Heraldo-Diario de Soria

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En distintas comisiones de urbanismo del ayuntamiento de la ciudad, y en algún que otro Consejo Asesor Taurino al que asistí como concejal la pasada legislatura, manifesté la necesidad imperiosa de hacer accesible para personas con movilidad reducida la plaza de toros de la capital. En aquellas reuniones se habló de la posibilidad de afrontar una remodelación de la plaza que pasaba por la reducción de sus localidades para hacer del graderío un lugar que cumpliera con la normativa, por un lado, y con la comodidad del respetable por otro. Sin lugar a duda, ese habría sido el momento óptimo para también proveer a nuestro coso de San Benito de un ascensor o rampa que permitiera a los aficionados taurinos con algún tipo de discapacidad disfrutar de la fiesta nacional. Pero como es costumbre en esa casa de todos —o de unos pocos—, ni puñetero caso para variar. Los dos años que por la pandemia del COVID nos quedamos sin sanjuanes, bien habrían servido para afrontar estas obras sin haber creado problemas. Pero ya saben eso de que donde manda capitán, no manda marinero. Y es una pena. A algunos se les llena la boca con una Soria donde vivir plácidamente, donde todo está al alcance y todo es maravilloso, pero donde después hay muchas trabas y verdaderas piedras en el camino para algunos colectivos vulnerables. La falta de accesibilidad en la plaza de toros es solo la punta del iceberg en una ciudad con demasiadas barreras arquitectónicas aún por demoler. Podría enumerar decenas de calles en la ciudad donde los rebajes existentes para personas con movilidad reducida deberían de sonrojar a quien los ejecutó —a buen seguro—, tras una noche de borrachera con mal despertar y peor jornada. Pero lo execrable de todo es que el ayuntamiento lo sabe y no hace nada para solucionarlo. Casualmente el pasado jueves, este medio publicaba en sus páginas la pesadilla que una familia con uno de sus miembros en silla de ruedas y de edad avanzada está sufriendo a la hora de hacer el simple gesto de intentar coger un autobús de la capital. Una verdadera odisea, al parecer, por el mal funcionamiento de las rampas de distintas líneas del servicio municipal de autobuses y que más de un día ha dejado tirados a los usuarios con problemas de movilidad. Gobernar bien es hacerlo para todos por igual, sí, pero poniendo especial atención en aquellos que más problemas tienen en su día a día. Me produce verdaderas carcajadas oír hablar a los distintos concejales del equipo de gobierno municipal de que tenemos una ciudad envidiable. Ya saben, el mantra ese de “una ciudad para vivir”. Pan y circo, como dice un amigo mío. Pero en cuanto rascas un poco, se ven las verdaderas vergüenzas de la ciudad y de quienes la dirigen a golpe de improvisación y con una total falta de empatía hacia minorías con problemas, pero con las que después les encanta hacerse la foto. Pan y circo, créanme. Y así nos va…

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