Heraldo-Diario de Soria

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El mundo está loco. Pero loco loco. En el transcurso de nuestras fiestas de San Juan que acabamos de despedir, dos jóvenes recibieron una brutal agresión en un establecimiento hostelero de la capital. Uno de ellos recibió la friolera de 30 puñaladas según pude leer hace unos días en estas mismas páginas. Ni dos, ni tres, ni quince. 30 puñaladas que se dice pronto. En Soria solemos decir que nunca pasa nada, pero últimamente están sucediendo hechos que en esta ciudad pocas veces se veían. Y la cosa es preocupante. Peleas ha habido siempre en San Juan, pero estos sucesos tan violentos, y con estos actores de nacionalidad extranjera involucrados, no. Hace poco vimos también cómo se produjo una agresión en un instituto de la capital, y también en un municipio que linda al nuestro, se produjo otra agresión hace meses por parte de un grupo de jóvenes. Es verdad que, incluso para una ciudad donde pasar de un delito a dos es de facto duplicar la delincuencia, seguimos siendo una ciudad tranquila respecto a otras con unas tasas de delincuencia mucho más altas. Si comparamos por ejemplo la caótica Barcelona —donde según me cuentan buenas fuentes se ha convertido en un nicho de delincuencia callejera—, a nuestra pequeña ciudad, bien podemos seguir cantando eso de que “Soria es la gloria de España”. Pero bromas aparte, porque la cosa no está para chanzas, viene siendo preocupadamente habitual que en las noches sorianas se produzcan altercados. Y más aún en la Rota de Calatañazor, que se ha convertido en el epicentro de estas reyertas, convirtiendo el lugar en un territorio que ya ni nos planteamos pisar muchos sorianos por determinados sucesos que ocurren allí o por la incertidumbre de que puedan ocurrir. En los últimos años, la conocida como la “Zona” ha sido escenario de multitud de peleas de las que no siempre nos enteramos para que no cunda el pánico. Los distintos cuerpos policiales de la capital lo saben bien. Además de una inmigración profundamente descontrolada —también en el transcurso de las fiestas uno de estos intentó robar en un céntrico estanco—, lo que verdaderamente subyace es una endémica falta de educación y valores que en este país están aflorando para dejar a la vista la peor cara del ser humano. La excusa de que son hechos aislados no debería de ser óbice para tomar las medidas oportunas y poner freno a esta deriva. Cuando leo sucesos como los narrados anteriormente y protagonizados por jóvenes, me pregunto qué narices les pasa por la cabeza a estas personas para cometer tales actos. ¿Qué habrán visto en su casa un grupo de chavales para apalear a un hombre o para asestar a sangre fría 30 puñaladas? Cantaba el grupo Jarcha (con cierta ironía) en su canción: “Libertad sin ira”, eso de que “…este país necesita/palo largo y mano dura/para evitar lo peor…”. Y oigan, no les faltaba razón.

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