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EDITORIAL


Falta contundencia para castigar el vicio criminal de los pirómanos

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Los incendios forestales ponen en peligro el entorno y la forma de vida de las personas. El fuego constituye un grave riesgo también para las personas que trabajan en su extinción. Falta contundencia para castigar el vicio criminal de quienes lo provocan. Un incendio a la una de la madrugada con cinco focos en El Hornillo, un municipio de Ávila, trae en jaque a quienes se emplean a fondo para apagarlo, con el consiguiente riesgo que esas labores entrañan. El terreno quemado forma parte de una zona arbolada de difícil acceso y eso complica mucho más las tareas de extinción. Un incendio provocado es un acto criminal en toda regla. El autor o los autores han actuado con mala fe. Saben perfectamente lo que hacen, conocen a fondo la zona, las dificultades para combatirlo y las gravísimas consecuencias que genera, comenzando por el peligro que corren quienes luchan contra el fuego.

Las altas temperaturas del verano aumentan el riesgo de los incendios. Bomberos forestales y cuadrillas están siempre a punto para comenzar las tareas. Actúan de inmediato en cuanto reciben el aviso y acuden a la zona afectada sin saber lo que les espera. Enseguida advierten el trabajo complicado que tienen por delante. Un fuego provocado en la madrugada y con varios focos abiertos requiere una altísima dosis de mala leche. Los montes se queman y ponen en peligro la vida de las personas que tienen en la zona su gran patrimonio. ‘Cuando el monte se quema, algo tuyo se quema’. La frase se escuchó en cuñas emitidas en radio y televisión muchos años atrás. Era un aviso de las autoridades que llamaba a la prudencia, al compromiso de todos para acentuar la prevención.

Pero cuando actúan los pirómanos, el peligro aumenta de forma considerable. Y es precisamente ahí cuando debe caer sobre ellos todo el peso de la ley. Sin contemplaciones. Existe una diferencia abismal entre un incendio provocado por una chispa de una máquina o por la negligencia de quienes no apagaron una barbacoa como debían y otro que ejecutan los pirómanos. El fuego en la provincia abulense ha sido provocado con premeditación, alevosía y nocturnidad. Los cobardes se amparan en la noche para cometer sus fechorías. Las consecuencias pueden ser demoledoras. Se apaga el monte y con ello la forma de vida de miles de personas.

Llega el turno de las autoridades para castigar en su justa medida este acto criminal. Nada mejor que una sanción ejemplar para frenar la actuación de los pirómanos.