Heraldo-Diario de Soria

El mundo color berenjena

JOSÉ MANUEL HERNANDO El autor critica al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras su última comparecencia en el Senado. «El terno de Sánchez era irreal, inescrutable como sus propios designios y hasta cierto punto fantasmagórico»

Creado:

Actualizado:

Madrid ha dejado de ser un lugar para convertirse en un estado mental. En la capital de España ya no suceden cosas, solo se generan sensaciones a la velocidad que impone el insaciable hambre de noticias, de malas noticias incluso, que nos hemos acostumbrado a padecer. En el cara a cara Sánchez-Feijoo del martes en el Senado lo sensacional era el color del traje del presidente del Gobierno. La bancada socialista, a falta de nada mejor, pasó la sesión murmurando acerca del alcance simbólico de un color que no terminaba de dilucidarse bajo las neutras luces del hemiciclo. En realidad, el terno de Sánchez era irreal, inescrutable como sus propios designios y hasta cierto punto fantasmagórico, lo mismo que su discurso. Puestos en modo castizo y vista la indumentaria ética y textil de los protagonistas, lo del martes en el Senado se puede describir como el imposible diálogo entre un político que cree en lo que hace y en lo que dice –Feijoo– y un chulo de bolera que farda de avión y de colegas –Sanchez–.

Al presidente del Gobierno le conviene esta transformación de lo real, esta semiótica de la mentira y de la horterada que solo tiene un pase en ese mundo color berenjena que empieza y termina en su propio traje. Feijoo, sin alardes vacuos, se limitó a restaurar la verdad acerca de una España sangrante, al límite de sus energías morales. Ocurren cosas que no habían pasado nunca desde que vivimos en democracia: la complicidad del Estado en el holocausto caníbal de Melilla; la reforma del delito de sedición a golpe de deseo de los mismos sediciosos; la despenalización de la malversación si los malversadores son de los nuestros; la igualación penal de personas y animales, trasunto de la deshumanización propia del universo progre; la chapuza histórico-histérica de una Ley que protege a las mujeres poniendo en la calle a sus agresores… Esto sólo para empezar. El contexto diario del español de a pie podría acabar siendo el de las patatas caras, la carne imposible y el pescado sólo en Navidad, entre velas y braserillos de serrín.

«El martes quedaron fijadas dos percepciones irrebatibles en la mente de quienes quisieran ver y oír»

Para encarar las dificultades, lo primero es la conciencia de que existen. En ese escenario deprimente de tener que exponer la negritud de nuestra realidad nacional tiene que moverse Núñez Feijoo, al que no le queda otra que actuar como un augur aciago, coste obligado del político responsable, serio y solvente que no le queda más remedio que ser por culpa de nuestros pecados. El martes, en el Senado, quedaron fijadas dos percepciones irrebatibles en la mente de quienes quisieran ver y oír. La primera, que no hay esperanza alguna con un Sánchez que tiene por nariz el perchero más largo de la Cámara alta y por objetivo único mantenerse, al precio que sea, en el trono de su arrogancia. La segunda, que España, tarde pero cierto, ha encontrado en Feijoo el antídoto contra ese ecosistema de miseria moral e insolvencia intelectual que hemos dado en llamar «sanchismo». No siempre es sencillo oponer sobrias certezas contra ensoñaciones halagadoras, porque los españoles, en demasiadas ocasiones, preferimos cantar y beber mientras el mundo se derrumba a nuestro alrededor; pero alguien tiene que hacerlo antes de que nos alcance la catástrofe. Ese es el gran valor de Núñez Feijoo. No endulzará la situación, para que podamos dormir tranquilos por las noches. No falseará las verdades del barquero, ni anunciará la felicidad universal para cuando alcance la presidencia del Gobierno. Feijoo es más consciente que nadie de que la era de las sensaciones debe terminar, porque nada hay más falso, nada más frágil y por tanto menos sólido que las promesas de un embaucador.

El pasado martes, el embaucador vestía un traje color berenjena, fue al Senado, hizo aspavientos, mintió y se marchó por donde vino. Nadie le creyó, a nadie escuchó y nadie –salvo el elenco de sus lacayos– compró el producto caducado que vendía. Enfrente, se encontró al político que destapó su impostura. Vestía de gris, pero su oferta es imbatible y a prueba de embustes.

* José Manuel Hernando es senador y secretario general del PP en Soria.

tracking