CULTURA
Biblioteca de 'El Avisador'
PROSEGUIMOS / Por su antigüedad, vigencia y tamaño El Avisador Numantino, en sus dos salidas y con sus cinco propietarios y directores efectivos iguales y diferentes, debió haber sido en Soria el valedor y principal artífice de la cultura del folletín; sin embargo, con ser notable su producción, no desbancó el liderazgo del Noticiero, tal y como oportunamente se vio. La dinámica del estudio que nos ocupa requiere, por supuesto, que, sin más dilación ni retraso, se analice su contribución en similar empresa
Si así nos expresamos es por las dos épocas que vivió El Avisador Numantino, una primera que dio comienzo el 1 de abril de 1860 y se prolongó hasta el 30 de marzo de 1862; y una segunda, tras diecisiete años de ausencia, que arrancó el 20 de diciembre de 1879, advirtió diez años después un cambio de titularidad en su cabecera, y llegó, conviviendo, asumiendo o sorteando sistemas políticos, crisis económicas, sociales y finiseculares, dos monarcas, una regente, una dictadura militar, una guerra civil y el inicio del estado franquista, al 3 de octubre de 1942. Hablamos sí, desde luego, por sus más de seis mil números publicados, los cuales cubrieron, con algún salto de numeración no corregida, todo el tiempo de edición. Y lo hacemos, también, por sus cinco heroicos propietarios y directores: Francisco Pérez-Rioja Martínez, su fundador y primer director; Pascual Pérez-Rioja y Lenguas, su continuador hasta 1889; Ezequiel Tejero Almondáriz, que lo compró en esa fecha y lo cedió a su sobrino, Vicente Tejero y Tejero, y éste, fallecido aquél, mantuvo la doble condición desde 1894 a 1917; y Felipe Las Heras del Campo, que hizo lo propio hasta su muerte ocurrida en 1940. Una lista que, por lo demás, completaría Bienvenido Calvo Hernández, que sin ocupar la mancheta de máximo responsable, dirigió el periódico hasta su último día y escribió el artículo de despedida. Y lo decimos, en fin, por su antigüedad: dos épocas, tres etapas, 65 años; por su vigencia: a caballo entre dos siglos; y por su tamaño, que lo fue, mayoritariamente, con la característica sábana de 60 x 44, en mancha de 55 x 40 centímetros. La forma del periódico, su periodicidad –semanal en buena parte de la primera época; bisemanal en toda la segunda– y, sobre todo, su amplio faldón, que presto para insertar dos, tres o cuatro páginas del folletón correspondiente, en una o en sus dos caras, resultaba ideal para el propósito de conformar la “Biblioteca de El Avisador”, entrega a entrega. Precisamente este título, justo el que hoy encabeza este artículo, se encuentra impreso en la página 293 de la novela ´El hijo del deportado´, de José Vieta, en el ejemplar del 3 de enero de 1897, obra que habría comenzado a publicarse el 15 de abril de 1896 y que, por lo que ha sido posible documentar, fue la primera que con tal carácter editó la imprenta de V. Tejero, ubicada ya, casi como hasta hoy, en Collado 54.
La primera época de El Avisador Numantino, o mejor, de la “Revista semanal de intereses morales y materiales de la provincia de Soria” o del “Periódico literario, de instrucción pública, agrícola, industrial y de anuncios”, en exactos subtítulos que completaron su cabecera, fue breve, apenas dos años cumplidos, ininterrumpida en ese tiempo, y con 173 salidas desde la imprenta de la plazuela de Herradores, en un pliego de papel marca doble de cuatro planas, ninguna de las cuales llevó inserto folletín alguno. No era aún el tiempo de estos, pero sí el de múltiples y sabrosas noticias para la historia de la ciudad; de claros y rigurosos escritos sobre progresos agronómicos, artes útiles y divulgaciones técnicas; de leyendas y tradiciones; de descripciones de los usos y costumbres de las fiestas de San Juan; de agrias y vivas polémicas entre autoridades eclesiásticas; de sugerentes colaboraciones que el tiempo haría hitos legendarios; y de poemas, poemas sobre la heroicidad numantina y otras composiciones sociales, utópicas, fourieristas, debido a las plumas femeninas más loables de la época. Sí, en las 692 páginas de aquellos 173 números, pueden seleccionarse 68 destacados que, en nuestro mejor mirar y entender, nos descubren huellas del pisar de Eduardo Saavedra por la provincia, de sus trabajos en Numancia, en la vía romana entre Uxama y Augustóbriga, y en el ferro-carril soriano; de las aportaciones que en este último campo realizó Lorenzo Aguirre; de los textos literarios, pre-becquerianos, de Antonio Pérez-Rioja [´La Cueva del Asno´] y Manuel del Palacio [´La Cueva de Zampoña´]; de la tradición poética dramática y sanjuanera de Miguel Ruiz Torrent y de Timoteo Barrio; de un texto singular y extraño de A. Pirala [´La primavera y la mujer´]; y, sobre todo, del periodismo “científico” de Cipriano Pérez-Rioja [con descriptivos y rigurosos trabajos sobre el eclipse de sol de 1860, la fabricación del queso, el arbolado, la agronomía o los frenos de Castellví para el ferrocarril], y, a través de él, de la célebre poetisa gaditana María Josefa Zapata –una de las primeras feministas del país– y su colaborada en ´El Pensil Gaditano´, la navarra Ángela Arizu, quien hizo célebre el seudónimo “La huérfana numantina”; sin que se olvide las disputas eruditas entre Fray Domingo de Silos y el carmelita descalzo Juan de la Cruz, a los que algún día habrá que dedicar más tiempo y espacio.
Los folletines que compondrán la futura “Biblioteca de El Avisador” aparecen en la segunda época del bisemanal, posiblemente a partir del número 1.500, cubriendo los 4.517 números que desde entonces se publicaron un total de 42 libros, en su mayoría novelas, algunas de las cuales –como ´Fabiola´, de Nicolás Wiseman; ´El hijo del labriego´, de Valentín Gómez; o ´El cura de aldea´, de Enrique Pérez Escrich– superarían las setecientas páginas. En la imagen al pie se recogen 16 de aquellos títulos, los que a nuestro saber pudieran resultar de mayor interés para el asunto que nos ocupa, destacando entre ellos los de autoría y temática soriana, es decir, el opúsculo ´La industria en Soria y su Provincia´, del erudito, periodista y farmacéutico de Ágreda Cecilio Núñez Casas [1854-1921], y los dos que el abad Santiago Gómez Santacruz [1869-1949] dedicó a Numancia [aparte del afamado ´El solar Numantino´, 1914, y su inédito ´La meseta numantina en la historia´, 1947], que la propia imprenta de F. Las Heras publicaría casi al mismo tiempo en un único volumen bajo el título de
´Historia crítica de las Guerras de Numancia´. Por cierto, esta última obra, se ha confundido en la investigación reciente con otras inexistentes tituladas ´Numancia´ y ´Numancia. Sus guerras. Exploración de sus ruinas. El Museo Numantino´; pero, examinados sus contenidos, no hay equívoco posible, se trata de aquellos folletones convertidos en libro independiente, como era menester.
Dicho lo cual, no parece necesario insistir más en la cuestión; y, sin embargo, la cultura soriana debe reconocimiento a un personaje no suficientemente ponderado. Nos referimos a Cipriano Pérez Rioja y Lenguas, hijo mayor del fundador del periódico, hermano de Antonio, el “cronista”, y de Pascual, el creador y director del Noticiero, periodista y escritor como ellos y, al decir de Joaquín Arjona, “el que rayó a mayor altura por su instrucción y laboriosidad”. Cipriano nació en Soria en 1837, estudió bachillerato en el Instituto local, se hizo Perito agrimensor en la Escuela Agronómica de Tudela y, pensionado por la Diputación, cursó la carrera de Ingeniero agrónomo al poco de crearse. Entre otras cosas, diseñó los jardines de la Dehesa; y solo la muerte, que le sorprendió cuando apenas contaba con 25 años, impidió una trayectoria intelectual que habría sido de gran utilidad para el progreso de esta tierra.