Sobre la diferencia
Juana Largo reflexiona sobre los peligros de la uniformidad y cómo el autoritarismo castiga la diferencia
Casi todo el mundo ha leído o ha visto alguna película o ha oído hablar de la obra literaria “1984” de George Orwell. Uno de los temas de fondo, con el establecimiento del Big Brother o Gran Hermano, es el de la Uniformización de las gentes. Pues bien, ese acaso era el anhelo de Stalin en la URSS, con el pueblo o la gente bajo el mando único del Dictador. Y todo el mundo que sabemos algo de la filosofía de esa obra literaria de “1984” sufríamos bajo las suposiciones que el autor, Orwell, le hacía a la Unión Soviética…
Ocurre que la Uniformización de la gente (no digamos “sociedad” porque sociedad se puede decir de muchas formas y es un término comodín), con la Uniformización de la gente también se jugaba en la época de los nazis. En realidad, es un anhelo de muchos Estados, y de hecho, cuando se forma o reestructura o se monta un Estado, la tendencia de los gobernantes es hacia la uniformización bajo el Poder. La misma palabra de Estado lo dice, y la misma tesitura de normalizar todo con respecto a un Estado, dada la diferencia de ideologías políticas del mundo, con su doctrina cada una de ellas, lleva a la tendencia de la normatividad de las gentes con un Poder, que es la de la Uniformización. Y, claro, con la Uniformización que se da, se instaura un Orden, y en ese Orden no entran en absoluto aquellos o todos aquellos que son diferentes a la normatividad instalada, de tal manera que se excluye a los extraños, sean del signo que sean y en relación con el color del Poder antidemocrático que mande. Pues esta es la cuestión: democracia o autoritarismo.
Cuando democracia es algo como lo que consideran algunos políticos actuales, tanto nacionales como extranjeros, entonces surge el problema de que el autoritarismo puede erigirse en el Poder, el problema que tendría la auténtica democracia, que, en sí, es plural y no única con el autoritarismo o el neopopulismo o el neofascismo o lo que fuera.
Democracia es pluralismo, diferencia, no como predican los autoritarios de que es algo único, fijo y exclusivo y excluyente, algo así como un pedrusco de monolito y que da en monolitismo. Ahora hay que decir una cosa, tanto en Soria como en Singapur. Muchos intelectuales o que antes, con el franquismo eran intelectuales, ahora se han vuelto lo contrario y verían (y esto es lo horroroso) bien que se diera una dictadura o un poder autoritario y no democrático para salvar sus bolsillos y sus arcas con lo que han ganado en su pobre vida de intelectualillos que se las daban de intelectuales. Debían pensar con el culo para tener que volverse ahora reaccionarios grasientos y casposos. ¡Fíjense en qué malos pensamientos de malos intelectuales hemos vivido en este país o en esta provincia de Soria, igual que pasa en muchas otras partes!
Consagran su vida al conservadurismo más grosero para mantener su triste esqueleto.
Lo que queríamos atacar es que el autoritarismo va contra las libertades y el pluralismo. Y no vamos a caer en el locus o en el modo de pensar común de que la naturaleza es diversa y plural, que, por cierto, lo es. Lo que se quiere señalar es que, sea como sea la naturaleza, las comunidades de los humanos son plurales y diversas y que se puede incluso hablar de “neuro-diversidad” para hablar de las diferencias… Por eso los poderes, cuando acceden al mando, sucede que se hacen excluyentes y no inclusivos y marginadores de las diferencias. Pero ya decimos desde este medio: lo “normal” es la “diferencia”, lo normal es el “pluralismo”, no lo único y su Orden terrorífico.