Conviviendo con la pandemia
LA ERA ALTA DESDE MIAMI
Desde que comenzó mi confinamiento voluntario aquí en Miami, cada tarde tengo una cita ineludible con la televisión. Me encanta ver las largas ruedas de prensa que ofrece el presidente Trump para los medios informativos acreditados en la Casa Blanca. El objetivo es hablar sobre la evolución de la pandemia en el país, aunque lo de menos son los datos que comparte. Para eso ya tenemos a nuestro Fernando Simón, al Doctor Fauci, que los transmite de manera impecable y desde un ángulo exclusivamente científico. Lo de Mr Trump es diferente. Las ruedas de prensa se organizan a la antigua usanza, con los periodistas luchando por hacer sus preguntas, que solo pueden realizar cuando el presidente les da su turno. Todos tienen la oportunidad de hacerlo, y varias veces, sin filtros, de manera directa.
Trump da la cara todos los días, sin esconderse detrás de uniformes, sin censura previa de ninguna clase. En eso, a cada cual lo suyo, lo hace bien. Otra cosa son las respuestas que da. Si la pregunta viene de algún medio que no le convence, léase casi todos, el espectáculo está servido. Y si el pobre periodista pertenece a la CNN, a la NBC o al New York Times, que Dios lo pille confesado pues se arriesga a recibir una reprimenda de las de órdago, de esas que sacan los colores hasta a los que estamos al otro lado de la pantalla. En esas comparecencias ante los medios nos podemos encontrar con comentarios sobre los temas más variados, desde inmigración a indirectas, o directas, dirigidas a algún líder extranjero, pasando, sobre todo, por dardos dirigidos a sus rivales demócratas. Las elecciones están a la vuelta de la esquina, y cualquier cosa vale para ir preparando el terreno. Pero me quiero quedar con lo bueno, con la absoluta libertad con la que los periodistas pueden preguntar, muy diferente a lo que ocurre en España a tenor de lo que estamos viendo estas semanas.
Por aquí tampoco se habla de los bulos. No son un problema importante. Existen, por supuesto, pero no se han convertido en el día a día de la política americana. Quizá porque, como seguramente sabrán, aquí está permitida la publicidad negativa sobre algo o sobre alguien. Uno no tiene nada más que contratar un espacio en los medios para poner a caer de un burro a su rival político, y ya está. No hace falta intoxicar a tutiplén, como se empeñan en hacer todos los partidos en nuestro querido país, desde todas las esquinas. En las ruedas de prensa de Trump lo de menos es que el virus campe a sus anchas por muchas partes del país. La mirada ya está puesta en volver a la normalidad cuanto antes, en poner en marcha de nuevo la gigantesca economía norteamericana, aunque la salud quede un poco de lado. El impacto de esta pandemia en los bolsillos de muchos trabajadores de los Estados Unidos, donde no existe un sistema real de compensación a aquellos que se quedan sin empleo, está siendo muy importante. Y todo ello a pesar de que se tomaron diversas medidas para apoyar a las familias desde el principio. Aquí en Florida, la compañía eléctrica aplicó a todos un descuento automático del 25% en la factura de la luz. Las aseguradoras de coches, por su parte, también han hecho un esfuerzo devolviendo, sin necesidad de trámites, el coste de la póliza correspondiente al tiempo de confinamiento, aunque se haya utilizado el vehículo. El gobierno hizo igualmente un esfuerzo y retrasó el pago de los impuestos, nuestra declaración de la renta, hasta finales de julio. Además, el reparto de comida y bebida a los que lo necesiten por parte de instituciones y empresas, además de las ONGs habituales, es parte de la cultura de este país. En eso sí hacen bien las cosas. Como les decía, el ojo está puesto ahora en la famosa desescalada, en la que también se encuentran inmersos ustedes, queridos lectores, aunque allí en España, lo tengo claro, se hace en unas mejores condiciones sanitarias. Ojalá todo vaya bien, aquí y allí, y este verano pueda volver a Soria. Dolería mucho no poder hacerlo. No puedo imaginarme un verano sin Soria, de ninguna manera. Como
tampoco puedo hacerme a la idea, pero debo ir adaptándome a la nueva realidad, de no poder entrar en los bares, cafeterías o restaurantes de la provincia. Todo eso forma parte de nuestras señas de identidad, es cultura. En fin, dejemos que el tiempo vaya poniendo todo en su sitio, con seguridad.