Un mundo para las mujeres
Juana Largo reflexiona sobre el papel en el que se han visto constreñidas las mujeres en la historia
Por supuesto, lectoras y lectores seguidores, que el mundo de las mujeres es muy diferente del de los hombres. Primero es que el pensamiento no puede ser lo mismo, con las dos diferentes génesis del pensamiento. La biología puede ser la realidad, pero el alma es el relámpago, nos podría decir el emperador romano Adriano.
Con frecuencia se ha anulado, por los hombres, y por las mujeres que seguían su discurso, el factor racional del pensamiento femenino. Instalados los hombres como triunfadores, desde el pódium de la victoria han visto cómo no llegaban muy alto, conceptualmente las mujeres. Lo cual no deja de ser un error, no serían las mujeres sin inteligencia, como diría Schopenhauer, porque el pensamiento femenino, aunque comprende el masculino, se centra más en lo físico y fenomenológico, material y realista, en tanto los hombres se siguen haciendo los importantes por sus destellos intelectuales y sus viajes a la Metafísica más espirituosa. Mientras ellas piensan en qué comer mañana en una casa, ellos están calibrando el mundo de las ideas y de lo intelectual, como si de ello dependiera el mundo. Las mujeres están a ras de tierra, sí, e incluso como la malvada y reptante Lilith del Paraíso conquisto a Eva, pero ello no quiere decir más valor. El valor lo conceden los hombres y lo conceden a su antojo.
Rastreras, pecadoras, a las mujeres se les suele denominar de muchas maneras en este sentido, y no es para menos que puedan ser todo eso cuando tienen que encargarse del embarazo de una cría que tiene sus necesidades biológicas y que quiere mandar en su cuerpo.
Desde siempre, las mujeres, a lo primero que se han apuntado (o las han apuntado) es a los cuidados maternales y cuidados de la casa; no han tenido mucho tiempo de perderlo en los debates grandiosos y sofisticados e intelectuales de los varones…
Las mujeres se ocupan del cuerpo, los hombres del espíritu. Cuando las mujeres tienen tiempo pueden ocuparse asimismo del intelecto. Y, todo las remite, en su experiencia, sin embargo, a tratar el tema del cuerpo y sus necesidades, no tienen tiempo, digamos, de los devaneos y filigranas en el aire pitagóricos y del placer de la contemplación y del cuidado de sí mismo en el mundo de lo conceptual… Porque, ellas, como las “han” hecho los hombres, son cuerpos que tienen que ocuparse de los cuerpos. En este sentido parece estar extendida toda la historia en el momento que nos pongamos a contemplar la realidad sociológica de las personas de estos dos sexos… Las mujeres saben su sexo desde el principio de su existencia, mientras los hombres, casi todos, no tienen ni puta idea del sexo, lo cual para ellas es gravoso y tema moral, lo que no es para ellos, que es antimoral y ligero. Saben mucho más ellas del significado de la moralidad, que ellos, que nombran y hacen regir los pecados y faltas y transgresiones y que andan por la octava galaxia del ordenancismo de las leyes y de las normas. Una mujer es una víbora, sí, e incluso una bandida, su experiencia filogenética es otra a la de los hombres. Todo esto en la dimensión de la vida de nuestro tiempo.
Las mujeres son sensibles, los hombres racionales. Les vamos a dar la razón a los hombres en su concepto de las mujeres porque son los que mandan y porque nada va en contra de unos seres de cuerpos libres; aunque las atornillen, ellas saben que son libres, puesto que el cuerpo se lo dice, que es distinto al de los hombres y que puede estar castigado en el sistema del “vigilar y castigar” de la mayor amplitud de violencia de los hombres. Pero el poder femenino no podrá nunca extinguirse, dado que de él depende, aunque lo manipule, el hombre, y porque el hombre es el que crea los conceptos, mientras las otras a las personas; mientras ellos crean los altos edificios inteligentes o de lo más “Smart”, ellas crean personas de carne y hueso.
Podemos admitir, desde luego, todo lo que ellos digan, lo que no va a quitar dignidad de la realidad a las mujeres, aún más: cuanto peor hablen los hombres de las mujeres, más ellas, sobre todo en nuestros tiempos, toman nota de una nueva reestructuración del complejo del mundo…
No se puede, en nuestro tiempo, permitir el sistema de la esclavitud. Al menos la ciencia nos ha comentado que la esclavitud es una situación de separación entre hombres y mujeres libres y hombres y mujeres esclavos: nada hay cierto de esto. Es repugnante esa distinción, a no ser, para algunos, para emprender grandes negocios. El sistema del capital ha cercenado el mundo entero, ahora global y descubierto todo. Ello no quiere decir que el sistema de la explotación de unos o unas por otros, sea justo. Lo ven hasta los niños en las favelas, que el mundo se comporta injustamente con ellos, lo ve casi todo el mundo que dé dos pasos por la calle. Hay diferencias de personas que ni la naturaleza, ni los dioses, han creado diferentes para la vida en conciliación. El mundo está mal, pero no por eso lo debemos dejar en la explosión general. En las guerras, o cuando se acaban estas, es posible ver todavía cómo las mujeres bañan y limpian a los muertos y adecentan el lugar de las cacerías, porque saben una cosa: que el mundo no va a terminar y que ellas se dotan para la nueva organización que se dé. Aun cuando sería deseable ya el que se plantearan líneas programáticas para una nueva organización en la cual el gobierno sea el de ellas, quitando todo: neoliberalismo, industrialismo, falocentrismo y todos los males inventados por los otros en su desarrollo histórico. Creo que tenía razón, Doris Lessing, cuando en una de sus últimas entrevistas, hablaba de que hasta ahora no había habido dictadura de las mujeres, pero dejaba el campo en puntos suspensivos…