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José María Martínez Laseca

De pandemias y médicos

SOBRE VIVIR

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VIAJO por la hemeroteca local al pretérito anterior y leo un interesante reportaje en la primera de El Avisador Numantino, del 2 de noviembre de 1927, titulado: «El hospital». Lo ilustra una fotografía en tonos grises en la que se ve, con la barba cumplida y con su bata blanca, sentado en la mesa-escritorio de su despacho, a «El celoso Director del hospital, ilustre Dr. D. Mariano Íñiguez». Y en el ángulo inferior izquierdo, «en el óvalo: el joven y brillante Dr. D. Jesús Calvo, encargado de las Secciones de Medicina y Rayos X, en el citado establecimiento benéfico», como reza su pie de foto. (Para saber más, véase: ‘Patriarcas y matriarcas galenos en el siglo XX en Soria’, del Dr. Juan Manuel Ruiz Liso en Celtiberia, nº 107, de 2013). Aquel era el Hospital de San Francisco, sito junto al otrora convento homónimo y que fue, desde 1972, Colegio Universitario, donde muchos iniciaron la carrera de medicina. Supongo que los lectores de la época se quedarían más tranquilos dada la modernidad de aquellas instalaciones, con la implantación de las nuevas tecnologías y la competencia de sus médicos.

No hacía aún diez años que había pasado por esta provincia la mal llamada ‘Gripe española’ de 1918, pues vino de fuera. La gran pandemia que fue más letal que las guerras mundiales y que también aquí, en Soria, causó estragos. Veo en fotografías de la época a gente con mascarillas cubriéndoles nariz y boca. Y leo una curiosa circular (de 4 octubre de 1918) del Gobernador de Burgos regañando a quienes han celebrado las fiestas de sus pueblos «dando origen con ello a que se haya difundido la epidemia». Allí se decía que el aire libre, el agua y la luz eran los mejores desinfectantes.

Y parece que la historia se repite con el Coronavirus o Covid-19. El virus del murciélago chino que está causando incertidumbre: crisis sanitaria y económica. Crece la infección y se pasa a la contención reforzada. Muy necesario es que se actúe con inteligencia, sin que esa emoción del miedo, que todos tenemos y que nos hace sobrevivir, se mute en pánico. 

Alerta sí, pero no alarma. Cumpliendo con responsabilidad las medidas adoptadas y las recomendaciones de higiene preventivas para frenar la expansión del contagio. Evitando que se colapse la unidad de urgencias de nuestro hospital provincial y agobiar a nuestros médicos de familia. No cabe duda que, cuando truena, la salud pública es lo que más nos importa.