bahamonde. Para él, el Valle debe ayudar a la enseñanza de la Historia porque "para mirar al futuro hay que entender el pasado", y por ello ese lugar "debería contrar antes que nada cómo y con cuánto sufrimiento se construyó. Es intolerable que algunos digan poco menos que fue un lugar de vacaciones para presos políticos".
El Valle de los Caídos, desde el mirador de La Naranjera, en San Lorenzo de El Escorial. / JOSÉ LUIS ROCA
Este historiador cree que el futuro del Valle de los Caídos ha de ser un cambio radical: "O bien lo convertimos en un centro de memoria, o bien dejamos que la naturaleza haga su trabajo".
Para ambas opciones Bahamonde ve preciso un paso previo: "Su desacralización"; y también una condición necesaria: "Que el poder político sea el garante de que la Academia (o sea, la intelectualidad de la universidad española) redefina el monumento".
A este profesor, experto en historia del exilio republicano, no le gusta el nombre oficial del Valle de los Caídos; lo llama "ese edificio de Cuelgamuros". Y propone que "ese edificio…", ya resignificado, debería cambiar de nombre por el de Centro Nacional de la Memoria Histórica.
Y, como tal, debería tener "una relación estrecha con la Universidad en áreas no solo de Historia: también, por ejemplo, de arqueología de guerra. Es una paradoja que los vestigios de nuestra guerra se estén perdiendo mientras Cuelgamuros sigue conservado".