Heraldo-Diario de Soria

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En la biblioteca de la casa del pueblo tengo un libro muy desgastado que conservo como oro en paño. Es de esos libros antiguos que todavía conserva, a pesar del paso de los años, ese olor especial que solo algunos libros ostentan el honor de poseer y mantener en el tiempo. «El libro de España», es su título. Desde niño disfrutaba leyendo este libro —que antes fue de mis padres—, sumergiéndome en mil historias que en sus amarillentas páginas se relataban. Había un capítulo que siempre fue mi predilección por el tema y narrativa que en él se manifestaba. Ese capítulo iba dedicado a la heroica historia de Numancia. Todavía hoy, y a mis más de cuarenta años, me sigue apasionando leer esa breve síntesis de lo que ocurrió allí. En Grecia tuvieron su batalla de las Termópilas o en la antigua Anatolia la guerra de Troya, y nosotros aquí, el asedio y resistencia de Numancia que mantuvo en vilo durante 20 años a todo un imperio como lo fue el Romano. De aquella estoica ciudad celtíbera poco queda como es obvio. Pero desde hace años, Numancia intenta resurgir de sus cenizas para ocupar el lugar que histórica y moralmente le corresponde. A principios del siglo XX se comenzó a descubrir el verdadero tesoro que la fría tierra soriana ocultaba. En los años 20, el gobierno de D. Miguel Primo de Rivera —padre del fusilado injustamente años después, José Antonio—, congeló al parecer las subvenciones para las excavaciones arqueológicas en el cerro soriano; pero en la década de los 60, con una importante publicidad de la heroica gesta por parte del régimen de Franco, se retomaron las excavaciones hasta su momento culmen en los años 90 a manos de Alfredo Jimeno y su equipo. Fue entonces cuando se descubrió la necrópolis celtíbera y Numancia volvió a resurgir de sus cenizas con más fuerza que nunca. Pero hoy en día, parece que no sabemos o no queremos explotar con mayor empeño uno de nuestros icónicos lugares. Hace unos días, desde el ayuntamiento de Garray se volvía a pedir que se apueste con mayor fuerza en Numancia por parte de las administraciones competentes. Una vieja reivindicación, es la construcción de un centro de recepción de visitantes para darle mayor dinamismo y difusión a este espacio. Muchas veces pienso que, si estas ruinas estuvieran en manos de los americanos, ellos sí habrían sabido sacarle mayor rédito patrio. Pocas historias en la humanidad tienen en mi opinión la enjundia y trascendencia que Numancia tuvo. Para escribir estas líneas ha sido obligado releer las líneas que «El libro de España» le dedica a los Numantinos. Y créanme que se me sigue poniendo, como de niño, la piel erizada al leerlo. La Junta de Castilla y León ha venido en los últimos años aportando dinero público a este yacimiento para distintas actuaciones arqueológicas, pero el grueso del asunto, al tener las competencias, le corresponde al gobierno central que parece siempre querer mirar para otro lado.

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