Heraldo-Diario de Soria

La política como provecho personal

El autor, Juana Largo Lagunas, reflexiona sobre las motivaciones del hombre a la hora de estar en política

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En estos tiempos tan complejos y dificultosos en que nos encontramos, podemos llegar a congraciarnos con la política cuando vemos actitudes de algunos actores políticos o representantes de partidos que dejan o salen de la arena política, en la cual luchaban como gladiadores, y se remiten a abandonarla, dado que, o bien su partido político, o bien los ciudadanos, o ambas cosas a la vez, no los ven como necesarios para enfrentarse a la Cosa Pública.

A veces desconfiamos de los medios de comunicación, pero, si no fuera por ellos, no llegaríamos a darnos cuenta de quién es quién en la Política profesional, no dudaríamos de lo que nos revelan, esos medios, del carácter de cualquier gobernante en relación a la comunidad que le toca vivir.

En efecto, por lo general, esa peculiaridad de lo que titula este modesto artículo es la principal vía de gobierno desde hace muchos siglos. Por eso no es lo mismo (según nos cuenta la tradición de historiadores) un gobierno de Nerón que uno de Pericles, cada uno se distinguía por una cosa. O no es lo mismo, aun siendo los dos griegos, un Estado de Esparta que uno de Atenas.

Sabemos, pues tanto la experiencia como la ciencia patológica nos dan pruebas, que muchas personas que se meten en política, en Política Formal, lo hacen para satisfacer sus necesidades personales, su provecho o sus narcisismos, no hablemos ya de intereses pecuniarios, que eso está ya muy visto. Y sabemos asimismo que solo pretenden salvar sus personas de “la quema” y no por salvar a la Comunidad con sus problemas. La “Comunidad” se ha impuesto como nivel de albañil para valorar lo propio y lo común, y a ella nos remitimos siempre que podamos hablar de tal o cual figura política que, de una manera u otra, impone su criterio en una agrupación con intereses de bienes comunes. Así, ya lo sabemos, no hace falta mucha investigación en nuestra historia contemporánea para distinguir a los unos y a los otros.

Ya Aristóteles –y esto es un lugar común de la politología y de las Ciencias Sociales-, que debía ser un ingenuo a este respecto, hablaba de la diferencia entre el servicio en Política del bien propio y del servicio al Bien Común. La Historia está llena de contradictores de este aserto. Ahora, mismamente, con rascar un poco, salen como conejos de su madriguera, multitud de gobernantes que solo gobiernan para capricho personal o para llevarse las sacas del atraco ellos solos y dejando al pueblo con un palmo de narices.

Quieren hacer transformarse a la Comunidad en la que viven en un espejo que recomponga su imagen propia, a su mero gusto, y no, muchas veces, mostrarse en buenos gestores de ella, sino, al contrario, asaltar las arcas públicas para “ganarse” o para satisfacer intereses malsanos de lo que comúnmente se suele entender como la “plata”.

Menos mal que el doctor vienés, Sigmund Freud, nos hablaba de que, en el humano, hay una pulsión egoísta de mirar por encima de los demás, para cuidarse de ganar su beneficio propio. Pero, cuando lo que está en juego es el Bien Público, entonces el bien privado en un político de los que estamos hablando, toma su ficha y arrastra lo primero a lo segundo. Y cuando demuestra este poco interés por el Bien Público, demuestra que no merece un aplauso, sino una clara y contundente reprobación.

Entendemos eso de que se halle inscrito (tanto pudiera ser en Soria o en Castilla y León, como en la región de cualquier otra parte, pues el fenómeno parece ser casi universal) en las huellas dactilares de cada uno el que prive su sentido o su intención personal o de provecho particular, lo entendemos, pero no lo compartimos.

Entendemos, sí, que existiera el proyecto en ese terreno denominado “la Ciudad del Medio Ambiente” en el soto de Garray, proyecto que hace años ya se quería llevar a cabo, para satisfacción del ego personal de, en este caso, una regente pública, como podríamos entender incluso que, casi siempre que regenta o gobierna alguien, quiera poner como colofón o guinda a su particular gestión de la Comunidad, un monumento que hable de su memoria personal, como pudiera llegar a ser a veces incluso la construcción de un Panteón que acapare incluso todo el término de una localidad, como igual pudiera ser el hacerse un Palacio Real en cualquier otra parte del mapa nuestro de nuestra provincia, como sucedía en tiempo de los faraones egipcios, pero no quiere decir ello que lleguemos al punto ni de compartirlo ni de admitirlo. Creo que no somos tan masocas, ¿no?...

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