Más se perdió en Cuba
El Casco Viejo quiere dejar de serlo
Los años dorados a finales de los 90 donde el que esto escribe tanto disfrutó en el Casco Viejo de la ciudad no volverán. Recuerdo las calles Zapatería y Real hasta “la bandera” de gente celebrando el Carnaval. Esos sí que eran carnavales y no los de ahora. Eliminar de allí esta fiesta le dio la puntilla a este enclave de la ciudad. El cierre paulatino de los distintos bares sumió a la zona en el más absoluto desamparo. Los sorianos, que siempre nos hemos movido por las modas de la ciudad, le dimos la espalda al casco en beneficio, primero del “Tubo”, y del “Tubo Ancho” después, para acabar guardando fidelidad eterna y hasta nuestros días, a la “Herradores” y a su siempre ambiente fiestero haga frío o calor. Pero el Casco Viejo quiere dejar de serlo y poco a poco parece que lo va consiguiendo. A la noticia que conocimos hace unos días de la autorización de la concesión por parte del gobierno regional de una inversión de 3,5 millones de euros para destinar a la rehabilitación de viviendas de en esta zona (y a la que acompañarán otros casi dos millones de euros del consistorio capitalino), se suman las distintas intervenciones que en los últimos años ha llevado a cabo el ayuntamiento de la ciudad. Durante décadas, todos los partidos incluían en sus programas electorales, no sin estrujarse los sesos en cómo hacerlo, la revitalización de este barrio y sus ancestrales e históricas calles. Que todavía quede mucho por hacer, no es óbice para reconocerle al actual equipo de gobierno municipal que en los últimos años esta zona ha mejorado considerablemente. La recuperación de las ruinas de San Nicolás, que durante todo el año es sede de distintos eventos y actividades, me atrevería a decir que fue el punto de inflexión en la puesta en valor de nuestro casco; y la reciente nueva iluminación en todos sus tramos, ensalzando de manera especial el convento fundado in situ por la santa y doctora de la Iglesia, Teresa de Ávila, el mayor de los aciertos para devolver la visibilidad a una zona oscura y degradada durante muchos años. El asunto más complejo, quizás por su maraña burocrática y complejidad catastral conformada en muchos casos por multitud de propietarios, es sin duda la del estado de muchos edificios abandonados y ruinosos. Aquí como digo, el asunto es complicado, y no debería de solucionarse a golpe de chequera municipal como en el edificio del “trinquete” ha ocurrido. Quizás la solución pase por instar a sus propietarios a aplicar eso de que “quien tenga hacienda que la mantenga y si no que no la tenga”. La resolución, refranes aparte, no parece fácil, pero rebajas en licencias u otras fórmulas en forma de beneficios fiscales, quizás ayudarían a no ver durante lustros, edificios ruinosos o solares sin construir que terminan por convertirse en vertederos. Pese a todo, reconozcamos el esfuerzo hecho hasta la fecha tanto por la administración como por la iniciativa privada y empresarial, y esperemos que esta nueva dotación de fondos europeos revitalice aún más este bello enclave y semilla de nuestra actual ciudad.