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Editorial


La ética de la política de Sánchez y su aplicación en su casa para ser creíble

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El sainete protagonizado y orquestado por Pedro Sánchez estos días es otra de sus finas estrategias para salvar situaciones y su existir político siempre pendiente de un hilo. Son estrategias impredecibles, por las que pocos dan un duro, pero que siempre acaban saliéndole bien, ya sea por una moción de censura, unas primarias o un adelanto electoral. Y todo con un factor común: contra todo pronóstico. La de estos días es una clara estrategia, sin escrúpulos, encaminada a movilizar y concentrar el voto de la izquierda para evitar el batacazo en las europeas, aunque con un primer escalón, y fundamental, tanto para sus aspiraciones como para la viabilidad del proyecto del PP de Feijóo: Cataluña, donde Sánchez se juega mucho, pero Feijóo, más.

En cualquier caso, la sinceridad de Sánchez sobre sus jornadas de reflexión para acabar con un ambiente de tensión política irrespirable, la deshumanización del contrario y la supuesta campaña de una estructura mediática dedicada a construir bulos y mentiras para acabar con él y su familia se pondrá a prueba en los próximos días.

Porque eso que exige Sánchez a la política en general tiene que empezar a aplicarlo dentro de casa para resultar creíble. De momento comenzó con una rueda de prensa sin preguntas para luego irse por la noche a la televisión amiga a hacerse una entrevista. Buenos principios, pero malos comienzos.

Está por ver si a partir de ahora, en Castilla y León, el PSOE de Tudanca, cada día más menguante, especialmente en el ámbito interno, asume los tan admirables postulados de Pedro Sánchez, esos que exigen no deslegitimar a los gobiernos salidos de las urnas, como el suyo, el de Sánchez, o el de Mañueco. Porque los dos salieron de las urnas. Y en el caso de Sánchez de las mismas urnas que el ejecutivo conformado con Mañueco con la única opción posible: VOX. Estamos por apostar que no será así, esencialmente porque el discurso del principal partido de la oposición se ha quedado varado en repetir como una letanía «Mañueco, ultraderecha, fascismo» y algunas palabras más que de cuando en vez van incorporando al argumentario. La regeneración empieza por uno mismo. Y a partir de ahí las lecciones y teatralizaciones son creíbles en política. Las cosas se hacen, no se dicen.

Pero es cierto que el PP de Feijóo no saldrá del laberinto mientras no deje de deslegitimar los procesos electorales en los que no gane. Nada más infame en democracia que repudiar el resultado de las urnas. Y eso mismo vale para el PSOE de Tudanca, ahora que Sánchez le ha colocado el listón de la ética política.