Heraldo-Diario de Soria

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LLEGA el 22-D. Una fecha especial en el calendario, ya a punto de cumplirse otro año más. Porque se realiza el tradicional sorteo extraordinario de la lotería de Navidad. Sin duda, el más popular de cuantos se celebran en España. Su origen se remonta al 18 de diciembre de 1812 cuando se hizo en Cádiz por primera vez, en plena guerra por la invasión francesa de las tropas de Napoleón.

Después pasaría a Madrid y, desde 2012, su escenario es el Teatro Real. Entraña todo un ritual prenavideño, que se anticipa a los villancicos, a las comilonas familiares y a los actos religiosos del niño-dios hecho hombre en un establo de Belén, junto a una mula y un buey. Claro que le ha precedido el encendido de miles de lucecitas que alumbran y dan calor al corazón de la ciudad.

Así como el decorado de los escaparates de las tiendas, porque también este tiempo de excepción es propicio para hacer regalos y un mayor consumo. Para la explosión de la alegría y los deseos de paz y de felicidad.

El anuncio de la Lotería de este año, con el título «22, otra vez», se plasma en un corto protagonizado por un hombre al que siempre le toca el Gordo y que, harto de ello, se percata de que el objetivo de la lotería de Navidad es compartirla. Sin duda, porque compartir es uno de los mejores valores que tiene el ser humano, ya que nos hace pensar en los demás, a la vez que equilibra nuestro propio ego.

Es evidente que estas fiestas navideñas no serían lo mismo sin su lotería, ya que quien más y quien menos juega algún décimo o participación y aspira a llevarse un pellizco de los 2.380 millones que pone en este sorteo Loterías y Apuestas del Estado.

El 70 % de lo recaudado, porque Hacienda siempre gana. Año tras año, nuestra provincia de Soria sobrepasa la media nacional de gasto por persona. Acaso porque compran aquí gentes de fuera al llevar la suerte implícita en su nombre. Como ocurre con Sort (Lérida) y La Bruja de Oro.

Aunque es la administración de doña Manolita, en la Puerta del Sol de Madrid, donde se forma la cola más larga. En fin, juego de azar. Con dos bombos que giran (uno con las bolas de los números y el otro con la de los premios), acompasando el canto monótono de los niños de San Ildefonso. En una mañana mágica, para soñar. Porque al día siguiente, la cruda realidad pondrá a cada uno en su lugar. Con más descalabrados que favorecidos.

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