Heraldo-Diario de Soria

CULTURA

Juan Antonio Gómez Barrera

La Armonía Numantina

DOMINGO HEVIA & LUIS SADA. Son los nombres de pila que, en principio, quedaron ocultos tras las simples firmas de «Un suscriptor» y de «Un soriano» en la agria polémica desatada, allá por 1860, en las páginas de El Avisador Numantino, a cuenta de una obrita en verso que el segundo de ellos presentaba como «Relación de las fiestas que la Ciudad de Soria celebra en el mes de junio con el título de Fiestas de la Madre de Dios» y bautizaba con clara intención como la Armonía Numantina

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Si se retrocede unos años en este quincenario y se busca la pieza publicada el lunes 1 de julio de 2019 en torno a ´6 noticias 6 sobre las fiestas de San Juan´, leerán que, en el apartado de la segunda, escribíamos que «no hacía mucho, en el Boletín Oficial de la Provincia de Soria del 28 de marzo de 1860, habíamos leído un suelto que anunciaba el libro ´La armonía numantina o las Fiestas de San Juan´, escrito en verso por Luis Sada, el cual trataba de la «descripción verídica» de las fiestas que se celebran en Soria «en obsequio a la Madre de Dios», y se vendía «al precio de doce cuartos en casa de D. Ildefonso Rojo», religioso carmelita domiciliado en el núm. 1 de la Calle Real; que poco después comprobamos que en ningún repertorio bibliográfico sanjuanero aparecía citado, ni tampoco se mencionaba a su autor en listado alguno de prohombres o temas sorianos; y que ese hecho incentivó nuestra búsqueda, sin suerte alguna, hasta que, preparando aquel artículo que habría de coincidir con las fiestas del mismo año, descubrimos, en una célebre plataforma de coleccionismo, su correcta referencia, su portada, su dedicatoria y algunas de sus primeras estrofas. El libro -o, más bien, el folleto- fue impreso en el citado año de 1860, en los talleres de Manuel Peña, y su autor se presentaba como capellán en su dedicatoria al «notabilísimo Ayuntamiento de la muy piadosa y leal ciudad de Soria». Por desgracia, el portal de venta hizo su tarea y de tal documento no quedó más que el rastro de que fue adquirido por un anónimo comprador el 30 de enero de 2016.» Tras la edición del artículo, y acabadas las susodichas fiestas, reanudamos las investigaciones y a las ya hechas en torno a la figura de Luis Sada y Resa añadimos las verificadas sobre Domingo Hevia, al que conocíamos como autor del romance ´Pasmo de Escipión sobre las ruinas de Numancia´ [1860], pero que nos apareció ahora, sorprendentemente, como crítico desmesurado de la obra de aquel.

Imagen Fig. La Armonía Numantina, JAGB, 3

Imagen Fig. La Armonía Numantina, JAGB, 3

De Domingo Hevia y Prieto, supimos entonces por José Caveda y Fermín Canella, recopiladores y editores de ´Poesías selectas en dialecto asturiano´ [Oviedo, 1887], que nació en 1803 en Vega de San Pedro de los Arcos, concejo de Oviedo; que estudió en esta capital, en el colegio de San Vicente; que profesó en el Monasterio Benedictino de Carrión de los Condes, donde después fue Prior; y que murió en 1885 en Soria, siendo Canónigo de la Ilustre Iglesia Colegial de San Pedro. Aquellos, sus eruditos paisanos, señalaron que fue escritor fecundísimo y polemista batallador en materia teológico-moral y literaria; que publicó muchos trabajos en ´La Esperanza´, ´La Iglesia´ y otros periódicos, revistas y folletos de aquellas tierras del noroeste; y que era poeta [con muchas composiciones en bable] de regular estilo, pese a lo cual fue laureado varias veces. A este ramillete de noticias pronto pudimos incorporar puntuales referencias a otros trabajos suyos, como el breve ´Reflexiones sobre la hidrofobia´, publicado en Granada en 1862; o el más extenso e interesante ´Relación Histórica de los santuarios célebres de Covadonga, el Brezo y la Saleta´, al que acompañaba ´Covadonga´, ensayo épico en tres cantos, editados en un único volumen en Lérida, en 1867; o ´Covadonga, memorial histórico´, que impreso también en Lérida [1875] lo firmaba como Canónigo de Soria. Precisamente desde Soria, el Boletín de la Real Academia de la Historia de 1877 mencionaba el informe que a la Comisión de Monumentos de nuestra provincia habían remitido Lorenzo Aguirre, Dionisio López de Ceraín y Domingo Hevia, «acerca de los medios más convenientes para atender a la conservación de San Juan de Duero». Y no tardamos en sumar, a la condición de vocal de la citada comisión [al menos en 1878], la autoría de estructuras poéticas y artículos teóricos y literarios insertos en el Boletín Oficial de la Provincia y en El Avisador Numantino y sus inéditos ´Apuntes históricos de la provincia de Soria´ [1874], manuscrito bien encuadernado y conservado en la Biblioteca Pública de Soria al que algunos años atrás dedicamos cumplido texto en estas mismas páginas. Pero, además, dimos con la hoja 257 del padrón de 1867 de la ciudad de Soria que, aparte de confirmar datos vistos, fijaba su residencia en ella ocho años atrás, su domicilio en el núm. 5 de la plazuela de San Pedro y su traslado posterior al 40 de la calle Aguirre, y que con él vivían las hermanas Raimunda y Andrea de las Cuevas [como ama y sirvienta respectivamente], ambas solteras y nacidas en Liébana.

Del capellán Luis Sada y Resa, o Fray Juan de la Cruz, carmelita descalzo, conocimos, aparte de su obra literaria [fundamentalmente septenarios, novenas, letanías y martirios dedicados a diferentes santos y vírgenes, glosados en prosa o en verso, bien en octavas o en décimas, publicados en Calahorra, Logroño, Santander o San Sebastián, entre 1842 y 1866], su condición de riojano, a la que apeló en su obra, y lo que dejó escrito en sus remitidos al periódico soriano en respuesta a la despiadada y larga glosa de Fray Domingos de Silos Hevia. Dijo Sada el 5 de agosto de 1861, casi en su defensa, que: «Llegué a Soria sobre el 10 de junio del 49, y salí para mi casa el 2 de julio. En estos veinte días prediqué en San Juan, el martes del Corpus; en el Carmen, el miércoles, y en San Pedro, el jueves; además el día de San Juan prediqué en el Carmen, y el de San Pedro en la Colegiata; en este tiempo se formó la alfombra de flores en las Carmelitas, para lo cual se necesita mucho tiempo (díganlo los que la vieron) y todo corría de mi cuenta; añádase a esto el confesionario… Pues en el tiempo sobrante, escribí ´la Armonía Numantina´: la entregué a un individuo del M.I.A. y quedó archivada. No volví a verla más, hasta que, en septiembre del 57, pasando a Soria a desempeñar una comisión que me encargó el Excmo. Sr. Horcos San Martín, supliqué me la entregasen, y sin leerla la tuve en mi poder hasta el 60 que la mandé a Soria y se imprimió».

Si es mucho o poco lo que aquí traemos de los autores, menos será los argumentos de los remitidos y contra remitidos, pues dar cuenta de ellos supondría reescribir la historia numantina desde los escritores latinos hasta Mosquera de Barnuevo y aún de las propias fiestas, especialmente de su «tradición» más reiterada, al abarcar ya entonces la discusión el documento de 1535 hoy tan repetido. No hay espacio, ni ganas, para desbrozar tal embrollo, pero sí el deseo de leer su contenido y transcribir para todos su «verídica descripción», y eso porque se desconoce, por más que nada es nuevo bajo el sol, y sobre todo, porque ante las bravatas del canónigo [que entendió la obra falta de rigor histórico y bondad poética], siempre nos pondremos de parte del débil capellán, que harto de trabajo, sin apenas tiempo, trazó en 20 días canto -como si novena fuera- de las Fiestas de San Juan o de la Madre de Dios.

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