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Andrés Calavia

Un presidente normal

LA ERA ALTA DESDE MIAMI

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 Cumplida la primera semana con el Presidente Biden en la Casa Blanca, podemos  concluir que hemos vuelto a la normalidad, entendiendo por esta lo que ocurría antes de la llegada de Trump al poder. Siete días sin tener que asomarme a Twitter cada mañana con el corazón en un puño  ante la posibilidad de encontrar la última ocurrencia inmigratoria del anterior inquilino del 1600 de la Avenida Pennsylvania. Soy un inmigrante, y como tal sujeto a las leyes de turno, que en el caso de Trump siempre iban en la misma dirección, hacernos la vida cada vez más complicada. Había para todos, legales e ilegales. Una semana ya con ruedas de prensa sin que la portavoz de la Casa Blanca insulte a los periodistas en sesiones tormentosas llenas de  gritos y de desaires. Ahora, la nueva responsable de atender a los medios,

Jen Psaki, habla de forma pausada, responde a todas las preguntas y nunca se mete con los periodistas, por mucha pupa que intenten hacerle a su jefe.  Les confieso que las conferencias de prensa en la Casa Blanca son uno de mis espectáculos favoritos. Hay varios canales que las emiten a diario. Son vibrantes, a la vieja usanza, con sus propios protocolos y sus respetadas costumbres. Estos primeros siete días de gobierno Biden han sido muy prolíficos. Han revertido decisiones tomadas por su antecesor y han puesto en marcha otras nuevas, marcando así de manera clara las líneas maestras de su Administración. La última de ellas les ha llevado a derogar la ley por la que más de tres mil familias de inmigrantes ilegales fueron separadas, algo en lo que Trump se empeño con inquina. Lo que en otros muchos lugares sería un delito, además de éticamente muy reprobable, el magnate neoyorkino  lo convirtió en ley. Volvemos, pues, a la normalidad.

Empezamos a acostumbrarnos, como el resto del mundo, a tener un Presidente normal que hace las cosas de siempre. Sabemos, por tanto, que acertará y que se equivocará en sus decisiones, que hará cosas buenas y malas. Tenemos claro que, como político que es,  no cumplirá muchas de sus  promesas, que no pocas veces hará lo contrario de lo que dijo, y que, por supuesto, mentirá. Y todo eso a pesar de que, sin duda, corren  tiempos llenos de ilusión y de esperanza con la nueva Administración. Yo así lo creo. Tenemos un presidente normal y previsible, hasta aburrido a veces comparado con el bocazas que le precedió en el cargo. Y yo lo estoy disfrutando.