Los 'Sicofantas' de hoy
UNO DE LOS temas que más me gusta impartir a los alumnos de Historia Antigua en las clases de la UNED, es el nacimiento y qué significó la aparición de la democracia griega que ha fascinado tanto a los historiadores modernos como a los teorizantes politólogos contemporáneos que la ven como precedente de nuestros sistemas parlamentarios.
Cierto es que aquella primigenia democracia no logró sobrevivir al modelo de la polis y que se extinguió definitivamente con él. La más conocida, la ateniense, S. VI-IV a. C., fue un proceso experimental, bien documentado, que empezó Solón legislando por escrito las leyes y que alcanzó su apogeo con Clístenes al potenciar el Consejo abierto a todos los ciudadanos con el ideal inherente de la igualdad social.
Así, en esta inventada democracia ya se vislumbra al ciudadano como la encarnación de animal político según la consabida definición de Aristóteles, pero, pobre de aquel que se saltara lo más mínimo las normas establecidas, sobre todo aquellos que controlaban los dineros públicos.
Por otra parte, a cada quien que se le encargaba las diferentes funciones del ejercicio del Poder, se le exigía pasar un riguroso examen en el que, sobre todo, se analizaba su honorabilidad y su mínima competencia, de forma que si luego resultaba rana – valga la expresión – los riesgos que asumía se pagaban con la vida, la hacienda, el honor, la pérdida de los derechos políticos o, el exilio.
No existía la figura del fiscal. Era un ciudadano cualquiera quien emprendía, como acusador privado, la acción legal, claro que esto derivó en acusaciones infundadas de personas sin escrúpulos, una plaga con el tiempo, de quienes acusaban a un inocente para acarrearle un mal, el que la hace la higa decían los atenienses de estos chantajistas que recibieron el nombre de sicofantas.
Antes de que tal proceder fuera calificado de delito, ocurrió el proceso desencadenado contra el filósofo Sócrates, una muestra de los desatinos a la hora de ejercer la democracia, la política, que acabó haciéndole beber la cicuta a sus setenta años, un anciano de la época, y mucho tuvo que ver el creador de la farsa, Aristófanes, comediógrafo, principal exponente del género cómico que orquestó en su comedia Las nubes el odio a Sócrates que lo llevó a la muerte.
Valga esta larga entradilla a modo de prologuillo al uso, para entender la actual democracia española, sus personajes y situaciones propias del esperpento valleinclanesco. Todos deberíamos denunciar a estos depredadores de lo ajeno, a los modernos sicofantas que ponen a sus suegras – cuanto más ancianas mejor – para blanquear sus rapiñas públicas creando coartadas, blanqueos, intermediarios, hombres de paja y de heno, sociedades fantasmas presididas por Fantomas o por muertos…para crear lo que parece el tocomocho nacional.
Y los dineros a Suiza, el país más egoísta del mundo que acoge el dinero sucio que circula de forma que sus bancos y otras entidades de la Confederación Helvética se nutren de lo que los saqueadores rateros de guante blanco depositan en sus cajas mientras los ciudadanos suizos votan contra la libre circulación de las personas. Cuando se tambalea la democracia, como pasó en la Grecia Antigua, se pierde la libertad y coincidirán conmigo en que esta, la nuestra, es una democracia más virtual que real.
No es cierto que pecunia non olet, el dinero si huele y deja, cuando es robado, la fetidez de su rapiña, el olor corrupto del sacamantecas que lo sisó. «Rico y de repente, no puede ser santamente» dice el refranero popular de esta tierra, que ya lo escribió nuestro Tirso de Molina: «que el no tener cofres llenos /la riqueza en pie mantiene, / que no es rico el que más tiene, / sino el que ha menester menos».