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Un colchón común

Juana Largo atisba en la fragmentación social una fuente de sensación de desamparo

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Algunas personas dicen que los colchones de antes, sin retintín por la cosa pública, eran los mejores, como que antes, pese al progreso, había cosas u objetos de mejor calidad, no como ahora, en serie y prefabricación como si fuera una industria para clónicos. Al fin y al cabo, antes, ¿acaso antes del sistema americano?, una o uno tenía más individualidad que ahora. No te digo, lectora o lector, la individualidad de ahora, no, que también es en serie y prefabricada, y puesta en los supermercados como producto de venta, como podría ser hasta cierto punto el supermercado político, que lo exponen, lo miras, y dudas y al final eliges lo que más se lleva, lo que más se lleva el usuario, que cuanto más se lleva, aunque no valga nada el producto, es lo que vale, en este complejo sistema mercantil que nos ha tocado vivir. ¡Bueno, fenómenos del Marketing y de las masas!...

Nos referimos a que lo individual, antaño, no era como ahora. Pues antes era una cuestión básica de derecho, como que no se juzgaba el libre albedrío de las personas, cuando ahora hasta tienes que hacer oposiciones para ser individual. Y esto no quitaba el que antaño se pudiera ser miembro hasta del Partido Comunista por ser individual cada uno. Porque luego estaba la vida en común, tan respetable como la individual. Los tiempos lo han cambiado todo, pero los colchones, hasta en tiempos del “Abuelo”, eran cosa muy propia de cada uno, muy asumida como objeto particular y que no requería un consejo de administración de ventas al pormayor para agenciárselo. Otra cosa era el Colchón Nacional, ese es otro tema que tampoco vamos a tratar aquí, como otros temas que no se tratan en público porque causan inseguridad y eso de hablar es muy comprometido, no vaya a venir el señor que persigue al señor K. de Kafka y nos ande buscando por todas partes para pagar culpas que cualquiera sabe si has intervenido.

Los colchones de antes, los de nuestras casas labriegas o semilabriegas, que tenían cerca hatos de ovejas, eran los mejores.

Dicho esto, se puede pasar ahora al otro tipo de colchones en orden a los servicios de un Estado de Bienestar. Pero no va de broma la cosa. Ahora, con un fondo social y económico, de crisis, incertidumbre y de inseguridad y de pesar y miedo y de derrotismo y de enfermedades, también mentales, ahora resulta que, como dice algún medio de comunicación del país, resulta que muchas personas se ven en esa situación de desprotección y desamparo y la toman por recurrir a la mayor negación de nuestro mundo borrándose del mapa de los vivos. Y dice además nuestro medio que la mayoría de la gente que toma ese agrio licor de cicuta para ellos y para todos de esfumarse de la vida, pues que necesitaría una especie de colchón de protección por parte del Estado en inversiones de Salud Pública al menos, para no llegar a los extremismos comentados, que las personas en su mayoría necesitamos sentirnos amparadas por un sistema que nos garantice la vida, y que si ese colchón social, sanitario y común se da, entonces desconfiamos menos del sistema nuestro y no llegamos a lo peor. Cierto. Lo que pasa es que el abanico social se encuentra muy troceado, de tal manera que todo está confuso y multipartido en muchos trozos de espejo de una misma realidad y cada uno tira para lo suyo, pero es esto lo que queremos decir y en lo que queremos hacer hincapié, en ese troceamiento del sistema social español, en que no vemos una realidad común o no la sentimos y nos quedamos aislados y en fragmentos de espejo roto o de cristal. Si viéramos unidad en cuanto a nuestros representantes sociales y políticos, estaríamos más convencidos de que algo nos puede amparar. Al menos que nadie iba a atentar nunca contra el Estado del Bienestar y su desarrollo y los problemas de manutención o logística primordial de la sociedad. Es decir, un colchón común que no nos deje en la incerteza de un país roto y desconectado de las necesidades de nuestras ciudadanas y nuestros ciudadanos. Supo serlo, de algún modo, el consenso de la Constitución del 78, mas ahora parece roto ese pacto al cual los partidos no deberían nunca fallar. Supo serlo eldeterminado progreso económico de algún tiempo en el país, o en los países del Estado, y supo serlo el buen sentido de algunos gobiernos y de algunos políticos que antepusieron los juicios del Bien Común a los radicalismos de las divisiones medio satánicas que nos querían imponer otros políticos muy particularistas. Si se sigue en la línea prudente del menor daño o ninguno para la gente de este Estado, entonces podremos ver menos inestable el sistema y que no nos deje colgados ni tirados. Esa es la confianza que supone un colchón común. Eso tan mínimo, antes que el Caos, es lo que supongo pide la gente juiciosa de España, y hace falta entonces una moral renovada en la cual se dé la cohesión en torno a un proyecto común que nos ponga a trabajar a todos y a todas y que nos sea útil a todas y a todos. Yo creo que esta petición que firmaríamos muchas y muchos ciudadanos es algo de cajón y creo que se capta desde la sensibilidad del Congreso y que hay voluntades buenas. De lo contrario se da la “anomia” de Durkheim, y también creemos muchas personas que es el debido sentido de la UE, al fin y al cabo, es “vivir de la ilusión”, como nos podría decir D. Julián Marías, en su “Breve tratado de la ilusión”, y es que, si se vive del fenómeno “Lotería de Navidad” por la ilusión y aunando todo el país, igual podría ser con lo que señalamos.