Heraldo-Diario de Soria

A ver, ¿quién manda aquí?

Juana Largo se plantea la necesidad de conocer el futuro Gobierno de Castilla y León dado que de su composición dependerán las líneas de futuro de la Comunidad

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En casi todas partes, que sepamos, para estar en un lugar hay que saber quién guisa el cocido, quién manda. De hecho, cuando hacemos un viaje, como sabemos casi todos, llegando al lugar al que vayamos, tenemos que comportarnos acordes con lo que vemos. Es decir, que, si ignoras este comportamiento, incurres en falta de entendimiento y lo puedes pagar incluso muy caro.

Además, sabemos, por la experiencia de la vida, que saber quién manda, te puede llevar a una actitud determinada y así, puedes, en una parte del mundo adaptarte a quien corta el bacalao y, en otra parte del mundo, no adaptarte, según las circunstancias. Con lo que queremos decir que saber quién manda es todo, dado que el mando significa el poder que se tiene en una determinada sociedad. Y tener en cuenta el poder es tener en cuenta que otro u otros no lo tienen, entre los cuales te colocas tú, y además teniéndolo que obedecer. Habría en este caso, que aprender a obedecer a un príncipe o a un presidente o a quien sea aquel que fuera con su auto oficial por la calle y todos le echaran flores. Así que tú, lector que no ignoras los mecanismos del poder en el mundo, tienes que tener en cuenta que quien manda, manda y que el jefe no lo eres tú y lo es otro y tienes que estar acorde con sus leyes, incluso aunque sean injustas, porque te puede pasar algo que te pueda fastidiar. Tenemos como enseñanza de muchos siglos eso de que hay que guardar respeto al que ordena y manda. Si no, el mundo sería un cachondeo. ¿Dónde se ha visto eso de que no cumplas las normas que te impone el jefe o te imponen los jefes o los de arriba?... El mando en España es una cosa muy seria.

Es malo no obedecer, ya lo hemos dicho, porque, lo primero que tienes que ver es que para eso has nacido, para obedecer, y además, por cierto, eso es lo que ha hecho gran parte de la gente en mucho tiempo y no vas a ser tú ahora el revolucionario..., bueno eso de “revolucionario”, como Emiliano Zapata, es mucho decir, quedémonos como “subordinado mal educado”, que no cumple con las normas de educación de una determinada sociedad. Y esto es lo que sucede con la política española. Que hay que saber quién maneja el cotarro. Pues no se puede estar sin cotarro y sin leyes durante mucho tiempo, porque el pueblo se lo puede tomar en cachondeo y puede volverse, si no revolucionario, rebelde o revoltoso y entonces viene el reventar y el caos. En Castilla y León, por ejemplo, desde el domingo pasado, 13-F, que salieron los resultados electorales de los procuradores a Cortes, todavía no sabemos a ciencia cierta quién va a gobernar. Unos días dicen que van a gobernar unos y otros días que van a gobernar otros, lo malo es que no lo sabemos con seguridad.

Y esta inseguridad de tener una institución como son las Cortes de CYL sin tener un jefe, puede decepcionar a muchas personas que están deseando tener un jefe, porque sin jefe no pueden pasar. Ya hemos hablado de ello en los primeros párrafos. Por ello hay que reclamar un jefe. Y es que los desórdenes pueden comenzar, puede comenzar el motín y el Orden no ser mantenido por la población: la verdad es que se pasa mal sin un jefe en una institución. Y todavía no sabemos cuándo van a resolver la querella de si manda uno o de si manda otro, porque todavía no lo han asegurado con certeza y nos dejan en el vacío de poder, algo terriblemente malo para nuestra mente acostumbrada a jefes.

No es que nadie quiera ser jefe, no, eso no es, que es muy al contrario, que quieren ser jefes todos, unos por un motivo y otros por otro motivo. Las elecciones de la Comunidad Autónoma fueron para eso: para instalar un jefe en su trono y que pudiera darnos consejos y leyes para que la carroza de la Comunidad Autónoma pudiera seguir. No es probable tampoco que todos quieran el mismo jefe. Por eso unos le votaron a uno y otros a otro, pero ahora resulta que no se ponen de acuerdo, y esto nos perjudica sobremanera porque, si se ralentiza la política, los negocios pueden ir mal. Y entonces va abajo el invento de la supervivencia…

Ahora bien, surge otro problema en relación con lo anterior. Que hay que saber votar. Que no se puede votar a lo tonto. Que unos jefes que votemos una vez no son otros jefes a los que votamos antes. Que cada uno quiere un jefe (estoy casi por preparar un ensayo titulado: “Un jefe a mi medida”) y que no es lo mismo, pongamos –y no queremos personalizar-, uno que es rojo que uno que es azul o que uno que es verde o que otro que es naranja. Para gustos, los colores…

Y esto implica que no va a gobernar igual uno que es rojo que uno que es azul-verde, que uno que es morado. Cada uno lo va a hacer a su manera, aunque hay que distinguir en quien quiere la destrucción o en quien quiere hacer un mundo constructivo y positivo. Hay que tener en cuenta quién quiere dinamitar el barco y quien quiere salvarlo como institución a la que se ha accedido tras muchas maniobras anteriores. ¡Allá cada uno con lo que vota!... Se puede votar incluso al lobo guardando a las ovejas.

Lo malo, ya lo decimos, es saber quién manda (para obedecer o para desobedecer) y por eso puede salir un día un titular en un periódico que diga, en grandes letras:

-¡A ver!... ¿Quién manda aquí?

Y quedarnos como unos sobrados o como unos gilipollas. Según la gama de colores del espectro del arcoíris…, al que algunos le tendrían una profunda y cordial antipatía.

Por eso ahora todo es el “Ser o no ser” de Shakespeare (perdona, Johnson, por el uso, pero es que estáis de moda los reaccionarios)

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